A pesar del calor, a Mortimer se le quedó en la cabeza este verano una canción de Rosalía. Le vino de repente, se le quedó en la memoria y la tarareaba con alguna frecuencia, sorprendido, sobre todo por una frase: «Del Renacimiento, soy una escultura». ¿Una escultura renacentista en medio de una canción básica de magreo como casi todas las de ella?
Lo demás es casi lo mismo de siempre: ‘tengo talento, solo esta noche soy tuya’, etc.etc. Una serie de elogios a si misma, como si fuera la primera vez que se conociera, como esos bebés que de pronto descubren sus manos y sus pies, aunque haga ya mucho tiempo en el que ella crea que se conoce como para tener la confianza suficiente para ponerse en un videoclip y exhibirse a cantar en público.
Pero lo que verdaderamente le llamó la atención a Mortimer fue que, en medio de la hipercultura del yo narcisista a la que estamos bastante sometidos, como si no hubiera realmente otra cosa en la que pensar, más que en uno mismo, y en como disfrutar de todo para mí, aparece una comparación nada menos que con el Renacimiento, uno de los momentos cumbre de la cultura para los demás. Y ese fragmento de letra es el que le saca de sí misma y nos saca a nosotros mismos del tedio del calor veraniego.