‘Hablemos de ópera’: ¿cantan las sopranos en la ducha?

Hablemos de ópera. Gerardo Kleinburg. Editorial Turner

Los libros de entrevistas son un género del que los editores suelen huir como los hombres del compromiso matrimonial. Y sin embargo, a veces se dan los milagros. Un buen libro de entrevistas es un festival. Un libro de buenas conversaciones, sinceras y cercanas, es una joya. La condición es que huya de lo solemne, tenga frescura, una mirada curiosa por parte del que pregunta, y una alta complicidad por parte de quien responde. Ya lo escribió Josep Plá: la entrevista es un género que hace uno y cobra otro. Aquí lo cobrado son piezas de diálogo fresco, a veces picante, siempre ágil, de una curiosidad por momentos ingenua, en otras ocasiones profunda. Kleinburg se toma muy en serio a los cantantes de ópera y a los directores de escena. Por eso les pregunta si cantan en la ducha. ¿No es esa la pregunta que nos hacemos todos cuando se trata de ópera?

Kleinburg, el capitán Cousteau de la ópera

hablemos de ópera

Hablemos de ópera nació en la red. Lo primero fue una plataforma digital. Kleinburg reúne en Facebook a más de 42.000 seguidores. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Esa parroquia operística no se reúne sin un motivo. Lo mejor que tiene Kleinburg, lo que le permite conectar, es que ha humanizado la ópera, le ha quitado una solemnidad adherida que no le hacía ningún favor al canto, y la ha puesto al alcance de cualquier aficionado, sea un erudito o no.

Podríamos decir, que le ha dado el mismo aire cotidiano y festivo que tienen la ópera para los aficionados de la Emilia Romagna. Kleinburg es el capitán Cousteau de la ópera. Un narrador, un divulgador, un entusiasta que contagia su pasión. Uno siempre da lo que tiene, y no puede dar lo que no lleva dentro. Esa es la primera regla de la comunicación, y Kleinburg es, sobre todo, un gran comunicador. En los textos de estas conversaciones está presente su espíritu inquieto, curioso, y activo.

¿Y de dónde son los cantantes, que diría Severo Sarduy? Pues los cantantes, según opinión y criterio de los propios cantantes, son seres que un día se descubren como tales. Cantan desde que tienen uso de razón, como confiesa Ainhoa Arteta, que relata las horas finales de Victoria de los Ángeles. Debatían los médicos si hacerle o no una traqueotomía para facilitarle la respiración. Y Arteta les apuntaba que no sería una operación a una persona normal, sino a una cantante. En esos, Victoria se quitó el respirador y se puso a cantar «Si, mi chiamano Mimí». A las horas, Victoria de los Ángeles murió: «ahí te das cuenta de que un cantante es cantante hasta que muere», apostilla Arteta.

A Javier Camarena Kleinburg le aborda por la ducha: «¿canta en la ducha?» Y Camarena responde que no, que prefiere poner el Spotify. Hay que añadir que la mayor parte de las conversaciones de Hablemos de ópera se han desarrollado durante la pandemia, con lo cual es habitual leer que tal o cual cantante ensaya en casa, hace vocalizaciones, y practica las escalas en el salón. Normal. Si los demás hemos hecho gimnasia ante el televisor los cantantes han hecho sus prácticas cotidianas en la cocina.

A Kleinburg le gusta mucho jugar y esto el público lo agradece. Se trata de llevar la ópera a nuestro contenido diario de mitos, símbolos, signos, e información. Por ejemplo, a Marcelo Lombardero le pregunta por las óperas que se pueden asociar a algunos personajes de la actualidad. A Donald Trump le pone en Nerone de Boito; a Jeffrey Epstein como Rigoletto; para América Latina elige Borís Godunov porque el pueblo es el protagonista y para la pandemia Edipo Rey de Stravinsky.

En el libro se habla de música pero también de literatura, de vida cotidiana, de fútbol, de tantas cosas. Kleinburg ha bajado a los dioses del canto y los ha situado entre nosotros, con sus pasiones y sus preferencias, en su vida de todos los días. Ha humanizado la ópera. No porque antes estuviera deshumanizada sino porque todos los que se acercan a ella perciben que se trata de un milagro, y como todo milagro, es cosa de dioses.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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