Esta es tu casa, Fidel. La historia de un nieto de la Revolución. Carlos D. Lechuga. De Conatus
Esta es tu casa, Fidel son las memorias del cineasta cubano Carlos D. Lechuga, nacido en La Habana en 1983, nieto del embajador de Cuba en la ONU durante la crisis de los misiles de Cuba. En la actualidad, Carlos D. Lechuga vive en España.
El título del libro hace referencia a las placas que había en todas las casas de Cuba, en las cuales estaba escrito: Esta es tu casa, Fidel. El libro se inicia con una frase memorable: «Cuando era pequeño esperaba con ansias que mi abuelo muriera para ver si Fidel se aparecía en el entierro» que establece el grado de idolatría que el autor, un niño, tenía por Fidel, que pasaba por encima del abuelo, el patriarca de la familia. El libro es la historia de como este ídolo acabó cayendo.
Esta es tu casa, Fidel es un libro corto dividido en pequeñas secciones, que nos cuenta la historia de un privilegiado, gracias al abuelo revolucionario. Sin embargo, la familia nuclear estaba bastante alejada del centro de poder del clan. Ellos eran tres: la abuela espiritista (el abuelo embajador se había vuelto a casar), la madre, enferma y soltera, y el autor.
El abuelo era el patriarca y como tal actuaba y en su casa no se hablaba de otra cosa que de Fidel. A través de su tía, el autor conoció a García Márquez. El colombiano tenía una mansión de protocolo a su disposición en Cuba, es decir, una casa expropiada a personas que habían huido del país y que era facilitada por el gobierno de Fidel Castro a personas relevantes que se prestaban a lavar la imagen de Cuba en el mundo. El libro no deja bien a García Márquez, que permite que un sueño sirva como justificación para cualquier barbaridad y no acepta que ese sueño nunca va a poder llevarse a cabo y, al mismo tiempo, es la excusa para ser un privilegiado.
Carlos D. Lechuga dice algo muy interesante: que no fue hasta la muerte de su abuelo que de algún modo fue como si él volviese a nacer y pudiese abrirse al mundo, en el sentido de escribir los guiones, de hacer el cine que él deseaba hacer. Mientras su abuelo estuvo vivo era incapaz de hacerlo por no defraudar al abuelo.
Y luego también cuenta una cosa que es muy importante, que es el tema de las despedidas de los seres queridos. Así, en relación con la despedida de su abuela y su tía, una buena despedida, de algún modo, cierra la herida. Sin embargo, una mala despedida o no hacer la despedida adecuada, como en el caso de su madre con su abuelo, provoca un inmenso dolor.
Cuando el cineasta, poco a poco, va desarrollando su obra y contando aquello que desea contar, los problemas van creciendo porque aquellos cuyos privilegios se fundamentan en la mentira tienen miedo a perder sus privilegios en el caso que todos vean que el emperador está desnudo.
No es fácil ser honesto con uno mismo y con el mundo y decir la verdad cuando nadie la quiere escuchar, aunque no te juegues nada o te juegues poco. Lo que es realmente difícil, casi suicida, es ser honesto cuando tienes todos los números de acabar aniquilado por el estado y, siempre, por muy bien que te vayan las cosas, son una mancha sobre ti. Ser honesto tiene un precio muy, muy alto, pero ser deshonesto probablemente tiene un precio aún más alto. Esta es la grandeza de este libro: enseñarnos a ser honestos con nosotros mismos.
Hay determinados problemas como es el caso de la situación de Cuba, como es el caso de la situación Ucrania-Rusia o del conflicto árabe-israelí que se enquistan y parece que solamente haya dos posibilidades: tienes que estar con uno o con el otro y, ciertamente, la solución ideal, la justa, no está ahí, pero nadie quiere luchar por lo que es justo.
La parte final del libro está dedicada a su madre, a las dificultades para comer en los años del período especial tras la caída de la URSS, al apoyo incondicional y a los sacrificios emocionales de la madre. El libro termina con una carta de la madre que creo que explica por qué Carlos Lechuga es el hombre honesto que es.