irse. Cuatro años de vuelta al mundo a bordo de un velero

irse. David Ruiz. Editorial Elba.

Leemos en irse.: navegar es como la vida misma, no cansa. Lo escribe David Ruiz casi al final de su trayecto. Siente la misma pasión que el primer día. Navega en su velero, Thor. Parte de Barcelona un día de noviembre, después de pasar por el hospital para un arreglo de urología. Su sueño es completar la vuelta al mundo. Ha hecho varias veces la travesía del Atlántico. Asegura en el prólogo que «cuando aprendí a parar para escucharme, di el primer paso para irme». El viaje es un soltar amarras, sentir en el alma la libertad, en la piel el roce del mar, siempre distinto, siempre imprevisible. Irse. es el relato de un largo viaje, en el que el lector descubre a un autor que se descubre en sus momentos de euforia, se ríe de si mismo en las horas de miseria y analiza con sabiduría el significado de la adversidad.

En una conversación con Colin Thubron, el gran escritor de relatos de viaje, me advertía que la única forma de viajar de verdad, es la de viajar solo. De lo contrario el viajero construye con su compañía un mundo propio en el que no penetra lo exterior, no siente la fragilidad del ser humano, no percibe la amenaza de la adversidad. ¿Amenaza? Más bien al contrario, una de las grandes conclusiones del libro de David Ruiz es que la adversidad, es sobre todo una oportunidad.

Pero no se alarmen. David Ruiz no emprende el viaje para darnos la brasa con dosis de filosofía. Su estilo es más bien desenfadado, una escritura de andar por casa en camiseta y zapatillas, un verbo franco, sin adornos, directo. Es un hombre de acción, y se nota en cada párrafo, aunque cuando se tiene que poner a pensar de verdad, lo hace con hondura, pero sin recrearse en la suerte.

En irse. David Ruiz decide emprender el viaje de sus sueños. Celebra el 25 aniversario de su estudio, una empresa de creatividad que trabaja para grandes marcas. Cree que ha llegado el momento de cortar, pausar, resetearse, desenlazarse de casi todo lo que le rodea para volver a sentir la soledad esencial del humano en el mundo, en la naturaleza, en el medio que más ama, que es el mar.

La harina y una joven rusa

Bien es verdad que esa soledad no es total. En irse. Ruiz recibe de vez en cuando la visita de sus hijos, acompañados de algunos amigos. Su hija le acompaña en algún tramo del viaje. Lleva como pasajera en el Pacífico sur a un joven rusa que le enseña a hacer pan sin horno y con la que evoca, tan solo evoca, la escena de la cocina en El cartero siempre llamo dos veces. Pero en las grandes travesías, como la que cruza el Pacífico desde Panamá hasta las islas Marquesas, va solo. Rechaza, como si de un monje del mar se tratara, la compañía de una bella profesora turca que quiere ser grumete del viejo lobo. En la soledad canta, grita para no perder la voz.

La vida del navegante solitario es dura. Se alimenta mal, mezcla ingredientes que se convierten en una bomba en su estómago, duerme poco, sufre estrés, y pierde peso por la ultraactividad a la que tiene que someter a su cuerpo. En el viaje conoce a otros viajeros, nómadas del mar, como Ruiz. Hace amigos, y comparte algunas borracheras memorables. Uno de los rasgos de Ruiz es la capacidad de reírse de si mismo sin piedad. El relato del paseo por la cornisa de un volcán en Vanuatu es sencillamente desternillante, digno de Buster Keaton. En otro estilo, la narración de su primer fracaso en cruzar el estrecho que lleva a la isla de Horn y los días de depresión que le seguirán, es una pieza sobresaliente del autoanálisis del fracaso. Recuerda a la peripecia que narra Joseph Conrad en La línea de sombra.

Abrazar la adversidad

irse. cruza las zonas del tráfico marítimo, repletas de cargueros inmensos que hay que esquivar, pesqueros que desafían al velero y rozan su popa para entregarle «la mala suerte», la amenaza de los piratas. Pero también la enfermedad, la depresión, el asalto psicológico de la inseguridad y la incertidumbre, y esos momentos en los que el marinero maldice la hora en que se entregó al mar. El navegante termina por abrazar la adversidad: «cuando compruebas una y otra vez que la adversidad es una oportunidad para aprender y crecer, tu percepción hacia ella cambia por completo. Empiezas a verla no solo como algo positivo sino necesario. Sin los retos que te proporciona no evolucionas, estás aletargado».

El autor de irse. es además un excelente fotógrafo. El libro está ilustrado por sus fotografías, algunos esquemas de navegación que nos explican las situaciones más comprometidas, y compuesto con tipografías diversas para cada uno de los tres grandes océanos que atraviesa. irse. está ya entre los grandes libros de viajes marinos. Comencé la lectura de irse. una tarde de febrero, después del café, y lo cerré, terminado, a las once de la noche, después de hacer, con Ruiz, uno de esos viajes que uno sueña siempre.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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