“ Un pueblo que pierde la capacidad de convocar una reunión alrededor de la barra de un bar, es un pueblo muerto. Da igual que aún tenga habitantes. Como pueblo, es un cadáver “ (“ Mientras haya bares “. Juan Tallón ).

Creo que ya les he contado, en alguna ocasión, como cayó en mis manos el primer libro de Juan Tallón que tuve la oportunidad de leer. Según mi mujer, repito las mismas anécdotas constantemente, claro que treinta años de convivencia, recién cumplidos, dan para mucha repetición; puede que tenga razón, en esto, no en todo, Dios me libre.

Aún a riesgo de repetirme, hace algunos años, en un comercio de joyería propiedad de mi familia, yo tenía un cliente que era crítico literario. Alguna vez, cuando acudía para cosas nimias, como ponerle la pila a un reloj o de ese estilo, me pagaba con algún libro de los que le enviaban para reseñar. Si, es curioso, lo sé; trueque en pleno siglo XXI. Es lo que tenemos los nostálgicos. De esta manera, tan poco ortodoxa, apareció en mi vida el libro “ El váter de Onetti “. Probablemente, casi seguro, yo jamás habría comprado ese libro, pero la vida es así de cachonda, le gusta ponerte a prueba.

No voy a decir que ese libro me cambió la vida, eso sería exagerar, y yo no soy muy proclive a la exageración, pero si es cierto que me puso en el camino y me provocó mucha curiosidad por su autor, Juan Tallón, al que, por supuesto, nunca había oído nombrar. Tallón es lo que yo llamo un autor “ fuera de los circuitos “. Por ser más concreto, no es un autor comercial.

Aún así, estaba claro que el tipo tenía algo, así que empecé a leer otras novelas suyas. Y empecé a comprender que, como dice mi amiga La limón, no es lo que dice, sino como lo dice, lo que marca, en el caso de Tallón, la diferencia. Para ser muy sinceros, sus novelas empezaron a atraerme no por su argumento, sino por su forma, ácida e irónica, de narrar las cosas.

queriendo ser Juan Tallón, el escritor, he logrado llegar a ser Julio Moreno, el columnista, en un alarde de ambición desmesurada que, extrañamente, ha dado fruto. Así que, si me aceptan un consejo, nunca piensen que no pueden, que no están capacitados. Hasta el camino más largo comienza con el primer paso

De este modo, leí varias de sus novelas que no voy a enumerar, hasta que cayó en mis manos su libro “ mientras haya bares “. Este libro no es una novela, sino una recopilación de las columnas que Juan Tallón ha escrito, a lo largo de los años, en diferentes publicaciones y en un par de blogs que son de su autoría. Volviendo al tema de que yo soy un hombre de repeticiones, sin duda este libro lo habré leído, en su totalidad, por lo menos cinco veces.

Además, como se trata de columnas inconexas, lo abro en infinidad de ocasiones por cualquier página y releo alguna de ellas. Podría decir que siempre lo tengo en mi mesilla, pero para ser sincero, donde lo tengo es en el baño, que sin lugar a dudas es el lugar donde más horas he dedicado a la lectura. Esto lo entenderán bien los que, como yo, sean padres de una cuadrilla de adolescentes y, además, estén casados. Nada como encerrarse en el váter y echar el pestillo, el de la puerta, no el otro, para encontrar la paz y la calma que requiere la lectura.

Este libro, sin lugar a dudas, me rebeló dos cosas fundamentales; la primera, que Juan tallón no es un novelista que escribe columnas, como tantos otros, sino que, perdóname Juan, es un columnista que, ocasionalmente, escribe novelas. Si, sin duda, es en la brevedad de la columna donde Tallón se mueve como pez en al agua y donde transmite una verdad, una originalidad fuera de serie.

La segunda cosa que me reveló,  y no menos importante sino mucho más, era que yo quería ser Juan Tallón. Si. A lo largo de mi ya demasiado extensa existencia, he querido ser muchas cosas, como todos. Pero muchas de ellas, por lógica, se han quedado en la intención, por falta de tiempo, de dedicación o de huevos. Esta vez, no iba a ocurrir. Esta vez, a mis cuarenta y muchos años, por fin sabía lo que quería hacer. Yo quería ser Juan Tallón.

De este modo empecé a escribir un blog, el cual todavía alimento regularmente con mis idas de olla, llamado “ Errores y faltas “ y, como yo siempre he pensado que los amigos, los de verdad, están ahí para abusar de ellos cuanto más, mejor, empecé a mandar mis escritos a una pequeña cuadrilla con la que tenía la suficiente confianza para arriesgarme a ello, perdiendo, como dice Fito Cabrales, el miedo a quedar como un idiota.

Sorprendentemente, y gracias a este reducido grupo de incondicionales y a la magia de esa herramienta maravillosa llamada tuiter, la cosa fue creciendo. Hasta que un día, inopinadamente, mientras me encontraba, además, en el hospital clínico de Madrid con mi mujer, recibí, nunca lo olvidaré, un mensaje que aún conservo de Alfredo Urdaci, nada más y nada menos, en el que, en un momento de enajenación mental, sin duda, me invitaba a escribir en su revista.

Al margen de que esto, sin duda, resultaba surrealista, acepté la invitación, iniciando una andadura que me ha llevado, finalmente, hasta este punto y descubriendo que, como dice también mi admirado Tallón, un escritor, siendo muy ambicioso en el término, no debe escribir para superar a otros, sino para superarse a sí mismo, apuntando siempre muy por encima de donde puede, en buena lógica, llegar.

De este modo, queriendo ser Juan Tallón, el escritor, he logrado llegar a ser Julio Moreno, el columnista, en un alarde de ambición desmesurada que, extrañamente, ha dado fruto. Así que, si me aceptan un consejo, nunca piensen que no pueden, que no están capacitados. Hasta el camino más largo comienza con el primer paso. Puedes no llegar, puedes tropezar y romperte la crisma o, lo que es peor, te la pueden romper, pero, como leí una vez en una pintada en una pared “ si luchas, puedes perder, pero si no luchas, estás perdido “.

Nunca es tarde. Nunca se es demasiado mayor, demasiado viejo, para reinventarse y ganar la partida.

Se lo digo yo.  Sean felices.

@julioml1970

político
Julio Moreno

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