‘La prudencia’ o el delirio criminal de la virtud

Nada más entrar en La Sala se percibe que uno está ante una comedia negra, exacerbada, grotesca, expresionista. Nina, uno de los personajes, recibe entre las sillas, delirante y ausente. La polaca Teatro estrena en Madrid ‘La Prudencia’, del autor argentino Claudio Gotbeter. Y es una gran oportunidad para acercarse al teatro de uno de los autores más internacionales de la escena americana. Maldita nada de nada’ o ‘Los irreverentes’ son algunas de sus obras más conocidas. En ‘La Prudencia’ aborda el delirio de la virtud aristotélica, convertida en un pretexto criminal.


‘La prudencia’ habla del miedo a los otros. El argumento nos lleva a la celebración del año nuevo, cualquier año nuevo, porque la fiesta, según las protagonistas, se repite año tras año con una constante invariable. Margarita y Trinidad repiten el rito de desear que el año nuevo sea mejor que el anterior entre muecas desganadas y un dolor físico en el que compiten por ser la más desgraciada. Nina llama a la puerta, y la prudencia instala su cautela en la sala, con un fuerza disolvente capaz de anular cualquier razonamiento positivo. Abrir, o no abrir, esa es la cuestión.

La obra inicia entonces un descenso por la pendiente criminal que se anticipa desde el primer instante. El verbo en ese momento se pone al servicio de la sinrazón para justificar lo injustificable. Gotbeter nos pone así ante una retórica capaz de convertir a la víctima en culpable. Comienza un juego de espejos que se miran entre sí para transformar la palabra, toda palabra, en un acto sin conexión con la realidad. La torsión física de las actrices es la manifestación gestual de los argumentos. Trinidad y Margarita construyen una realidad propia, compartida, delirante y atroz.

El disparate, la paranoia, la más extrema crueldad, se apoderan de una fiesta que hay que salvar para que el tiempo siga funcionando como una máquina que ofrece temores y alivios. Luis Alain Basadre dirige a María Resano, María Rodríguez Pageo y Susana Inés Pérez. La escena es elemental: dos sillas, un caballito de madera, dos vasos y una botella, una radio y un palé que hace las veces de puerta de esa cárcel de ciegas donde habitan Trinidad y Margarita.

Las actrices interpretan sus papeles con un complejo catálogo de convulsiones, muecas y aspavientos. Son como muñecos sin estructura, rellenos de borra y serrín. Quizá se echa de menos alguna transición: la locura que más estremece es la que comienza desde la normalidad y nos arrastra a su delirio, de la misma forma que en la obra las risas iniciales se convierten en un rictus de asco conforme avanza la obra. La Polaca nos pone ante la atroz verdad de una virtud que degenera en una radical inhumanidad. ¿No es acaso lo que se practica cuando se pone en juego el miedo a los otros?

La Sala es un teatro de cámara, un pequeño espacio en el que el rito del teatro se percibe cercano, al nivel de los espectadores. Lo grotesco de esta comedia te salpica la mente desde ese inicio en el que vemos a Margarita y Trinidad jugando con un caballito de madera, la mirada perdida, alucinadas frente a la luz, mientras la sala se va llenando de espectadores. Lo pueden ver los domingos, 12, 19 y 25 de marzo a las 18 horas en La Sala (C/Palos de la Frontera 3, Local 6, 28012 Madrid).

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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