jueves, marzo 28, 2024

‘Amanece en Calcuta’, la luz de Madre Teresa

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Amanece en Calcuta. Dirigida por José María Zavala

No estamos ante una biografía de Madre Teresa. Amanece en Calcuta es mucho más. Es una película intensa, luminosa, que te agarra del corazón desde las primeras escenas y no te suelta hasta el final. Es una revelación, es una cinta conmovedora en la que Madre Teresa tiene una presencia física mínima y una presencia espiritual colosal. El milagro de una mujer que se metió en el pozo más oscuro del mundo y encendió una luz: la del amor, la de la caridad, la del vaciamiento propio para entregarse a los más pobres. Pobres materiales, si, pero sobre todo pobres espirituales. Los que comparecen en la película, en distintos grados, eran pobres espirituales, como todos nosotros, aunque tuvieran todo lo material necesario para transitar por la vida sin muchas inquietudes.

Transformación

En la forma, Amanece en Calcuta es un largo reportaje documental, una gavilla de testimonios que nos presentan las vidas de un sacerdote, de un joven profesor de filosofía, de una mujer que trabajó durante años en una clínica abortista, de un sacerdote jesuita que dejó el budismo para abrazar la fe católica, y de una mujer, esposa de un piloto salvado de la muerte por un cirujano. Todos y cada uno nos cuentan sus casos de transformación.

El joven Emmanuel fue recogido, apenas un bebé, de un vertedero donde su madre lo había abandonado. No lo dejó para morir, porque en el cuerpo, con cintas y un tatuaje, tenía las señales suficientes para conformar un mensaje de esperanza, apenas una mínima luz en las tinieblas. Fue entregado a un orfanato. Un día pasó por allí Madre Teresa. Escuchó el llanto del niño y se lo llevó. Hoy es profesor de filosofía. Sonríe como si no hubiera otra combinación muscular. Fue tocado por la luz del amor incondicional a todo lo humano. Madre Teresa. Y de fondo siempre, en Amanece en Calcuta, la figura de Karol Woytila.

Amaya ayer, hoy María

Amaya se llamó Amaya. Hoy se llama María de Himalaya. Cuenta que trabajó en una clínica abortista. Era la encargada de coger la mano de las mujeres en el quirófano. Coger la mano. No mirarles a los ojos. Eso no. Un día vio la perfecta forma de un pie entre los restos que tenía que llevar a la trituradora. Se hundió. En la caída lo fue perdiendo todo: trabajo, matrimonio. Sintió que era útil cuando la tragedia de un terremoto destruyó Nepal, y se fue. En ese deambular llegó donde las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa. Fue su renacimiento. Aconsejo ver su testimonio a todos los que piensan que el aborto es una conquista social, un signo de progreso.

«Amar hasta que duela», decía Madre Teresa. A la mujer del piloto se le vino el mundo abajo cuando a su marido le detectaron un tumor cerebral. Lo que parecían migrañas era el último tramo de la vida. Operar. Sin esperanza. Hasta que llego el signo: vaya a Orlando. El signo a veces se percibe como una mano que te aprieta la garganta. El médico de Orlando, el cirujano, era indio. Limpió el tumor y cosió sesenta grapas, como si la cabeza del piloto fuera un balón de rugby abierto en canal. Sigue vivo. El milagro no es el piloto, sino la transformación de la vida de quienes le rodean.

La dirección

Es la misma mano que sientes en la garganta durante toda esta intensa película. No hay voz en off. Hablan los que transportan la luz de Madre Teresa. El acierto del director está en desaparecer. No hay rastro de su presencia. Ha conseguido que entre los testimonios y el espectador no haya ruido, no haya traductores ni intermediarios. Los que hablan hablan desde el corazón. No es la economía, no es la tecnología, no es la técnica, no es la política lo que transforma el mundo. Es el abrazo, el amor, el perdón, la verdad, y la exigencia y el trabajo colosal de cada uno de nosotros.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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