Arabia Saudita, visión o espejismo

La encrucijada del Reino del Corán y la espada

Vision or Mirage. Saudi Arabia at the crossroads David Rundell. I.B. Tauris

El viajero que contemple la evolución de Arabia Saudita (llevo viajando al país desde 2012) comprende enseguida que los cambios sociales y económicos del reino son vertiginosos. También los cambios políticos, aunque el poder siga en una sola mano, la de la familia Saud. Pero esa sola mano, que se abrío a la participación en la gestión de la cosa pública durante el reinado de Abdallah se ha vuelto a cerrar, en un camino hacia la autarquía, ahora limitada a la familia del rey actual, Salman bin Abdulaziz y su hijo Mohammed bin Salman. Rundell, ex jefe de misión de la Embajada de Estados Unidos en Riad, firma este estudio que ahonda en el pasado saudí, para entenderlo, explora el presente, complejo y cargado de tensión, y se pregunta con perspicacia sobre el futuro de un país que es clave para la estabilidad en Oriente Medio. Estamos, lectores, ante uno de los grandes libros para entender el reino de la espada y el corán. Vision or Mirage es un libro detallado y profundo, impresncindible para comprender una nación nueva (fue creada en 1932) y de una complejidad que desafía cualquier prejuicio o imagen apresurada.

Vision o espejismo

El autor de Visión o espejismo pasó quince años de misión en el Reino. Tiempo suficiente como para comprender la singularidad del país. A Rundell se le considera el más destacado experto en el mundo saudí, que es siempre un enigma, por mucho que se estudie la complejidad de los equilibrios de poder y la inaudira sociología de un país que ha experimentado, en todos los órdenes, un profundo cambio. Arabia ha pasado en décadas de ser un país sin carreteras pavimentadas que conectaran sus ciudades a sentarse en el G20 con las economías más fuertes del mundo. Y probablemente no existe un diplomático en el mundo que tenga un conocimiento más profundo que Rundell. Conoce a algunos ministros del Reino desde hace más de veinte años.

Fundada en 1932 por el colosal Abdelaziz, que contruyó el reino «con una espada de acero y otra de carne», la actual Arabia Saudita es la tercera edición de un reino que nació por vez primera en la antigua ciudad de Diriya (hoy convertida en museo, cerca de Riad). Un reino formado desde su origen gracias a la alianza entre la familia Al Saud y los seguidores de Abdel Wahab, fundador de la corriente wahabita, una interpretación del Corán rigorista y radicalmente monoteista. La alusión a las dos espadas simboliza las dos estrategias de Abdelaziz para construir la nación: guerras de fundación con las tribus de beduinos que se resistieron a la unificación, y matrimonios con las hijas de aquellos jeques que admitieron su liderazgo.

Tribus y mercaderes

En esas dos claves se juega el equilibrio del poder. Tribus, mercaderes, tecnócratas, clérigos, y miembros de una familia real extensísima son los puntos clave que los sucesivos herederos del fundador de la nación han tenido que manejar con delicadeza y mano izquierda, o con los armas de la fuerza militar cuando algunos de ellos se han rebelado y se han opuesto a las transformaciones. Rundell los conoce, los explica, y detalla su mentalidad y su psicología, no siempre fácil de enteder. Todo ese conocimiento, detallado en una narración plagada de detalles y anécdotas, ilumina el presente y nos ayuda a entender el futuro de una nación que es el centro de gravedad de Oriente medio. Tenga en cuenta el lector, por ejemplo, que la ofensiva terrorista de Hamás del 7 de octubre tiene como finalidad primera cortar el avance de las relaciones entre Tel Aviv y Riad, dos naciones que tienen como enemigo primero a Irán.

vision o espejismo
David Rundell

Arabia Saudí, asentada sobre un mar de petróleo, primer exportador del mundo de crudo, se ha lanzado a una transformación liderada por Bin Salman, que combina la apuesta por una economía nueva que tome el relevo del petróleo, la lucha contra la corrupción, la integración de la mujer en el mundo profesional y laboral, la secularización y un ferreo control del poder. El propio relevo en la corona saudí es una innovación. Heredada hasta ahora entre hermanos, hijos todos de Abdelaziz, la herencia de bin Salman es inédita: es el primer caso en el que la corona pasa de padre a hijo. Arabia Saudita deja de ser una monarquía electiva, de reyes elegidos por un grupo de notables dentro de la misma familia, a ser puramente hereditaria. Y esa operación tiene altos riesgos, como se demostró en la detención de varios miembros de la familia Saud en 2017.

Mohammed bin Salman

Rundell contempla la llegada de Bin Salman como una novedad que contiene esperanzas y riesgos: «el ascenso de Mohammed bin Salman es a la vez esperanzador y preocupante. Es el defensor de reformas sociales y económicas muy importantes. Sin embargo, no tolera la disidencia de quienes se opusieron a sus políticas. Durante la próxima década, Arabia Saudita evolucionará hacia una monarquía más responsable o un estado policial como tantas otras naciones árabes».

De todas las reformas emprendidas por Bin Salman, la más sorprendente para quienes conocían el país antes de la llegada del príncipe heredero, ha sido la presencia de la mujer en la vida pública y en el sistema productivo. Algo esencial para la prosperidad saudí. También para el equilibrio social. Ya en el año 2012 el Reino tenía más mujeres universitarias que hombres. Hoy las mujeres ya son el 40% de la fuerza laboral. Pero quizá la reforma de más calado es la lucha contra la corrupción en todos los niveles, comenzando por la familia real. Antes de ser rey, Salman fue gobiernador de Riad, y demostró que no toleraba la corrupción. Su hijo ha llevado esa máxima a principio fundamental de su gobierno. La creación del Supreme Committee for Combating Corruption, presidido por Mohammed bin Salman, ha hecho que la forma de funcionar de las empresas y la sociedad haya cambiado.

Sin embargo, la apertura política que se inició en el reinado anterior, el de Abdallah, se ha cerrado, y Mohammed bin Salman, príncipe heredero, ha concentrado el poder en una sola mano, y lo maneja con decisión y crueldad. Basta recordar el asesinato del opositor Jamal Khashogi en el consulado saudí en Estambul en octubre de 2018. Su abuelo había sido médico personal del rey Abdelaziz al Saud. Bin Salman no le perdonó la traición. Y aunque ahora el régimen intenta blanquear su responsabilidad, fue un crimen que no se pudo cometer sin su conocimiento y consentimiento.

Pero bin Salman gobierna una población joven, que busca más transparencia y rendición de cuentas del gobierno. Al mismo tiempo, las reformas han desplazado a grupos de poder y actores tradicionales que hoy se encuentran marginados. Ambas tendencias suponen riesgos. El Reino se enfrenta a una revolución social acompañada de grandes transformaciones económicas. Hoy Arabia Saudita es menos estable de lo que era en 2015. Pero la alternativa de un país que involucione hacia el salafismo o que se hunda en guerras tribales es infinitamente más preocupante que la evolución que pueda tener en el presente, aunque esta suponga un refuerzo de la autarquía.

Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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