El país donde florece el limonero. Helena Attlee. Acantilado
El país donde florece el limonero encierra en su interior muchos libros. Es un libro de Historia. Es un libro de Arte. Es un libro de gastronomía y de botánica, de paisajismo, de agricultura, de literatura, de religión y de ciencia. Habla de pasta, de sorbetes, de tartas y de cócteles. De viajes por Italia, de sus gentes y de sus fiestas. Es una refrescante invitación a conocer Italia y a través de las naranjas, los limones, la bergamota, los chinotti, las mandarinas y las cidras.
Helena Attlee lleva más de 40 años estudiando con pasión los cítricos italianos y recopila ahora su experiencia en este librito delicioso. El país donde florece el limonero debe muchas cosas (entre ellas el título, de Goethe), a los grandes escritores europeos que realizaban lo que se vino a llamar el Grand Tour, el mencionado Goethe, Dickens, Maupassant, o el propio Lampedusa escribieron antes que Attlee sobre los cítricos en Italia.
La Mafia es más mafiosa en Palermo
El país donde florece el limonero se detiene en los principescos palacios del Renacimiento toscano, para describirnos cítricos de formas imposibles, que eran exhibidos como ornamento. Muchos de ellos quedaron plasmados en las obras de Bartolomeo Bimbi, en sus cuadros cuajados de limones, naranjas o cidras.
Nos habla la autora también, del origen de la Mafia y de su relación con la producción de cítricos en Sicilia. Y explica de esta forma, las sutiles diferencias entre los palermitanos, de origen árabe, y los nacidos en Catania, descendientes de griegos.
Según la autora, “Si quisieras abrir un restaurante en Catania, tendrías inmediatamente a la Mafia en la puerta ‘Así que vas a abrir un restaurante, ¿qué podemos hacer para ayudarte?’ Sabrías que todo le pan que necesitas a la semana cuesta setenta euros y sin embargo, si aceptaras que te lo suministraran ellos por cien euros, ya habrías abonado il pizzo. Al otro lado de la isla, los negocios funcionan de forma diferente: la Mafia entraría en el nuevo restaurante de Palermo, y exigiría un pizzo sin ofrecer nada a cambio”.
Los cítricos y la salud
El libro trata también de ciencia. Los limones fueron vitales para prevenir y tratar el escorbuto de los marineros cuando se navegaba a vela y las travesías eran largas y estaban a merced del viento. Attlee relata el desastroso error de la Marina británica que decidió cambiar el zumo de limón italiano por las más patrióticas limas de las Antillas, pero que ¡ay! contienen solo la mitad de vitamina C que los limones.
La autora se detiene también en la deliciosa naranja sanguina, imposible de olvidar para quien la ha probado. El color frambuesa oscuro de su pulpa se debe a una diferencia de temperatura de diez grados entre el día y la noche. Se están intentando conseguir naranjas sanguinas sin necesidad de esta variación térmica porque su consumo puede ser determinante en el tratamiento de la obesidad.
Una batalla de naranjas
El país donde florece el limonero recorre la costa amalfitana, Sicilia, Liguria, Calabria y hasta el Piamonte, donde se celebra La Battaglia delle Arance. Quien desconozca el arraigado sentido estético de los italianos puede pensar que se trata de una especie de Tomatina de Buñol. Nada más lejos, como ilustran las fotos que acompañan este artículo.
‘Técnicas agrícolas’ del S. XII
Pero es la jardinería y la forma de cultivar los cítricos el corazón del libro, trufado de anécdotas. Especialmente divertida es la siguiente: Cuenta Attlee que se encontró un día con un productor de cítricos bajo un árbol cargado de frutos, que hasta hacía poco solo daba cuatro o cinco mandarinas al año. Un día el dueño salió con una sierra dispuesto a derribar el árbol para injertar algo más rentable. Cuando su hermano le vio, le pidió que le diera una nueva oportunidad y al año siguiente dio una cosecha prodigiosa.
A la autora le gustó especialmente esta historia porque coincide exactamente con las instrucciones que daba Ibn al Awam en su Tratado de Agricultura del siglo XII que dice que : “Si a pesar de los cuidados, un árbol no responde, la cura es muy simple ‘Que dos hombres portando un hacha se aproximen al árbol y que uno de ellos diga ‘Vamos a cortar este árbol, mientras el otro le suplica que no lo haga’. Luego, el primero debe decir: ‘¡Pero si no da fruta!, a lo cual, el otro responderá: ‘Lo hará este año, y si no, entonces eres libre de hacer lo que te plazca”. No explica nadie si esta comedia hay que declamarla en árabe o en italiano…
Religión y Colonia
Attlee se detiene también en los usos de los dos cítricos que no son más desconocidos, la cidra, que utilizan los judíos en una de sus celebraciones, siempre que no tenga ningún defecto, y la bergamota. La bergamota aromatiza el apreciado té Earl Grey y está en el origen de la Eau de Cologne, inventada por el italiano Giacomo Maria Farina.
El país donde florece el limonero es en realidad una declaración de amor, amor por los cítricos, por Italia, sus tierras, su Historia, y por sus peculiares gentes: orgullosos como nadie de lo suyo pero inmensamente generosos cuando el visitante lo reconoce y lo aprecia.
Hay que reseñar la estupenda traducción de María Belmonte, que plasma con exquisita exactitud la prosa vibrante de la autora y la generosidad de ésta y de la editorial, que no solo incluyen una extensa bibliografía, sino un listado de lugares que visitar con sus correspondientes enlaces y una cronología de los cítricos en Italia, desde el año 70 d. C. hasta nuestros días.
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