Sergio Ramírez nos recibe en su casa, en el Madrid de Baroja, el que baja hacia el Manzanares, o el que sube hacia el Rastro. Es un piso luminoso, con un pequeño despacho en el que pasa las mañanas escribiendo. Se presenta ante la audiencia del podcast como nicaragüense y escritor, como afirmando la condición nacional ante la declaración del tirano Ortega de privarle de la nacionalidad. Los últimos movimientos del tirano han sido un capricho absurdo: expatriaciones y bienes y propiedades confiscados a los que escriben contra él en la prensa internacional. Ortega representa la confirmación del temor de Ramírez, expresado en ‘Adiós muchachos’, aquellas memorias de la revolución: que Nicaragua caiga una y otra vez en el caudillismo familiar, antes los Somoza, ahora los Ortega.

-Desde hace unas semanas, privado de nacionalidad.

Sergio Ramírez.-No es posible que te roben la nación. Es un derecho de nacimiento. Ningún dictador te puede quitar esa condición. Incluso las leyes internacionales proscriben esta pena de que te quiten tu propio ser. No le doy ningún valor en términos legales, y en términos de lo que yo soy, tampoco.

-¿Es un gesto de fortaleza o debilidad de la dictadura?.

Es un gesto de debilidad, dentro de la debilidad general de lo que significa perseguir un proyecto imposible. Toda la oposición visible ha sido privada de nacionalidad: defensores de derechos humanos, dirigentes políticos, escritores, artistas, periodistas. Es borrar de un plumazo a toda la oposición, sacarla del país, quitarla la nacionalidad. Se debe inscribir dentro de otras medidas como perseguir a la iglesia católica, encarcelar a obispos, sacerdotes, descabezar a la empresa privada, cerrar todos los medios de comunicación del país, abolir los partidos políticos, que están prohibidos en Nicaragua. Indica un camino totalitario hacia un estado del modelo de los años sesenta. Como si Ortega no hubiera salido de ese tiempo y quisiera copiar el modelo cubano de los años sesenta. Yo creo que incluso Cuba lo que menos querría ahora es volver a ese modelo. Este retroceso mental es una debilidad en si misma porque no puede sostenerse. Medidas represivas como estas solo demuestran que, habiendo perdido todos los consensos, se quiere establecer un estado policíaco sin más regla que la represión.

Sergio Ramírez

-¿Cómo se puede ejercer ese poder tiránico en este tiempo?

Es anacrónico. es muy anacrónico. No es una dictadura sino una tiranía. Las dictaduras tienen reglas exactas que se cumplen dentro del estado dictatorial. Pero esta es una tiranía sujeta al capricho y a la improvisación. Se dictan las leyes una vez que se toman las medidas para justificar las medidas arbitrarias que se han tomado. Esta medida de la desnacionalización se impone a los prisioneros políticos una vez que se les ha dado un pasaporte para sacarles del país, luego se los decreta apátridas, olvidando que las leyes no tienen efectos retroactivos. Es un desbarajuste jurídico, porque se impone el capricho, dentro de este parámetro general que es el de la supresión de todas las libertades y garantías para componer un estado aurocrático.

«Las instituciones han sido reducidas, igual que en tiempos de Somoza, a la obediencia, todas son apéndices del poder central»

.-¿Qué estructura tiene ese estado autocrático?

Una estructura muy sólida, represiva, formada por mandos del ejército, de la policía, agentes operadores en todas las entidades del estado, control de los barrios, control de la opinión, miedo, persecución. Desde la amenaza de supresión de pasaportes y encerrar a los que están dentro a no dejar entrar a los que están fuera. Supresión de becas en las universidades, de cargos, y hasta del seguro social. Los prisioneros enviados a Estados Unidos y los declarados apátridas hemos sido despojados de nuestras pensiones, lo que es absurdo porque el seguro es para personas que en su vida laboral aportaron.

-¿Qué papel juegan los Estados Unidos, el Vaticano?

La administración Biden cree, como cree el Vaticano, que a Ortega en algún momento se le podrá llevar a la mesa de diálogo. Yo no lo creo. Y luego el Vaticano ha guardado silencio o ha hablado tímidamente incluso cuando tiene en la cárcel, condenado a 24 años de prisión a un obispo, cabeza de una diócesis importante del país. Hay 17 curas exiliados, otros siguen presos, las procesiones están prohibidas, el culto perseguido. El Vaticano trata con guantes de seda esta posición, y las actitudes de la Iglesia son para mi muy desconcertantes. Ortega ha suprimido todas las organizaciones jurídicas no gubernamentales. En Nicaragua funciona Caritas, y los obispos, adelantándose al gobierno, piden que se suprima la personalidad jurídica de Caritas Internacional!! Acaban de cerrar dos universidades católicas. Es desconcertante lo que el Vaticano espera. El nuncio apostólico ha sido expulsado del país…..

-En ‘Adiós, muchachos’ aludes al riesgo del caudillismo familiar.

Creo que sobre la historia de Nicaragua gravita el mal de raíz, que es la debilidad institucional. Es fácil deshacer las instituciones. La voluntad de los caudillos se impone siempre sobre las instituciones que echan raíces y son arrancadas de cuajo. Es lo que ha ocurrido en la historia de Nicaragua. La historia se cuenta por tres caudillos: Celaya, Somoza y Ortega. Celaya tuvo la constitución más libre del país. A la semana de su vigencia se suprimió. Celaya se fue reeligiendo hasta que fue derrocado en 1909. Luego viene Somoza, que comienza con otra constitución, en 1939. Y en los transitorios de la Constitución se le da el poder por diez años. Y Ortega lo mismo. La constitución del 87 tiene grandes principios democráticos pero Ortega pasa por los principios para garantizarse la reelección a perpetuidad. Las instituciones han sido reducidas, igual que en tiempos de Somoza, a la obediencia, todas son apéndices del poder central.

-¿Cuándo cambia Ortega, cuando pierde las elecciones?

Si, el cambio radical de Daniel Ortega comienza cuando pierde las elecciones y no acepta el resultado porque piensa que las elecciones son la imposición de los Estados Unidos.

-Visité Nicaragua en la segunda visita del papa Wojtila. En la primera os dijo que erais jóvenes y ya aprenderíais. ¿Qué significado le das a aquella frase?

En papa tenía en ese tiempo un sentido didáctico. Tenía la fortaleza de la experiencia de Polonia, y que Nicaragua tenía ese espíritu que él podía domesticar, como Polonia. Entraba dentro de su pensamiento de la guerra fría, y tenía una tarea que cumplió. Creo que pensaba que tenía un papel que jugar en la transformación del mundo.

-¿Qué queda de la iglesia de la teología de la liberación?

Quedan dos o tres curas fieles a Daniel Ortega, vergonzantes. Son remanentes, como él mismo, de una revolución fracasada. Ellos mismos son también remanentes de un proyecto que nunca cuajó. La teología de la liberación nunca pegó en las bases del catolicismo, que siguieron fieles a Roma.

-Este es tu segundo exilio, ¿en qué se diferencia del primero?

En la edad. En el primero tenía muchas ganas de volver a luchar contra Somoza, y me impliqué en las conspiraciones para derrocar a Somoza. Ese espíritu hoy no lo tengo. Tengo un papel crítico como escritor e intelectual pero no como activista político.

-¿Te arrepientes de haberte dedicado a la política?

Cualquier reflexión hacia el pasado no resuelve nada. La vida es una trenza de acontecimientos y el péndulo de mi vida ha ido desde que me fui a Berlín como escritor, pero en el 75 decidí que era hora de implicarme en la lucha contra Somoza, dejé de escribir, renuncié a la escritura, luego volví, y luego con la derrota del 90 me sentí liberado, quise volver a la escritura, pero quedé enredado en la disidencia con el sandinismo, hasta que en el 96 salí de la política y no volví a ese tipo de política activa. Me dedico a la escritura desde el 96, a pesar de las vicisitudes que la política me provoca. Estar ajeno a la política es imposible.

Dejar respuesta

¡Deja un comentario!
Nombre