No habrá risa; no habrá arte; ni literatura ni ciencia; sólo habrá ambición de poder, cada día de una manera más sutil”. (George Orwell).

No sé si ustedes habrán leído “1984”, de George Orwell. Para los que no lo hayan hecho, incluso para los que nunca hayan oído hablar de ella, esta novela, escrita entre 1947 y 1948 se encuadra dentro de un género, poco común, que se ha dado en denominar ficción distópica y adelanta reflexiones que nos indican cómo pensaba el autor que sería la sociedad en 1984, para él, un futuro muy lejano.

Desde un punto de vista objetivo, la novela de Orwell no solo no ha perdido actualidad y credibilidad con el paso de los años, si no que, además, ha acertado en todas sus predicciones. Es verdad que su escrito encaja más con la sociedad actual, de 2022, pero esto es, a mi modo de ver, lo único que se puede reprochar a las predicciones que Orwell plasmó en la novela.

Distopía : “ Sociedad imaginaria bajo un poder totalitario o una ideología determinada, según la concepción de un autor determinado, que sería lo opuesto a la utopía”.

A día de hoy, si suprimimos la palabra “imaginaria”, podríamos decir que estamos definiendo nuestra sociedad actual. La novela de George Orwell popularizó, entre otros varios, los conceptos de “Gran Hermano”, omnipresente vigilante que conoce todos tus movimientos, anhelos y pensamientos incluso antes que tu, la “policía del pensamiento” y la “neolengua”, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y transforma el léxico con fines represivos, y que impide siquiera pensar en aquello que no forma parte de este nuevo lenguaje. Los paralelismos con la sociedad española actual son, por lo tanto asombrosos. Pero esto es materia para otro artículo.

Miren, ayer tuve una cena con mis amigos de la infancia. No todo el mundo tiene la suerte de conservar sus amigos de cuando iba al colegio. Yo no solo tengo esa suerte, sino que, además, los amigos que conservo de aquella época son gente eminente, valiosa, que ha evolucionado en todos los sentidos y que, además, ha aprendido de la experiencia de la mejor de las maneras, esto es, reinventándose cuando ha sido necesario y cuestionando los dogmas, es más, cuestionándolo todo.  Esta es la única manera de construir tu camino, y no ir por el sendero que la sociedad te tiende, como una alfombra de flores que, en el mejor de los casos, te llevará al aborregamiento y la estulticia más absoluta.

De este modo, ayer se trataron en la cena temas banales; no en vano hemos crecido juntos; hemos sido niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ahora, vamos a decir, maduros. Esto último es por ser condescendiente, pues ya sobrepasamos la cincuentena. Pero lógicamente, en virtud de la madurez que nos ha atrapado como un tsunami al que no hemos visto venir, de vez en cuando tocamos temas más trascendentales.

Tengo que decir, en este punto, que yo soy Ingeniero informático, o al menos eso dice mi título universitario, pero como siempre he sido un ser contradictorio, a mis cincuenta y dos años odio la tecnología profundamente, haciendo un uso egoísta de ella en lo que me puede ser útil, pero sin profundizar. Vamos, que en ciertas materias referentes a los últimos avances tecnológicos, me he quedado atrás, y estoy feliz de ello. Sin embargo, algunos de mis amigos son auténticos eruditos en estas materias, así que nos estuvieron poniendo al día al resto de los últimos avances en inteligencia artificial.

Este es, para mí, un tema muy interesante, de esos que cuando se tocan aprovecho para ir al servicio o mirar, disimuladamente, mis emails o whatsapp . Sin embargo ayer, uno de mis amigos, Sergio, logró captar mi atención en este terreno. Lo que me contó, con vehemencia y admiración por su parte, lo cual entiendo porque es un apasionado de los avances tecnológicos, a mí, sin embargo, me produjo escalofríos.

Por no extenderme en demasía, Sergio nos estuvo enseñando una nueva tecnología basada en la inteligencia artificial que es capaz, por ejemplo, de escribirte un texto sobre la materia que le propongas, sin utilizar el corta y pega y creando una composición original en cada ocasión, siendo posible exigirle hasta la medida de dicha obra.

Si esto es así, que seguro que si, este software te puede redactar una tesis doctoral en cuestión de segundos, basándose, según Sergio, en informaciones fidedignas y con un lenguaje que no te hace sospechar de que, en realidad, lo ha redactado un robot. No tengo que explicarles que esto, a mí, lejos de causarme admiración, me horrorizó. Más aún cuando descubrí que también existe este tipo de software para entrometerse en todas las áreas del arte, capaz de pintar cuadros con la temática y el estilo que le pidas o de componer obras musicales.

Mi reacción a todo esto, bastante desazonador, a mi modo de ver, fue comentarle a Sergio que, entonces, los creadores, los artistas, aquellos que han dignificado la condición humana, porque para mí el arte es la característica que, realmente, define al ser humano, pasan o pasamos, permítanme el atrevimiento, a ser prescindibles. Si un programa puede pintar bellos cuadros, no tardarán en inmiscuirse en el mercado del arte, efímero e irracional y, con toda seguridad, habrá quien pague fortunas por obras realizadas por tal o cual inteligencia artificial, mientras que pintores y pintoras virtuosos, que plasman su alma en el lienzo, malviven, en el mejor de los casos, de su arte. Y así, en todas la materias.

 Recuerdo, porque yo fui a EGB, la Revolución Industrial, cuando miles de obreros especializados fueron sustituidos por máquinas que hacían su trabajo más rápido y mejor. Puedo entender que una máquina fabrique, no sé, un secador de pelo mejor que yo; pero nunca, jamás, aceptaré que un software pueda poner el alma en el papel, despertar los sentimientos como hacemos los autores, porque conocen los datos, pero, por mucho que dispongan de toda la información del mundo, desconocen el alma humana; esos entresijos que te pueden llevar a la felicidad o, por qué no decirlo, a la desesperación, en solo unas líneas. Una inteligencia artificial puede hacerte reír con un texto, no me cabe duda, pero lo que nunca, nunca, podrá lograr, es hacerte llorar.

Decía también George Orwell que “¿Qué conocimiento tenemos de nada si no es a través de nuestro propio espíritu?. Todo ocurre en la mente, solo lo que allí sucede tiene una realidad”.

Así pues, estas máquinas podrán realizar cosas asombrosas, podrán sustituir a cientos de profesionales, pero lo que nunca podrán hacer es sustituir a los artistas, por que el arte es sin duda una materia que se retroalimenta del alma humana, una simbiosis en la cual el arte alimenta el alma y el alma alimenta el arte. Y estas máquinas jamás llegarán a tener alma, por mucho que avance la tecnología.

Mucho cuidado con aquello a lo que otorgamos condición de apostolado, de dogma. La inteligencia artificial hará la vida más fácil a quien pueda permitírselo, y mucho, muchísimo más difícil al resto, ya que esta tecnología, al servicio del poder, es una jaula invisible en virtud de la cual, además, el ser humano es un peón, una estadística, al servicio de los que mueven los hilos, que no son, precisamente, robots.

Así pues, “Gran Hermano”, “policía del pensamiento”, “neoléngua”. ¿Les suenan?.  A mí sí; Pero me suenan fatal.

Gran Hermano te vigila.

@elvillano1970

1084

Dejar respuesta

¡Deja un comentario!
Nombre