jueves, marzo 28, 2024

Milián Oneto y Jesús Lavilla, la pureza del Carnaval de Cádiz en Sevilla

Platea acogió un recital sencillo y grandioso de dos prodigiosos intérpretes, centrado en el ayer y hoy del Carnaval gaditano.

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En el fondo del bar hay un escenario. Podría ser un pequeño cabaret, un club de jazz o un garito de blues. También podría ser uno de esos sitios donde los cómicos hacen reír con la única ayuda de un taburete y un micrófono. Pero no es nada de eso. Platea es local de Carnaval. De Carnaval de Cádiz.

Y es que el Carnaval, el de Cádiz, es mucho más que una fiesta. Bajo la aparente superficialidad de los disfraces, más o menos ingeniosas o irónicas según quien las oiga, el Carnaval tiene sus propios códigos, su manera de estar, sus ritos, su liturgia, sus profetas y su devoción, su gloria, pasión y vida eterna. Este Carnaval, con mayúsculas, es una locura, un veneno negro y místico, una verdad mágica que se renueva año tras año y que hace que se viva, no solo en Cádiz, sino en muchos lugares de Andalucía y de España, de forma catártica de febrero a febrero.

Por eso, cuando Milián sube a ese escenario y se pone a cantar, delante de unas cincuenta personas y acompañada de un sencillo piano, la electricidad recorre el aire y se instala en la piel de cada uno de los asistentes. Nos atrapa, nos hace vibrar, nos obliga a tararear músicas que suenan antiguas, sonreímos, cantamos, reímos y también lloramos. Porque el Carnaval es emoción, pura emoción en forma de palabras y música, en forma de letras, acordes y poesía.

Dos intérpretes al servicio del autor

Hay que decir que quien está en el teclado, apenas visible detrás de la columna -repetimos, el escenario es muy, muy pequeño- es Jesús Lavilla. Heredero y discípulo de Chano Domínguez, colaborador de nombres como Martirio, Pasión Vega, Javier Ruibal, José “El Francés”, Chano Lobato, Rosana o Bustamante. Su forma de tocar recuerda al mejor Bebo Valdés acompañando el El Cigala en aquel disco mítico, con la diferencia de que aquí lo que importa no es el instrumento. Aquí no hay florituras, no hay espacio para solos eternos ni para piruetas vocales. Milián nos lo dice muy claro, en una de sus largas alocuciones en las que va desgranando trocitos de sabiduría carnavalera: los protagonistas no son ellos, sino los autores, los letristas y compositores que han hecho grande al Carnaval desde que se tiene memoria. Paco rosado, Paco Alba, los Beatles de Cádiz… hasta los actuales Bienvenido, Tino, Santander y Martínez Ares.

Milián y Lavilla no son cantante y pianista. Son el vehículo que hace que esas coplas, viejas y nuevas, legendarias y actuales, cobren vida sobre el escenario. Su recorrido salta desde los años sesenta hasta otras más recientes de hace apenas dos años, de aquellas que se repiten en la memoria de los gaditanos y que impregnan sus recuerdos a las que lo harán con las generaciones futuras. Su voz no se sale del guión previsto. No hay adornos, aunque (o quizá por ello) su pasión nos seduce, nos conmueve y entusiasma.

Voz de mujer en un Carnaval de Cádiz de hombres

Letras escritas por y para hombres, que Milián interpreta con su voz sin saltarse ni un ápice de la composición original. Con la humildad que le caracteriza, aún siendo la primera (y única) mujer que ha ganado un primer premio de comparsa en la historia del Carnaval. Mientras, nos habla del difícil camino de la mujer en esta fiesta, que durante décadas le ha asignado el papel de guardar la casa y la familia mientras el marido ensayaba con la agrupación, buscaba la gloria en el teatro o salía a disfrutar de la calle.

Si algo demuestra este recital es que la mujer -no puede ser de otro modo- puede y debe salir a la calle como la voz del Carnaval del presente. Y que puede lograrlo de la misma forma con la que canta Milián: con sencillez, respeto y, sobre todo, pasión.

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