«El plan» es la historia de tres perdedores, Paco, Ramón y Andrade, tres amigos que llevan en paro desde que cerró la empresa de seguridad en la que trabajaban.
Son las nueve de la mañana y han quedado para ejecutar un plan. Varios contratiempos les impiden salir de casa, y poco a poco se van viendo envueltos en una serie de incómodas discusiones que irán derribando sus muros y arrancarán sus máscaras cambiando para siempre su amistad.
Su productor Nacho Lacasa, comenta que «tras el éxito de Ozzy, decidimos apostar por combinar proyectos de mayor potencial comercial, con otros más comprometidos. A esta línea pertenece El Plan, un proyecto que, antes de llegar a ser la realidad que es hoy, ha contado con las Ayudas Selectivas del ICAA, y ha pasado por la Ventana del Cine Madrileño y Ventana Sur de Buenos Aires».

Y es que, desde su génesis, ha atraído un enorme interés de todo el que se ha acercado a él, empezando por el privilegiado elenco de actores con el que cuenta. La apuesta que han hecho por esta película Antonio de la Torre, Raúl Arévalo y Chema del Barco, es tan valiente como brillante, dejándonos unas interpretaciones realmente memorables. Y en eso ha tenido mucho que ver su director, Polo Menárguez, que además de extraer hasta la última gota del talento de estos grandes actores, ha logrado que la película se mueva en un tono muy particular, entre la comedia y el drama, que seguro no va a dejar a nadie indiferente.”
Según comenta su director, Polo Menárquez, «La primera vez que vi El plan en el teatro Marquina salí profundamente conmovido por el texto de Ignasi Vidal y con una idea flotando en mi cabeza: en aquella historia había una película que quería hacer. Durante años había explorado a través de diferentes cortometrajes las realidades de personajes que andan encerrados en sí mismos, custodiados por sus propios demonios y en atmósferas claustrofóbicas. A casi todos esos personajes, hombres, o mujeres afectadas por hombres, les afectaba la realidad de su identidad masculina. Bajo el texto de El plan, de cuya superficie podemos extraer que es solo una historia de perdedores, se esconde un trasfondo sobre esas prisiones psicológicas que muchas veces habitan en el interior de personajes en lucha constante con su propia identidad», concluye.