‘Vivir con nuestros muertos’ o del duelo como iluminador de la vida

Vivir con nuestros muertos. Delphine Horvilleur. Traducción de Regina López Muñoz. Libros del Asteroide.

Delphine Horvilleur es rabina, es escritora y es filósofa. Y en Vivir con nuestros muertos se combinan las tres experiencias. Como rabina ha asistido a muchos duelos. Es algo cotidiano. En el prólogo anota la perplejidad de sus amigos. Cuando llaman al móvil de Delphine lo más habitual es sorprenderla en un rito de despedida. Así que su primera reflexión gira en torno a esa separación que el mundo contemporáneo establece entre la vida y la muerte. Relegada a los ámbitos de la sanidad o de las residencias de ancianos, la muerte parece algo lejano, algo de lo que no se habla. Y sin embargo, la muerte forma parte inseparable de nuestra vida.

vivir con nuestros muertos

Horvilleur ha reunido en Vivir con nuestros muertos las historias de vidas y duelos a los que ha podido asistir. La muerte es contemplada aquí con una serena cercanía, y con una profundidad iluminada por los grandes textos de la tradición judía. Y lo primero que nos sorprende a los cristianos en esa tradición es la capacidad de los judíos para el humor, para la rebeldía.

Sí. La primera despedida que nos cuenta Horvilleur es la de una periodista del Charlie Hebdo. Y la rabina escribe sobre los asesinos: «su creencia en un Dios que reclama venganza y se enfurece de que lo desprecien constituye una blasfemia gigantesca. ¿Qué Dios «grande» se torna tan miserablemente «menor» como para necesitar que unos hombres salvaguarden su honor? Pensar que Dios se ofende porque se burlen de Él, ¿no es acaso la mayor profanación que puede haber? Grande es el Dios del humor. Diminuto el que carece de él».

Al leer este párrafo me vino enseguida el recuerdo del escándalo que provocó en algunos foros católicos la publicación en la revista Études (revista de los jesuitas en Francia) de varias portadas blasfemas de Charlie Hebdo. O el rumor de sotanas y narices indignadas que se levantaron cuando en algunos medios católicos (13TV o COPE) se reclamara el derecho a la libertad de expresión para quienes desprecian los símbolos de la religión y sus creencias. El humor, como señala Umberto Eco en El nombre de la rosa, ha sido siempre un rasgo extraño para el catolicismo, que ha mirado con sospecha su capacidad corrosiva. Al judaísmo, sin embargo, le ha ayudado a soportar la enorme carga que supone cualquier vida.

Vivir con nuestros muertos está repleto de historias de muerte que son una celebración de la vida. La muerte que ilumina nuestra vida. Su idea central es que el heroísmo «no radica en dejar de temer el final, sino en preocuparnos siempre, incluso desde lo más recóndito de nuestro terror, por lo que sobrevivirá a nuestra muerte». De todas las muertes que narra la autora, sobresale la de Myriam, la mujer que pasó años planificando hasta el detalle su despedida, sus funerales, la música que sonaría, el orden de prioridad de los asistentes. La obsesión se curó el día que sus hijos le organizaron un funeral sorpresa. Y la ceremonia fue una burla de la muerte, y una celebración de la vida.

Es curioso también cómo el judaísmo contempla nuestra vida no como un segmento de tiempo que tiene principio y final, sino como un exuberante florecimiento de posibilidades. En un capítulo dedicado a la figura bíblica de Moisés se explica muy bien. Dios entrega a Moisés un mensaje: «si, vas a morir, pero tus hijos desarrollarán eso que todavía no es más que el frágil rastro que dejará tu vida. La grandeza de tu existencia y de tu enseñanza está aún por ser revelada a través de los que vendrán después de ti». Y añade Horvilleur: «el porvenir no está frente a nosotros sino detrás, en las huellas de nuestros pasos en la tierra de una montaña que acabamos de ascender». Quizá en esto radique también el odio ancestral del antisemitismo, porque es consciente de que «aquello que creemos casi desaparecido puede renacer en otra parte».

NO se aprende a morir, no hay ninguna profesión ni ninguna fe que nos permita convivir con la muerte con una dulce naturalidad. «Desconfío de quienes aseguran que a morir se aprende y que existe un método infalible para decidirse a aceptarla«, escribe Delphine Horvilleur, esta rabina que tiene cometido habitual dirigir el duelo por los muertos en su comunidad judía. Vivir con nuestros muertos es un libro sabio, alegre, sereno, de búsqueda, cordial, profundamente inspirador.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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