Siempre que el verano despunta por el horizonte, como en estas fechas, me vienen a la cabeza los recuerdos de veranos pretéritos, con sus días luminosos, su olor a hierba cortada y al cloro de las piscinas, las chanclas, la crema solar que mi madre nos aplicaba y, sobre todo, los domingos en familia. Si tengo que elegir qué recuerdos viajarán conmigo al más allá, sin duda estos domingos de los veranos de infancia compondrán varios capítulos.
Me acuerdo muy bien, nítidamente, de que mis padres trabajaban hasta el sábado, ya que tenían un comercio, pero, una vez echado el cierre, sabían disfrutar al máximo de su tiempo, incluyéndonos, en la mayoría de los casos, a mi hermano y a mí. Siempre pensando planes divertidos, junto con mi tía Julita, Eduardo y mi primo Edu. Cuántas veces habremos acudido a la casa de campo, a los merenderos, con las tortillas de patata o los filetes rusos y esa sandía, tan colorada, que sabía a sandía, dulce, acuosa y, por supuesto, con pipas.

Ahora, también las sandias son trans. Transgénero, quiero decir o se han hecho la vasectomía para no producir pipas. Los domingos, también, solíamos acudir a la casa en Carabaña de mi tío Juan, al que ya por desgracia no tenemos entre nosotros. Te Extrañaré siempre, tío. Allí, como unos inconscientes, nos juntábamos más de veinte personas, entre tíos y primos, ¡ y sin mascarillas ! . Las tías y las primas también venían, claro, pero yo el lenguaje inclusivo me lo paso por los huevos, o por las huevas, por si hay alguien de Podemos entre mis lectores, no se vaya a ofender.
Ahora la tabla de géneros se parece a la tabla de los elementos periódicos, por opciones y siglas que, como en el caso de la química, no entiende ni Dios. La igualdad de oportunidades que le estamos arrebatando a las personas mayores de llevar una vida autónoma es un crimen contra la humanidad. El que no esté de acuerdo, que se concentre en Colón; o en Galapagar, al gusto.
Al salir de Madrid, mi padre nos compraba unos tebeos en el quiosco que había debajo de casa. Ahora, cada vez hay menos quioscos. Con la incursión de la prensa on-line, leemos las noticias en el móvil. Así nos va. Pero la sensación que produce bajar al trastero de tus padres y abrir una caja llena de Mortadelos que lleva 20 años cerrada, eso no tiene precio.
El otro día, limpiando precisamente el trastero, apareció en una bolsa que yo creía vacía un ZX Spectrum. Impecable. Casi me da un pasmo. Fue como abrir una caja de madera y hallar el Santo Grial. Con ese ZX Spectrum pasábamos horas jugando en casa con los amigos. Por fortuna, también jugábamos a juegos de mesa, veíamos videos de tortazos en la televisión, que estaba muy de moda y, cuando bajábamos a la calle, montábamos en bicicleta.
Bien pensado, el ZX Spectrum fue el principio del fin. El precursor de la maldita Play que tanto tiempo y experiencias ha robado a nuestros hijos. Si un día pasan con el coche por la calle Cea Bermúdez y les cae encima una Play 4, no busquen al culpable; Soy Yo. Ahí tienen mi twitter ( @julioml1970 ) para reclamar. Tengo seguro. No será la primera vez que he hecho el amago de lanzarla por el balcón. Cualquier día se me olvida tomar el Orfidal y tenemos lío.

En mi modesta opinión, éramos infinitamente más felices que nuestros hijos lo son. No digo que pasásemos privaciones. En mi caso, muy al contrario, estábamos a la vanguardia. Todos y cada uno de los nuevos aparatos electrodomésticos llegaban a mi casa casi inmediatamente. La televisión más moderna de la época, el video vhs, su sustituto el DVD y la cámara de video; recuerdo muy bien una Panasonic de vhs compacto que era la envidia de todos mis amigos y con la que pasábamos horas y horas grabando chorradas que guardo como si fueran el tesoro del Rey Salomón. La inmediatez ha provocado la desidia y el aburrimiento de nuestros hijos.
Recuerdo cuando algún grupo de la movida sacaba un single. Tu lo oías en la radio, flipabas con el temazo y te apostabas, con una cinta virgen de esas de TDK en el cassette, con el dedo sobre el botón rojo del REC, para grabarlo en cuanto volvieran a ponerlo. Cierto es que muchas veces se colaba Fernandisco en la grabación, pero, qué coño. Eso le daba categoría.
Ahora, con el Spotify y el Youtube y no sé cuantas páginas más que, afortunadamente, desconozco, lo quieren y lo tienen en el acto. Son la generación del lo quiero, lo tengo. No saben lo que es la espera, la paciencia, que dotaba de un valor añadido a todo lo que obtenías después de haberlo deseado un cierto tiempo. Por eso triunfan tanto aplicaciones como meetic, tinder y supongo que muchas más que no tengo el gusto de conocer. Estas generaciones no tienen paciencia ni para follar. Había que decirlo. Pues volviendo a los que hoy interesan, a nuestros padres y sus coetáneos, deberíamos ser conscientes de que, como las cotorras argentinas, para ellos hemos sido una especie invasora, cambiando su hábitat hasta hacérselo hostil.
Ahora, para pedir cita en el médico, hay que hablar con un robot. Si, si, un robot, que te pide una serie de datos y opciones que, si bien para una persona de cincuenta años como soy yo, casi en plenitud de facultades físicas, pueden ser sencillas de ejecutar aunque, como me ocurre a mí, odies el siglo XXI, para personas como mis padres, ya en los ochenta y bastantes y con serios problemas de audición, son la cima del Aconcagua, imposibles de ejecutar.
Y entre tanto, sujeten las llaves de su destino. Con fuerza, si aún están a tiempo. Quieren echarnos de nuestras vidas, pero a mí de mi casa solo puede echarme Dios.
Si van al banco, ya no hay ventanilla. Para manejar dinero, al cajero. Hoy los bancos quieren que trabajemos para ellos y encima paguemos por sus servicios, como el sastre de Campillo, que cose gratis y encima pone el hilo. Yo, la verdad es que cuando veo a las ministras de la señorita Pepis que ahora nos toca sufrir hablando de igualdad, me tengo que descojonar.
La igualdad no solo abarca la diversidad de género, que por cierto, antes era masculino y femenino. Ahora la tabla de géneros se parece a la tabla de los elementos periódicos, por opciones y siglas que, como en el caso de la química, no entiende ni Dios. La igualdad de oportunidades que le estamos arrebatando a las personas mayores de llevar una vida autónoma es un crimen contra la humanidad. El que no esté de acuerdo, que se concentre en Colón; o en Galapagar, al gusto.
Decía Joan Manuel Serrat, el Nano, en su infinita inteligencia crítica “ que las manzanas no huelen, que nadie conoce al vecino. Que a los viejos se les aparta después de habernos servido bien. Que el mar está agonizando, que no hay quien confíe en su hermano. Que la tierra cayó en manos de unos locos con carnet “.
La biblia según San Joan Manuel Serrat. 12:14.
Si nosotros estamos apartando así a los que dieron su vida por nosotros, ¿ qué podemos esperar de los que habrán de ser nuestra apoyadura ?. Entre el inmenso salto generacional, en modo de vida y valores, y el pragmatismo que invade la sociedad, la ley de eutanasia va a ser un chiste para lo que veremos en veinte años.
¿ Han visto la película “ La isla “, de Michael Bay ?. Pues no la vean. Pero, sobre todo, no se la pongan a sus hijos. No les den ideas. Y entre tanto, sujeten las llaves de su destino. Con fuerza, si aún están a tiempo. Quieren echarnos de nuestras vidas, pero a mí de mi casa solo puede echarme Dios.
Bueno, o mi mujer.
Sean felices, pero no tanto. Miren a su espalda, vigilen, no se fien…

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