‘No sufrirás’ y otras promesas del occidente inmaduro

No sufrirás y otros mandamientos del Occidente adolescente. Eduardo Gris. Ediciones Rialp

Eduardo Gris, el autor de No sufrirás, relata una breve conversación con dos colegas durante el almuerzo que siguió a un congreso en Zaragoza. El tema del congreso era la literatura erótica, y dentro de ese mundo, la poesía amatoria arcaica. El caso es que el tema derivó hacia las corridas de toros, que siempre se han prestado a la mirada erótica, sacrificial (Bataille) o incluso a la circense (recuérdense los pares de banderillas que en los años ochenta ponía Esplá).

no sufrirás

El caso es que a Gris se le ocurre en la tertulia citar los libros de Francis Wolff, sus Cincuentas razones para defender las corridas de toros. A ese trapo entraron las comensales como vitorinos, con muecas, caras de asco y bufidos. Gris, que es autor delicado y cortés, apenas ofrece dos trazos de la respuesta. El lector tiene el derecho de completarla con su propia experiencia. Hablar de toros es imposible.

Como decir que el aborto no es un derecho, o que la educación del no ofrece más lecciones vitales que la de la permisividad. Nuestro tiempo, que reclama la extrema diversidad de lo humano, es el mundo en el que el pensamiento es más uniforme. Digo pensamiento, cuando debiéramos decir sentimiento. Porque a la razón apenas se le opone un catálogo de muecas emocionales, un abanico de ofensas, un exuberante aspaviento de indignación.

Estamos ante un libro que el lector se bebe en una mañana, y que agradece como lectura rápida, algo urgente. Es cierto que los temas que trata Gris podrían dar para libros más sesudos, de contenido más extenso. Pero el mérito de este breviario de mandamientos, mantras, y promesas fatuas de la sociedad adolescente es su claridad: su contenido es accesible al lector de cualquier nivel cultural, que son los que sobre todo sufren esta avalancha de falacias, contradicciones, mixtificaciones y golosinas ideológicas que se expanden por las redes como sopa boba de nuestro tiempo.

Inicia con un aldabonazo cronológico. Todo lo pasado fue peor. El lector de edad avanzada que escuche noticias y debates tiene siempre la impresión de que su mundo fue una vulgar porquería, que lo anterior fue siempre obra de cretinos, que la Transición fue una mentira, que su amor fue sumisión al patriarcado, y que es la vida de ahora la que merece la pena vivirse. A ese principio adolescente de nuestro tiempo, Gris añade las patrañas sobre la igualdad, la desenfocada valoración de la cultura como herramienta de libertad, la consideración del hombre como un animal más, el patriarcado como falso pretexto del feminismo, o la sumisión del arte a la dictadura de lo nuevo.

De todos, quizá el más estimulante es el dedicado al llamado «patriarcado». Con sentido común y algunas preguntas básicas, Gris desmonta el gran pretexto del feminismo actual. El patriarcado no existe, nunca ha existido, y cuando se analiza no resiste el primer embate. El feminismo se ha convertido en un enemigo de las mujeres, porque su propuesta consiste en imitar, con sello femenino, algunos de los defectos más deleznables del machismo.

Promesas imposibles de cumplir, que derivan en una profunda frustración aniquiladora. La naturaleza humana no ha cambiado en los últimos tres mil años. sin embargo ahora nos dicen que «somos fantásticos. Hemos superado milenios de civilización humana por el solo hecho de nacer». Y hasta podemos dominar la biología con una simple declaración de intenciones y sentimientos, en cualquier edad de nuestra vida. Desde hoy seguimos a Gris, Eduardo. Nos ayuda a entender el mundo de hoy. También a combatirlo con razones, sin muecas ni aspavientos.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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