Sagitario, una novela breve, una cumbre de Natalia Ginzburg

Sagitario. Natalia Ginzburg. Traducción de Andrés Barba. Editorial Acantilado.

Ginzburg lo tiene todo. Y Sagitario es un ejemplo perfecto de ese todo. Ginzburg es sensible, es inteligente, tiene fuerza, penetración psicológica, ironía, humor. Sabe captar el valor de un detalle, por insignificante que sea. Demuestra una observación poderosa, capaz de identificar cualquier pliegue del alma humana y colocarlo en el lugar preciso del relato, para que tenga el contraste necesario. Nada sobra en sus relatos. Te lleva. Te sabe llevar. Lo hace con naturalidad, sin aspavientos, con ternura, con gracia. Con mucha gracia. Se nota que soy partidario, ¿verdad? Desde Léxico familiar, que leí por vez primera en italiano, hace ya treinta años, no he dejado de leer todo lo que se ha publicado con la firma de Ginzburg. No es adicción. Es la seguridad de que vas a llegar a una verdad sobre el alma humana, y que la vas a alcanzar a través de las pequeñas cosas, de los pequeños gestos, de los detalles. De la literatura.

sagitario

Tomando una frase del editor Einaudi, podríamos decir que Natalia Ginzburg escribía sus novelas con las palabras de todos los días. Cotidianas como el pan o las tareas rutinarias. En Sagitario, la protagonista es una mujer, la voz narradora es otra mujer (su hija) y los personajes secundarios son también mujeres, que aparecen entre sombras, y que vuelven a la penumbra. Como Giulia, esa otra hija de la que sabemos poco, en la sospechamos un corazón que apenas se atreve a salir de la oscuridad, y que, melancólica y tímida, pasa sus últimos años con una sonrisa dibujada en la cara, «la sonrisa de quien prefiere que lo dejen al margen para desaparecer poco a poco en las sombras».

La historia de Sagitario es la de una mujer que se acaba de quedar viuda. «Mi madre compró una casa en un arrabal de la ciudad. Era una casita de dos plantas rodeada de un jardín desaliñado y húmedo. Más allá del jardín había huertos de coles, y más allá de los huertos estaban las vías del ferrocarril». La hija que narra lleva ya tres años en la ciudad. Estudia Letras. Comparte un pequeño piso, da clases particulares y es secretaria de redacción por horas en una revista mensual. Viste jerseys que su madre califica como soviéticos.

La madre es tozuda, reservada, supersticiosa, y sueña con poner una galería y alternar con la vida intelectual de la ciudad. Una vida que nunca llega a encontrar. La vida de la madre es una continua decepción. La boda de su hija Giulia con un médico judío, bastante mayor que ella, es otra renuncia. Ha renunciado a todos sus sueños. Pero nunca al de la galería.

Las mujeres de las novelas de Ginzburg son solitarias, viven en una madeja de resignación, habitan vidas pequeñas, tienen sus pequeños sueños que dan luz a sus vidas, pero son ilusiones inalcanzables: cuando las van a tocar, se desvanecen. Asisten en silencio a la vida de los hombres, que son caprichosos, que se ríen, al fondo de la habitación, como si se mofaran de los sueños ridículos de ellas. En alguna escena de Sagitario, cuando la galería ya tiene un local, los hombres hacen bromas, y la madre se marcha, descompuesta y huraña. Las mujeres se dejan llevar, como esa Barbara, la hija de Scilla, que se casa resignada con un siciliano celoso, hijo de una familia arcaica que quiere, ante todo, una novia siciliana.

La mentira en Sagitario, novela escrita en 1957, está encarnada en otra mujer: Scilla. En Ginzburg unos engañan, otros creen los engaños. Necesitan creer para seguir viviendo. Pero nadie es feliz. nadie alcanza la dicha. Ginzburg unió en un solo volumen tres relatos. Sagitario es el primero, luego vinieron El camino que va a la ciudad y Las palabras de la noche.

Ginzburg escribió que estas novelas las había escrito apra ser un poco menos infeliz, pero luego reonocía su error: «nunca se debe encontrar en la escritura un consuelo». Lo cierto es que el lector, feliz o no, desconsolado o no, tiene la oportunidad de entrar a través de una autora de apariencia sencilla en la gran literatura. Con Sagitario, con Las pequeñas virtudes, con Léxico familiar, o con cualquiera de las obras, autobiográficas o de ficción, de Natalia Ginzburg.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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