Sicilia: de los griegos a la Cosa Nostra

Un viaje por Sicilia, la isla que condensa la historia del Mediterráneo

Hay libros que son una estación. Y la Sicilia de Norwich es el verano. Sicilia son los griegos, es Roma, son los cartagineses y sus tres guerras púnicas, tres. Sicilia es la Odisea, la Eneida. Sicilia son los árabes, los extraños normandos, algunos catalanes también, por ser españoles, los reinos borbones, el Gatopardo y la Cosa Nostra, el desembarco aliado en la Segunda Guerra Mundial, Corleone y el crimen. Sicilia es un lugar donde confluyen todas las fuerzas del Mediterráneo y algunas más. Goethe, que era un viajero, dijo que Sicilia es la clave de todo, como si se tratara de la piedra crítica de un puente, o de la balsa central de un lago, que sin Sicilia se iría por sumidero de la irrelevancia. La Sicilia de hoy es el resultado del paso de todas las civilizaciones, el punto de coincidencia de todas las tensiones de ese centro del mundo que fue el Mare Nostrum. Todos la codiciaron. Recuerden a los púnicos de Cartago, que comenzaron aquel ciclo de guerras con la ambición de controlar la isla, para acabar, después del tercero de los conflictos, arrasados por el fuego y la sal del imperio romano.

Dicho todo esto, vamos con el libro de Norwich. A Norwich le debemos grandes tardes leyendo la historia de Venecia, la de Bizancio o a la del mar Mediterráneo. Es un ejemplo más de buen historiador, y extraordinario divulgador. Sabe atrapar al lector en la primera página y no lo suelta hasta la última. Y uno le da las gracias por ser tan buen narrador, tan ameno. Norwich murió en 2018 pero nos ha dejado una obra como para seguir disfrutando de su conocimiento durante unos cuantos años más. El Reino Unido ha tenido como tradición un cuerpo diplomático en el que han destacado sabios eruditos que han sabido transmitir pasión por la historia y sus lugares.

Limones y pistachos

Sicilia sigue siendo una de las islas más admiradas, quizá la que tenga un mayor poder de evocación. Y sin embargo se trata de una desconocida. Evoca la Grecia de Platón y los grandes relatos clásicos, la Roma clásica, y la llegada de los árabes, que la codiciaron hasta conquistarla en 965, para dominar las aguas centrales del mar, y llenarla de limones, naranjas y pistachos. Sicilia fue después tierra normanda, asaltada por mercenarios que apreciaron el mestizaje de la cultura siciliana, el legado de los bizantinos y la huella de los árabes. No se pierdan, si no la conocen, la historia de Federico II, ese hombre al que se denominó como Stupor Mundi, por el asombro que despertó su reinado en Silicia: un personaje culto, políglota, mecenas de las artes.

La expedición de Garibaldi

Y luego los españoles, los Borbones, con su afán reformador, su impulso del desarrollo económico y cultural, con su barroco. Y ya en el siglo XIX Garibaldi y la expedición de los Mil con la que comenzó la larga marcha de la unificación que culmina en 1861. Para entonces ya existía una mafia incipiente, una forma de proteger la propiedad contra los bandidos, una organización que ser iría desarrollando a medida que el poder político perdía capacidad de resolver los problemas. La mafia tiene un declive con Mussolini, renace con la ocupación aliada, y tiene su apogeo en la crisis política de la República del después de la guerra.

En fin, un libro veraniego a las puertas del verano, un libro para amar la historia y la Sicilia. Este lector agradece a Joan Eloi Roca que haya traducido la obra del británico sin que la prosa pierda ni un ápice de la fuerza y la pasión con la que escribe Norwich, que es el mejor guía para viajar a la isla sin moverse de casa. Pero uno termina este relato con ganas de comprar dos billetes con un click del ratón. Dos billetes. Solo de ida.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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