jueves, marzo 28, 2024

Leonard Bernstein, ¿un «Maestro» unidimensional?

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Leonard Bernstein fue uno de los grandes artistas del Siglo XX. Al reducirle a una sexualidad torturada, la película de Bradley Cooper no hace honor a su genio. Pero seguramente arrasará en los Oscar.

En los años 80 del siglo pasado un adolescente apasionado por la música descubría los “Cuadros de una Exposición” de Mussorgsky, en la versión rock de Emerson, Lake & Palmer. La obra le fascinó a tal punto que le llevó a querer descubrir la versión original. Es así que compró la interpretación de la New York Philharmonic. Sería su primer disco de música clásica. En la portada, la foto de un hombre de mirada intensa y gesto apasionado le hipnotizó. Era Leonard Bernstein.

El adolescente era quien firma estas líneas, y aquel disco marcó el inicio de una “historia de amor” con el genial director de orquesta, pedagogo y compositor americano. Valga esta introducción para explicar el interés con el que esperaba el “biopic” dirigido y protagonizado por Bradley Cooper. Pero, sorprendentemente, la experiencia fue decepcionante. A continuación, algunas razones.

Como periodista, entiendo perfectamente que en toda narración hace falta un ángulo, un punto de vista. ¿Pero realmente lo más relevante en Bernstein es su homosexualidad y su relación con Felicia Montealegre Cohn? De hecho, si de lo que se trata es de contar la historia de un homosexual casado que vivió (a medias) en el armario, podría haber sido la historia de Juan Palotes. Ejemplos en la vida real (sobre todo en esos tiempos) no faltan de hombres en tal situación. No hacía falta ir a buscar a Bernstein, sobre todo si se dejan en el tintero tantos aspectos de su vida y trabajo que quedan sin explorar.

Empezando por su trabajo como compositor, o la genialidad absoluta de su labor divulgativa. Leonard Bernstein fue quizás de los primeros en entender el poder de los nuevos medios de comunicación, y los puso a su servicio. Sus emisiones televisivas, sus charlas, sus clases magistrales en Harvard y sus conciertos para la juventud son un hito que aún se estudia hoy. También es interesante su eterna competencia con Herbert von Karajan (ausente en “Maestro”) por la primacía musical mundial y el rol de ambos en el nacimiento de un mercado discográfico globalizado.

Otro aspecto no menor es su profunda relación con el judaísmo y su apoyo al nacimiento del Estado de Israel, donde dirigiría incluso en tiempo de guerra. O su rol como mentor de otros directores y artistas, muchos de los cuales brillan aún hoy. Copland o Stravinsky pasan sin pena ni gloria por la película de Cooper, al igual que la creación de West Side Story. E incluso se echa a faltar un aspecto tan sensible como su lucha por los derechos civiles y por la inclusión de afroamericanos en las orquestas, su vinculación con los radicales Black Panther (narrada por Tom Wolfe en “Radical Chic”) o su relación (fallida) con los Kennedy.

A los que destacan la “calidad técnica” de la película, cabe decirles que en una obra producida por Martin Scorsese y Steven Spielberg, lo mínimo que cabe esperarse es la perfección formal. De hecho, cuenta la leyenda que Spielberg pidió que la película le fuera proyectada en un pase privado. Para él solo. Nadie sabe lo que ha opinado al respecto el veterano maestro de cineastas. Personalmente, pagaría por conocer su opinión sincera respecto a la obra de Cooper.

Un eminente crítico musical británico definió “Maestro” en una charla privada con este cronista: “Se toma un personaje del siglo pasado, desconocido para la inmensa mayoría del público actual, se le “moderniza” haciendo hincapié en su homosexualidad, y ya tenemos la fórmula ganadora de los Oscar 2024”.

Pero los que quieran descubrir el verdadero genio de Bernstein, harían bien en recuperar sus míticas grabaciones para la Deustche Grammophon, o buscar en YouTube sus inolvidables clases magistrales en la TV americana.

En ellas sigue vivo el verdadero Maestro.

Rodrigo Carrizo Couto
Rodrigo Carrizo Coutohttps://rccouto.com/
Periodista, fotógrafo y videasta, empieza su carrera cubriendo el hundimiento de la URSS. A partir de 1992 colabora con la revista Ajoblanco y diversas agencias. Entre 2003 y 2018 trabaja para el diario El País. Ha colaborado con la Swiss Broadcasting, La Nación, Clarín y diversos diarios y revistas de Europa y América. Vive en Suiza.

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