‘Humano, más humano’ la filosofía del más adentro de Josep María Esquirol

Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita. Josep María Esquirol. Editorial Acantilado

Humano, más humano parte de Nietzsche para tomar un camino diverso. Parte del filósofo del «demasiado humano» para quitarle el martillo con el que filosofaba, el martillo de la demolición, y dejarlo a un lado del camino. El itinerario de Esquirol es bien otro. No lo basta lo humano del primer término, quiere más, quiere llevarlo más adentro, explorar las posibilidades de sentido que ofrece. Las otras, las posibilidades del superhombre, recuperadas en el tiempo presente por el transhumanismo, no nos prometen ni bien, ni verdad, ni afecto, ni cuidado, ni abrazo ni esperanza. Humano, más humano, es un libro de sabiduría de los próximo, de filosofía serena, poética, que se apoya en Lévinas y en Simone Weill, en Miguel Hernández o en San Juan de la Cruz.

Humano más humano
Portada de Humano, más humano, de JM Esquirol

Cortos de humanidad

En los primeros compases de Humano, más humano, Esquirol apunta a una crítica a las «golosas promesas» de un transhumanismo que nos promete un más allá en la tierra. Y se fija en el discurso que las adorna, para terminar con una exclamación: «¡Qué paradoja más triste: aspirar a y confiar en llegar más allá de lo humano y quedarnos cortos en humanidad». El horizonte más importante, no se encuentra más allá sino más adentro. Más al fondo de lo humano.

Con esa premisa, Esquirol apunta a la elaboración de una filosofía que tiene como principales conceptos el alguien, concepto principal de lo humano, que se encuentra en situación de intemperie, expuesto a la herida infinita (como experiencia de la vida humana) que da sentido a su acción y que se reencuentra con el horizonte, que es la espera. La suya no es una filosofía de atalayas y de cimas, sino de proximidad, un pensamiento «hermanado», que se inspira en la forma del amor que funda Francisco de Asís. Una filosofía que ya ha superado la fase del martillo para entrar en la de los clavos, la cola del carpintero y la ingeniería de los puentes.

El otro y la promesa

Humano, más humano, propone una filosofía de lo poco: lo poco es mucho. Su primera frase, su pórtico, proclama: «se necesita poco para vivir. Pan y canto». Ese poco no un canto a la pobreza de la austeridad más desprendida, eso poco significa lo esencial. Esquirol busca en su texto el núcleo de lo humano: el nombre inscrito en un ser que lo hace único. Un ser capaz de prometer. Pero recuerda que a Nietzsche, cuando distinguió lo humano como la capacidad de promesa, olvidó al otro, el ser al que se dirige la promesa.

Para Esquirol lo humano no es el ser cerrado, sino abierto, el sensible frente al insensible, el cálido frente al frío, «sensibilidad, altísima y honda. Un sentir redoblado: he aquí lo humano». El ser humano es «alguien, que tiene nombre, herido por lo infinito». Una herida que es un cruce cuatro, un aspa: «a la herida de la vida cabe llamarla gusto; a la del tú, amor; a la de la muerte, angustia; y a la del mundo, asombro». Una herida infinita, que provoca una necesidad insaciable de consuelo. Sobre esa experiencia humana, Esquirol construye una poética del buen hacer, de «hacer la verdad», una filosofía del cuidado de lo humano como un movimiento radical.

Las palabras que perdimos

Es también una filosofía con acento conservador. En la labor de reconstrucción, el pensamiento echa de menos lo que se hundió con la demolición. Abandonar el martillo tiene su resultado en palabras como estas: «hay que estar ciego para no advertir lo importante que es mantener lo que hemos sido capaces de crear. A pesar de la huida hacia adelante que caracteriza nuestra época, que todo lo hace indoloramente caduco, por suerte tenemos todavía algunos indicios de que la pérdida de viejas palabras es algo que sigue apenándonos».

La de Esquirol es una filosofía que busca generar sentido, de lo próximo. De lo humano, que identifica como dulzura, frente a la frialdad de lo inhumano. Piel fina y corazón grande para concretar la existencia, construye puentes y mantiene la esperanza a pesar de que las desgracias no dejan de crecer. La de Esquirol es una filosofía que va en la dirección de un humanismo cercano, cálido, afectivo, dulce y próximo. Y que se queda a un paso de la trascendencia. Arrojado el martillo al contenedor, comienza a disolverse aquella proclamación, soberbia y prematura, de la muerte de Dios.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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