Pues un lunes más, nos desayunamos con la actualidad más candente, y en este caso, la actualidad son las elecciones al parlamento catalán 2021. Es habitual, incluso lógico, que cada partido tenga una opinión sobre lo que ha ocurrido en las urnas. Incluso daría por bueno que cada uno valore los resultados según el color del cristal con que los miran, pero visto desde fuera, sin los condicionantes que acarrea la militancia e incluso la responsabilidad de dirigir los partidos, solo hay un resultado cierto, tan lógico como las matemáticas que se derivan de la participación ciudadana, esto es, los votos.
Votos y órdenes
Decía Charles Bukowski que “ la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes “. Cierto. En democracia puedes votar, pero, sin menosprecio de épocas pasadas, actualmente, tras votar, el poder que se otorga al gobernante es absoluto.
Esto viene a demostrarse, particularmente, en estos casi dos años locos que llevamos gobernados por la ultraizquierda. Y lo digo así, porque así es. Del mismo modo que, durante el reinado de Felipe IV fue realmente don Gaspar de Guzmán, el conde-duque de Olivares, quien movió los hilos y llevó las riendas de la política nacional, actualmente, durante la presidencia de Pedro Sánchez, ( me perdonarán ustedes que le apee el tratamiento de Don ), quien lleva las riendas, el látigo y las espuelas es el primoroso Valido, Pablo Iglesias, vizconde de la villa de Vallecas.
Pero no es, precisamente, el gobierno de España lo que hoy me ocupa y preocupa. Viendo, esta mañana, el diagrama resultante de las elecciones de ayer, se evidencia algo que es tan claro que podría saltarte a los ojos desde la página o la pantalla donde lo estés consultando. Hay un partido, representado en verde, casualmente el color de la esperanza para más ende, que de no obtener representación hace cuatro años, pasa a tener once escaños. No es la primera vez que Vox inaugura su casillero en unas elecciones con un resultado más que potente.
Orden y estabilidad
Por otro lado, hay un partido, representado en azul, color asociado a la estabilidad y el orden, que hay que mirar con gafas de cerca para encontrarlo en el diagrama. Es cierto que solo pierde un escaño, ya que el PP siempre ha sido un partido residual en Cataluña, pero se queda así, residual.
Y después está el partido representado en naranja, color asociado a, no sé, un cesto de mandarinas. A estos hay que buscarlos con monóculo, porque si nos acercamos al enorme espacio vacío que han dejado los votos perdidos y les llamamos a gritos, el eco nos devuelve “ Ciudadanos! …anos! …anos …anos. Y, la verdad, queda feo. Es normal lo de ciudadanos.
Lo podemos comparar a esas actividades culturales extraescolares que promovían, años atrás, los institutos, para general alborozo de la turba estudiantil, que ese día no tenía clase. Esto consistía en coger a un buen número de chavales y chavalas ( esto hay que decirlo así, no vaya a ser que se ofenda Irene Montero y no aparezca en casa hasta pasado mañana, sola y borracha ). Bueno, a lo que iba, cogías a los chavales, y a las chavalas también, llenabas dos autocares y te los llevabas al teatro, abarrotando la sala para ver, por ejemplo, La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca.
Las cosas claras
Mucha risa, mucho escándalo, mucho entusiasmo entre el público, pero había dos cosas claras. Una : La mayoría estaban allí porque tocaba, y por supuesto no tenían ningún interés en conocer dicha obra, ni salían del teatro sabiendo más que cuando entraron. Dos : una vez visto el resultado, casi todos dudaban de volver a una representación de Federico García Lorca. Es más, dudaban de volver nunca al teatro.
Pues esto es extrapolable a los votantes de Ciudadanos. Partiendo de la base que a Ciudadanos les vota, preferentemente, el votante de centro, tenemos que colegir que a ciudadanos le vota aquel tipo de votante al cual la política le resulta indiferente, carece de ningún tipo de interés, pero, por responsabilidad con el sistema, por echar el rato y porque al lado del colegio electoral hay un bar que pone unas tapas cojonudas, finalmente decide acudir a votar.
Digo esto, porque un votante de centro es como un patín sin ruedas, un cocido sin garbanzos, un girasol a la sombra un pan sin sal. Pero vamos a ver… ¡ Que somos españoles !. Nosotros necesitamos tener en frente alguien a quien partirle la cara, a veces literariamente y otras muchas literalmente. ¿ Quien es el enemigo de un votante de centro ?.¿ Winnie the Pooh ?. En España, esta bendita España, la política no es para pusilánimes y un militante de centro en unas elecciones en como un Hare Krishna repartiendo amapolas en un combate de boxeo, y en el ring. Se va a llevar con seguridad una ostia que, por otro lado, no era para él.
Un globo en el aire
Pues, perdido el interés, o, por el contrario, ganado. Y vistos los resultados de los comicios anteriores en los que Ciudadanos fue, sin duda, el partido más votado, cosa que no es extraña en una tierra tan pusilánime como Cataluña, esto ha hecho que los votantes de ciudadanos se difuminen como las extrañas moscas que John Coffey, interpretado magistralmente por Michael Clarke Duncan, expulsa por la boca en La Milla Verde.
” Mira como se lleva el aire el globo naranja, papá”.
“ Si hijo. Y cuando llega muy arriba, ¡ Explota !”. Boum!!!
Adiós Inés, Inesita. Dedícate a otra cosita.
Por todo esto, el insigne Pablo Casado, comandante en jefe del Partido Popular, o sea, el PP, en uno de esos momentos de insomnio que le debe provocar la responsabilidad de ser la cabeza visible de su partido, cabeza que, por otro lado, es la primera en rodar cuando chocan las espadas, debió de deducir, ya hace meses, que todo ese voto pusilánime y desnortado que había saltado de la explosión de Ciudadanos, como metralla, podía recogerse con las redes adecuadas e incorporarse a los fieles del PP, para mayor gloria del partido y mayor loa de sí mismo.
A tal fin, y como buen capitán de su barco, llamémosle, “ El Albatros Azúl “, agarró con firmeza el timón, con el fin de propiciar el viraje al centro que sería su salvación, sin tener en cuenta que en tan brusca maniobra le zozobraban por estribor miles y miles de votantes de derechas, que, ante la falta de buque, se iban a subir a la planeadora verde que pilota Abascal.
Así que ayer, en Cataluña, la planeadora Verde le ha dado una pasada terrible por la derecha al albatros azul de Pablo que, desnortado y despeinado por el viento que el adelantamiento ha provocado, va, definitivamente, a la deriva. Quede, como reflexión, que cuando te olvidas de cuáles son las preferencias e ideales de los que, históricamente, te han sostenido, te vienes abajo como un castell mal asentado y todos aquellos votantes de derecha que hasta hoy te sustentaban, buscan una nueva enxaneta para coronar el suyo.
Si el PP quiere ser centro, a la derecha española solo le queda una opción. Para bien, o para mal.
Verde, que te quiero verde…

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