Marc Chagall y las tragedias del siglo XX

Chagall. Un grito de libertad. Fundación Mapfre. Del 2 de febrero al 5 de mayo de 2024

El gran lienzo de La Comedia del Arte (1958) preside la entrada de esta muestra de Marc Chagall, gran acontecimiento de la pintura en este 2024. Chagall con toda su poesía, sus cuadros oníricos, su pueblo de Vitebsk siempre presente, la noche, la nieve, los animales que danzan o las asociaciones más surrealistas. Cartas y poemas, ilustraciones en aguafuerte para obras literarias, o las memorias de su vida, escritas en Berlín, siempre en tiempos de tribulación. Chagall, judío, atraviesa la tragedia del siglo XX. La exposición hace una lectura política del pintor ruso. De los grandes baños de sangre del siglo emerge un hombre que grita por la libertad, por el pacifismo: un humanista.

El primer trago amargo de todo judío en el siglo XX fue el antisemitismo. Ese viejo rencor se transformó en programa político con el nazismo. Ejemplo para los nazis del arte degenerado, el régimen de Hitler retiró sus cuadros. Chagall ha pasado por Berlín, luego por Paris. Siente el desarraigo de los emigrantes. Regresa a Rusia con revolución del 17, que acoge con entusiasmo. Tendrá cargos relacionados con el arte en la nueva Unión soviética, para terminar como profesor de arte en una escuela de niños huérfanos de los pogromos.

La muestra de la Fundación Mapfre recoge 160 cuadros, pinturas, dibujos, aguafuertes, una escultura. Añaden 90 documentos. Abarca sesenta años de la vida y la obra de Marc Chagall. Sin el aporte de esos documentos, dice la comisaria de la obra, no se podría haber hecho una reinterpretación de la obra del pintor, esta vez más cercana a la política, pero sin olvidar su poesía, sus profundas raíces judías, que conforman su mundo simbólico.  También autorretratos, el primero de 1907, de un pintor que se solía representar transmutado en ángel o animal: asno, macho cabrío, gallo.

La primera convulsión en la vida de Chagall llega con la Primera Guerra Mundial (1914-1918) Chagall se encontraba de visita en Rusia, después de pasar por Paris, donde se había formado gracias a una beca que le puso en contacto con las vanguardias del arte de primeros de siglos. Había regresado a casa para encontrar a Bella Rosenfeld, su gran musa, con la que se casó en 1915. La guerra irrumpe en su pintura en cuadros como La partida a la guerra, o El vendedor de periódicos, una figura triste y deprimida, un espectro gris recortado en el paisaje de la ciudad, con un fondo de cielo rojo. El tono lírico huye de su pintura.

A la guerra le sigue la Revolución bolchevique. La acepta con entusiasmo. Por vez primera tiene un estatuto de ciudadano, un sujeto con plenos derechos. Venimos de la Rusia zarista en la que los judíos eran el escalón inferior a los siervos. En 1918 funda un escuela de arte en Vitebsk, su ciudad natal, ese paisaje urbano que se repite en sus cuadros, suspendido en el aire, como en un sueño. En 1923, pasada la euforia por la Revolución, regresa a París. Es su época de madurez. Sus cuadros son delirantes, sus colores integran una gramática propia, un lenguaje insólito.

El siguiente asalto lo lanzan los nazis. Regresa el odio al judío. Los cuadros de Chagall se llenan de rabinos que llevan la Torá. Es el símbolo de una identidad que debe resistir. Exiliado en Nueva York, asiste al hundimiento de Europa, al crimen programado contra los suyos. La guerra llena sus cuadros, repletos de símbolos religiosos tomados de la Biblia. A su regreso a París, Chagall se convertirá en un mensajero de la paz, transido siempre por una melancólica alegría que emana de sus cuadros, un gusto por la vida siempre conectado con la poesía. Lo manifiesta en las vidrieras para la sinagoga del hospital Hadassah de Jerusalén (1962) o en  los tapices del Parlamento israelí (1967).

En su obra final la libertad es exuberante y barroca. Lo vemos en ese óleo mencionado al principio, La comedia del arte, de 1958. Poblado de personajes, tiene un aire circense de cuerpos que ejecutan acrobacias, de animales suspendidos en el aire. La obra de Chagall reúne en este gran óleo buena parte de su simbología, que reúne en una misma vibración cósmica cuerpos de mujeres desnudas, parejas de amantes, gallos, cabras, terneros, animales preñados, violinistas, el fuego y la nieve.

Para saber más

Mi vida. Marc Chagall. Traducción del francés de Martí Bassets. Editorial Acantilado. Mi vida es el único libro que escribió Marc Chagall. Sus palabras son como sus colores, felicidad y melancolía, verdad o ensueño, que alzan el vuelo con los personajes de sus cuadros, tan concretos como milenarios. Tan rotundos. Aquí se dibujan los años transcurridos en Vitebsk, su humilde ciudad natal, en el seno de una familia entrañable, pobre, que utilizaba sus cuadros para sacudirse la tierra de los zapatos. Allí asoman San Petersburgo y Moscú, los años de aprendizaje y la apertura de un nuevo mundo para el joven pintor. Más allá París y su bohemia, el taller de “la Ruche”, luego la Gran Guerra y el retorno a una Rusia en la que estalla la Revolución bolchevique en un telón de fondo rasgado de tristeza.

marc chagall
Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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