La guerra de Ucrania: Rusia, el regreso al pasado

La guerra de Ucrania devuelve a Rusia al aislamiento internacional. Mientas una columna de blindados e infantería avanzaba hacia Kiev, Rusia se sumía de nuevo en el pasado: pobreza, desconexión bancaria, alejamiento de los mercados internacionales, fuga de empresas occidentales. Ya no se trata de que los rusos puedan comprar vestidos en la via Manzoni de Milán o joyas en la place Vendôme de París. Ahora ven cómo Volvo deja de exportar coches, Disney suspende sus estrenos, y los productos de alimentación son locales. Finantial Times recoge las quejas de algunos consumidores rusos que se lamentan de que no pueden dar a sus mascotas el nutritivo pienso que llegaba de Alemania o de Francia. Una pena. Mientras, siguen los bombardeos y los refugiados en Polonia se cuentan por cientos de miles.

Hace unos años, coincidí en una cena con el corresponsal de la agencia de noticias Itar-Tass en Madrid. Se trataba de un joven de 35 años. Le acompaña su mujer, algo más joven. En la cena participaban un eminente médico español y un empresario. Pronto la conversación derivó hacia la situación en Rusia y su pasado. La tertulia entró en un terreno pantanoso. Nuestro amigo ruso manifestó una gran nostalgia de la Rusia estalinista, que obviamente, no había sufrido. «Entonces éramos un país potente, una potencia mundial».

Le recordamos el precio que pagaron por aquella fuerza: una dictadura atroz dirigida por un delincuente paranoico. El ruso despreció el argumento sin despeinarse. Añadimos las obras de Alexander Solzhenitsin: «es la literatura para consumo de europeos occidentales», dictaminó. «La Rusia de hoy, debilitada y encajonada, es la Rusia que le gusta a Estados Unidos y a la Unión europea», sentenció. El tono de su discurso aconsejó un cambio de tema, que alguna de las mujeres presentes en la cena ejecutó con mano maestra. No es cuestión de que una reunión de amigos termine mal.

Aquella conversación nos reveló algo sorprendente: una generación joven, nacionalista, despreciaba la democracia, y estaría dispuesta a entregarla a cambio de un regreso al pasado. Un estalinismo sin comunismo. Al fin y al cabo, para que la élite controle los medios de producción y se enfangue en la riqueza, no hace falta recurrir al marxismo. Esto lo ha ejecutado China con más sabiduría que Putin. Y esto es lo que los dirigentes de Podemos admiran en Putin. En la historia de la infamia hay un lugar para las palabras de Pablo Iglesias en la cadena Ser, cuando aconsejó a los ucranianos que se dejen de heroísmos, porque donde hay un ejército poderoso (el ruso) es mejor entregarse y entregar el patrimonio, el moral y el material.

Los defensores de Putin, entre ellos el siempre airado Juan Manuel de Prada, ponen el acento en las provocaciones de Occidente. Europa y América serían culpables de la disolución de la Unión soviética. Berlín, París y Whasington privaron a los rusos del alma que reside en la catedral de Kiev. El viejo Imperio zarista. Putin sería tan solo un valiente que responde a las provocaciones de la Otan, continuas, es cierto. Eluden recordar cómo Putin ha ido rebañando territorios, cómo provocó una guerra en Georgia para ocultar las consecuencias económicas de la crisis del 2008, cómo se anexionó Crimea por la fuerza, sin que Occidente levantara el dedo; cómo fragmentó territorios de Ucrania con el pretexto de defender a los suyos residentes en esas zonas orientales. Todo le ha sido consentido, sin una queja. Hasta la guerra de Ucrania. El gran error de Europa ha sido el de no construir una posición propia, una relación bilateral con Rusia, sin depender de la política exterior de los Estados Unidos.

Rusia vuelve al pasado con Putin. Y ese regreso tiene un precio para los rusos. El regreso a los tiempos de la tiranía supone cárceles llenas, tiendas desabastecidas, aislamiento internacional, y el abrazo con China. Los rusos que uno conoce se quejan estos días: «no somos orientales, somos europeos». Lo fueron, hasta la guerra de Ucrania. ¿Le interesa a Rusia ser un aliado menor de la China de Xin Pin? NO parece que sea una buena alternativa. En el balance de los mandatos de Putin no hay nada positivo para su país. Ha convertido Rusia, como dijo hace unos días un dirigente occidental, en una gasolinera; una estación de servicio de gas y petróleo, vigilada por un ejército poderoso. Eso es la Rusia de Putin, para desgracia de los rusos.

SALVA UCRANIA
https://youtu.be/DtwyStQx9zY
Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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