En ‘El becario’ (2015), con una interpretación magistral de Robert de Niro como protagonista, se relata en modo de ‘drocumedia’, la historia de un jubilado de 70 años, que ha tenido una vida profesional muy activa, y que se ha quedado viudo, echa de menos a su mujer y, al querer hacer algo más que gimnasia, encuentra un anuncio en el que una empresa busca ‘becarios senior’ y se apunta, y le aceptan, aunque no saben muy bien para qué.
La idea es aprovechar la experiencia de gente curtida, que asesore a algunos de los 250 trabajadores de esa empresa, que se dedica a vender ropa de moda por internet, con un éxito tremendo, pero demasiado deprisa; es muy reciente su fundación y quieren consolidarla de cara a los inversores.
La historia tiene su miga porque retrata muy bien la disparidad de culturas entre unos pocos ‘seniors’ y la gran mayoría de ‘juniors’ que intentan formar equipo. Lo que le pasa a los ‘juniors’, particularmente a la chica ceo que ha inventado ese trabajo y quiere seguirlo dirgiendo, es como hacer compatible su éxito profesional fulgurante, con la vida de familia con su marido, que ha dejado su profesión para cuidar de la niña que tienen entre los dos y así favorecer la carrera de su mujer.
Para mayor intensidad de la historia, los inversores quieren colocarle por encima un jefe, que ella detesta. Entre el drama y la comedia transcurre una película muy divertida, al intentar resolver problemas que son muy actuales: papel de las mujeres dirigiendo empresas con su iniciativa desbordante, atención a la familia en medio del vértigo profesional, falta de experiencia para gestionar el éxito y un setentón en medio, colaborando para que aquello se sostenga, a pesar de todas las dificultades que lo rodean