Botero, 60 años de pintura, toreros, clérigos y bailarinas en Madrid

Madrid está abierto, sí. A pesar del COVID, y con todas las precauciones. Han vuelto los atascos, y han vuelto las grandes exposiciones. En la pequeña región madrileña de la plaza de Colón y Cibeles, entre el Paseo de Recoletos y la Castellana, se abren dos muestras que merecen la pena. La primera es el repaso a la obra y la vida de Miguel Delibes en la Biblioteca Nacional, y la segunda es esta muestra de sesenta años de pintura de Fernando Botero, que se abre en CentroCentro, en el Palacio de Cibeles y muy cerca de esa escultura de una señora de formas rotundas, todocurvas, que retoza en la entrada de la calle Génova, calle que no es precisamente un lugar de solaz y de placeres.

Un arte espiritual

Es un viaje por la obra de Botero. Un pintor que piensa que el arte es espiritual, y que debe servir para descansar de las dificultades de la vida. Como Matisse, que atribuía al arte una virtud musical, la capacidad de que los colores, armonizados como acordes, nos llevaran al terreno de la danza, al mundo de lo decorativo. Tres peces en una pecera nos compensaban de un día de afanes materiales. El arte es espiritual, dice Botero, y llena su mundo de bailarinas gordas, de desnudos adiposos, de toreros imposibles, o de obispos que se bañan con su traje de clérigo.

Botero
The Arnolfini según Van Eyck (2006)

Sesenta años de pintura elimina algunos tópicos sobre la obra de Botero. Primero, los temas de su obra. El primero es Hispanoamérica, que es el asunto central en su pintura. Luego están las versiones que hace de cuadros clave de la historia de la pintura, también los bodegones, y cómo no, sus temas digamos más populares: el circo, la religión y los toros. En todos sus temas, Botero tiene una visión propia. En la muestra se exhiben también sus últimos trabajos, Acuarelas sobre lienzo. Son obras de gran formato. El uso de la acuarela sobre la tela del lienzo da como resultado algo que recuerda a la técnica del fresco: pintura urgente, rápida, sobre una superficie de yeso que se seca en minutos.

Una pintura amable, pero no tanto

Dice Fernando Botero que su pintura es amable, «trata temas amables, como es el caso del arte de pintores como Tiziano, Botticelli, de Velázquez. Sin embargo, aunque predomina la amabilidad y la belleza, no siempre muestran un aspecto optimista de la vida». Sin duda. Vean si no la serie inspirada en la violencia de Colombia, el país de Botero. O la obra en la que reacciona a las torturas en la cárcel de Abu Ghraib durante la guerra de Irak.

Uno de los óleos más famosos de Botero Bailarina en la barra, es la imagen que preside la exposición y sirve como portada para el catálogo de la muestra. En ese tomo escriben Vargas Llosa, la comisaria de la muestra Cristina Carrillo de Albornoz, y Lina Botero, hija del pintor. La Bailarina en la barra fue pintada por Botero en París en el año 2000.

Bailarina en la barra
Bailarina en la barra

El pintor cuenta a Cristina Carrillo de Albornoz cómo surgió esta obra: “Como es costumbre en mi proceso de trabajo, nació de un pequeño boceto que se me ocurrió mientras realizaba otra obra. Pasé al lienzo con el pincel los trazos básicos del boceto y empecé a pintar sin saber qué colorido tendría la obra ni su composición completa”.

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