Marisquería El Cantábrico, todo el mar en un espejo

Fernando Amorós gobierna esta plaza, este ágora donde se rinde culto al mejor marisco. Su abuelo convirtió las nécoras en un plato accesible, no solo porque lo puso en el corazón del barrio de Salamanca, en la calle Padilla, donde Salamanca sigue siendo barrio, sino porque le puso precios de plaza popular. A la aristocracia del pescado, El Cantábrico le puso un piso de aluminio y azulejos, y un gran espejo donde otro que eres tu se está regalando un plato de langostinos firmes y sabrosos, y unos berberechos que saben al fresco hierro de un invierno marino. Josep Pla dijo que una sardina contiene todo el mar. Un plato de berberechos equivale a todas las costas, todos los puertos, y sobre todo, todas las tabernas.

marisquería el cantabrico

El espejo está ahí para cantar los precios del marisco en números blancos y azules, pero también para que te contemples en este momento afortunado. Llegar al puerto de una marisquería en Madrid es tarea compleja, solo al alcance de los Ulises que navegan por esta ciudad. Bares y restaurantes como El Cantábrico son, como diría Gabriel Magalhaes, «oasis que nos salvan de momento del aliento desértico que habitamos».

El Cantábrico, como otras marisquerías de la ciudad, tuvieron el buen sentido de democratizar el marisco. No quiero decir con esto que el langostino se convierta en una subvención, porque sería la forma de matarlo, sino que su precio es ajustado, y que los centollos, las nécoras y la gambas conviven con el boquerón en vinagre y la mojama, que son criaturas tabernarias que te salvan un mediodía de julio con una bendición, casi apostólica. Quiero decir también que El Cantábrico no ha perdido su esencia de taberna, y que en la barra te cruzas con un político o con un empresario, y los sientes con una igualdad marina, que el agua brava es el medio en el que nadamos todos.

Hay además, en el estilo de la Marisquería El Cantábrico, una gran honestidad. Consiste en ser, con todas las consecuencias, una marisquería, y solo una marisquería. No pidas café, porque el café no es un marisco. Ni se te ocurra pedir un postre porque desde la barra y desde las mesas te mirarán como a un marinero de secano, un grumete que todavía no sabe dónde está y en qué mar navega. Aquí solo sirven marisco. Y en las paredes solo hay alusiones a moluscos y crustáceos, más algunas fotos de playas y lugares del Santander marinero, que siempre fue el puerto de Castilla. En El Cantábrico se oficia un culto al producto que excluye todo lo demás.

Establecida esta regla fundamental, El Cantábrico se adapta a las horas del día con una gran facilidad. La hora del aperitivo es bulliciosa y alegre. Luego se confunde con la hora de la comida, porque unas gambas, una mojama y unas nécoras te dan para pasar el resto del día con el recuerdo de un gran sabor, de un gran momento.

Las cañas de cerveza vuelan, bien tiradas, con sus dedos de espuma tupida y nívea. No necesitas más para encarar la tarde, por muy difícil que te lo pongan. Después viene en El Cantábrico un sopor de persianas caídas, y al final de la tarde regresa esa efervescencia jovial tan atractiva, propia de un lugar popular, que no ha perdido su esencia en sus 75 años de vida.

MARISQUERÍA EL CANTÁBRICO

Teléfono: 914024087

Dirección: Padilla, 39, Madrid, 28006

Sitio web: http://www.marisqueriaelcantabrico.es/

Ticket Medio: 40€

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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