Sitúense. Me encontraba el mediodía del pasado jueves en urgencias, de la Fundación  Jiménez  Díaz, con mi hijo Juan. Si ustedes tienen hijos habrán comprobado que la visita a urgencias, más si juegan al futbol como los míos, es algo que se da periódicamente de una forma inevitable. Pues en esas estaba, esperando una radiografía del codo derecho de Juan, con la mascarilla, tres horas en una sala de espera, cuando, inesperadamente, me cambió el jueves.  Bueno, la verdad es que me cambió el jueves, la semana y el mes.

Summers en el Whatsapp

Tengo que decir que este vicio mío de la escritura está propiciando que me pasen cosas surrealistas.  Desde que he empezado a publicar, he tenido la oportunidad de conocer a personas que jamás llegue a pensar que podrían, de algún modo, formar parte de mi círculo. Gente a la que admiro, por ser admirable, sin dudan y que, merced a su altura profesional en diversos ámbitos, siempre he considerado y sigo considerando que se encuentran en otro nivel del escalafón. Periodistas, artistas de toda índole y personas públicas en general que, por un error del destino, sin duda,  han leído alguno de mis trabajos y han tenido la generosidad de hacérmelo saber.

«La música es libertad. La música, por su esencia misma, puede escapar de las censuras ideológicas, llevándonos a otro estado, a otra dimensión donde el pensamiento y el hombre mismo es más libre y, por tanto, más feliz.»

Así que, por una de esas piruetas del destino, mientras esperábamos que la doctora de urgencias se hiciera carne, estaba yo manteniendo una conversación por WhatsApp nada más y nada menos que con David Summers. David Summers, el tipo que copaba las carpetas de las adolescentes de mi generación, incluida mi mujer,  cuyo grupo, Hombres G,  ha sonado en mi coche y en mis cumpleaños, despedida de soltero, etc… durante toda mi vida, ¡ Hablando conmigo por WhatsApp !.  Acojonante, la verdad.

Gente humilde y generosa

Tengo que decir que, a lo largo del tiempo, si la vida te da la oportunidad,  sueles descubrir que, si bien entre la gente popular, sobre todo entre los que yo llamo famosos de mercadillo, hay mucho tonto que no ha hecho méritos para ganarse esa popularidad y que te mira por encima del hombro, los auténticos genios, los que están ahí porque se lo han ganado con mucho trabajo y muchísimo talento, suelen ser gente humilde y generosa. Tal es el caso de David, sin duda. Por no extenderme en cosas que no vienen al caso, David colaboraba esa noche en un concierto que Ricardo Marín y su banda daban en el teatro Muñoz Seca de Madrid.

El mero hecho de que, en estos tiempos oscuros que nos ha tocado sufrir se celebre un concierto, ya es un acontecimiento. Después de un año maldito, sin poder disfrutar de la música en directo, un concierto es un soplo de aire fresco, una luz en medio del caos al que nos ha llevado la mala gestión de esta crisis sanitaria convertida en otra cosa por la avaricia, la negligencia y la mala hostia de la clase dirigente.

La música, las artes en general, son el baluarte de la libertad entre tanta restricción, entre tanta prohibición, y entre tanta censura como nos ha impuesto este gobierno social-comunista que nos hemos ganado a pulso, por gilipollas y desinformados. No debe de ser casual que los supuestos adalides de la libertad sean los más intervencionistas, los que no quieren que pensemos libremente y nos impongan la censura de las ideas que no concuerdan con su doctrina mientras nos tratan de adormecer con su populismo barato.

Es la libertad

Es por eso que, para mí, la música es libertad. La música, por su esencia misma, puede escapar de las censuras ideológicas, llevándonos a otro estado, a otra dimensión donde el pensamiento y el hombre mismo es más libre y, por tanto, más feliz. Consecuentemente, este año he echado mucho de menos la música en directo, el contacto con el artista, la verdad y la vida que transmiten las bandas.

En este punto, tengo que confesar que, como le transmití a David cuando me habló del concierto, yo no conocía a Ricardo Marín. Craso error, pecado mortal, que ya he subsanado comprando su último disco. Este hombre, junto con los miembros de su banda, Basilio Martí, Anyi  Bao y Juanjo Ramos, bajista además en los Secretos, dieron un concierto maravilloso, que fue una fiesta total en la que pudimos celebrar que volvemos a las salas.

Citando a Marguerite Yourcenar  “ la música me transporta a un mundo en donde el dolor sigue existiendo, pero se ensancha, se serena, se hace a la vez más quieto y más profundo, como un torrente que se transforma en lago “.

Es verdad que nuestro mundo se ha vuelto más triste y más gris, que hemos perdido a familiares y amigos, que nuestras libertades han sido cercenadas brutalmente en el nombre de una salud que, merced a la tristeza, también hemos perdido, pero mientras nos quede la música, mientras haya una banda, un compositor, un autor libre, podremos seguir soñando.

No permitamos que nos quiten la música.

Volvemos a las salas.

salas
Julio Moreno

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