La exposición Tiempos inciertos. Alemania entre guerras, que puede verse hasta febrero de 2025 en CaixaForum Madrid, ofrece una visión transversal del rico periodo de entreguerras centrada en la etapa que va de 1918 a 1933.
El período de la Alemania de entreguerras y, específicamente, el de la República de Weimar (1919-1933) representa un capítulo fundamental de la historia europea y mundial, en el que se produce un cambio de paradigma radical en la sociedad, el arte, el pensamiento y la ciencia; con él se acaba una época y comienza otra.
Durante catorce años, los fundamentos de la vieja Europa se ven sacudidos y las certezas vitales, culturales y científicas de lo que Stefan Zweig denominó «el mundo de ayer» se borran. Debatiéndose entre numerosas tensiones e incertidumbres, la República de Weimar se convierte en una democracia real, una opción renovadora que se fundamenta en los ideales ilustrados de la libertad y la razón, y que abre la puerta a una creatividad desbordante en todos los ámbitos de la sociedad y del conocimiento.
Tanto el origen como el final de la República son trágicos, marcados por dos guerras mundiales y el terror totalitario del nazismo. Sin embargo, Weimar continúa siendo un referente y un ejemplo histórico: un referente porque muchas de las tensiones e ideas que entonces surgieron configuran nuestro mundo de hoy, pero también un ejemplo, ya que nos puede ayudar a construir el mundo de mañana.
«[…] la época de antes de la Primera Guerra Mundial […] fue la de la edad de oro de la seguridad. Todo en nuestra monarquía austríaca casi milenaria parecía asentarse sobre el fundamento de la duración, y el propio Estado parecía la garantía suprema de esta estabilidad. […] Todo lo radical y violento parecía imposible en aquella era de la razón».
Stefan Zweig, El mundo de ayer
Primera Guerra Mundial
-La primera guerra industrial de la historia: por primera vez se usan armas bioquímicas, tanques y aviones.
-La primera «guerra total» de la historia: se movilizan todos los recursos humanos, militares, industriales, tecnológicos, científicos e ideológicos.
-70 millones de personas movilizadas.
-10 millones de soldados muertos.
-20 millones de heridos.
Una nueva Alemania: la República de Weimar
La República de Weimar representa un nuevo comienzo para la Alemania derrotada y también la voluntad de construir una sociedad basada en los ideales humanistas de democracia, libertad e igualdad. Debe su nombre a que la Constitución se redacta en Weimar, la ciudad de Goethe y Schiller, epicentro de la ilustración alemana del siglo XVIII.
La breve historia de la República es muy compleja y convulsa, ya que en ella se reflejan y confrontan continuamente dos Alemanias: la de la arrogancia militar, la sumisión a la autoridad y la nostalgia del imperio, y la Alemania ilustrada, cosmopolita y que apuesta por la transformación.
Las nefastas consecuencias de la guerra modifican de forma muy visible la fisonomía demográfica. El 19 % de la población masculina desaparece como consecuencia de la guerra y muchos de los supervivientes sufren secuelas y terribles lesiones físicas y psicológicas de carácter crónico.
En los años posteriores a la guerra es habitual encontrar por la calle a heridos que ocultan sus rostros desfigurados, que disimulan la ceguera con gafas oscuras o que van en silla de ruedas. Estos cuerpos rotos y mutilados, que recuerdan el horror, conviven con otros que buscan representar nuevos ideales de belleza y fortaleza y que se convierten en un símbolo de la nueva sociedad moderna.
El arte se hace eco de esta situación y plantea nuevas visiones y representaciones del cuerpo. La escultura es, quizá, la disciplina que más nos conecta con las diversas realidades del cuerpo: cuerpos vulnerables y abatidos, cuerpos atléticos que nos transmiten esfuerzo físico y capacidad de superación, y también cuerpos abstractos y mecánicos que miran al futuro y exploran nuevas formas.
Masa e individuo
En la República de Weimar la política se convierte por primera vez en un fenómeno de masas. Todas las facciones políticas utilizan la movilización como arma, aun a riesgo de anular la capacidad de decisión del individuo; un individuo reivindicativo, que tiene garantizados más derechos sociales que nunca pero que, sin embargo, ve amenazada o incluso anulada su autonomía como sujeto político.
La movilización de las masas no solo tensiona la libertad de los individuos sino al propio Gobierno democrático, como en el caso de la Revolución de Noviembre y de la contrarrevolución del movimiento nazi.
Esta tensión se expresa especialmente en el nuevo arte de consumo de masas: la fotografía y el cine. El arte de vanguardia también se politiza y se convierte en un arma más en el conflicto que abarca a toda la sociedad. En este contexto, es imposible vivir al margen de la política.
Los años dorados y la miseria
El cambio social que pretende el Gobierno de la República no se puede alcanzar de forma inmediata, ya que la economía marca el pulso de la sociedad y las crisis económicas determinan su ritmo y sus fases.
Debido a los estragos de la guerra y al abandono del patrón oro como garantía del valor del dinero, la República de Weimar comienza con la crisis traumática de una hiperinflación sin precedentes desde 1919 hasta 1923. Las consecuencias repercuten en toda la sociedad en forma de violencia política, conflictos sociales, saqueos, suicidios… El contraste entre pobreza y opulencia convive con una vertiginosa vida nocturna.
En 1923 se produce el colapso, pero la voluntad de estabilidad y de justicia social del Gobierno de la República consigue reformar el sistema económico, y Alemania recupera el equilibrio social y político. Comienzan los denominados
«dorados años veinte», de 1924 a 1929, una época de tolerancia, experimentación y creatividad, sobre todo en las grandes ciudades.
Sin embargo, la prosperidad y los avances sociales se ven totalmente truncados por una crisis de alcance mundial. Con el crac de la Bolsa de Nueva York de 1929, la República entra en una última gran crisis que ya no consigue superar.
Arte y técnica
En la Alemania de entreguerras conviven nuevos estilos pictóricos con diferentes objetivos: el expresionismo y el radicalismo dadá rechazan el realismo como respuesta a un mundo en ruinas por la guerra y la inflación; el constructivismo, de influencia rusa, ofrece alternativas con propuestas utópicas y un lenguaje formal abstracto, y la nueva objetividad es un regreso al realismo y a la sobriedad que se corresponde con el tiempo de estabilidad económica.
Inspirada por el arte de vanguardia, la escuela Bauhaus de arte y diseño pone en cuestión el concepto tradicional de la obra de arte autónoma para fusionarla con la técnica y crear un tipo de objeto nuevo que tiene una utilidad práctica.
Un paisaje sonoro
La Alemania de entreguerras es un gran laboratorio de actividad e innovación musical sin precedentes que gira en torno a dos focos experimentales. Por un lado, el dodecafonismo de Schönberg cuestiona el sistema de jerarquías tonales que caracterizaba la música clásica europea y lo sustituye por una serie de doce notas sin jerarquía entre sí.
Por otro, durante los años de la República de Weimar se replantea la función social y la importancia moral y política del teatro musical, que a menudo fusiona estilos musicales como el popular, el jazz o la música clásica. El dramaturgo Bertolt Brecht y el músico Kurt Weill son figuras clave de este movimiento de vanguardia políticamente comprometido, que convive y se opone al idealismo romántico tardío que los nazis toman como insignia. Las óperas de Wagner son un claro ejemplo de esta apropiación a posteriori y fuera de contexto, para fines políticos.
La incertidumbre como principio
Durante los años de entreguerras se zarandean los fundamentos de la ciencia determinista que confía en la capacidad de alcanzar verdades absolutas y desvelar el comportamiento de la naturaleza y del mundo con precisión por medio de la física y de las matemáticas.
Esta ciencia de las certezas se ve cuestionada por la física cuántica, que atribuye una naturaleza probabilística a la realidad. El principio de incertidumbre de Heisenberg, que niega la posibilidad de conocer simultáneamente la posición y la velocidad de una partícula, abre la puerta a una interpretación de la realidad basada en la incertidumbre como un componente más de aquella.
Las consecuencias de este cambio son muy profundas y afectan no solo al mundo de la ciencia, sino también a otros ámbitos del conocimiento.
El fin del sueño democrático
El 30 de enero de 1933, Hitler es nombrado canciller de la República de Weimar y, dos meses después, el Partido Nacionalsocialista, las SA, las Juventudes Hitlerianas y los estudiantes afines organizan la «Acción contra el espíritu antialemán». Como parte de ella, el 10 de mayo de 1933, estudiantes y profesores de varias universidades, reunidos en Berlín, lanzan a la hoguera las obras de todos los autores que condenan como no alemanes.
Esta escenificación del control del arte y de la cultura para alinearlos con la ideología nazi forma parte de un esfuerzo más amplio de ocupación violenta del poder —denominado Gleichschaltung, es decir, coordinación—, que da inicio a una época de censura, terror y persecución sistemática de judíos, marxistas, pacifistas y otros opositores políticos.
Aunque la autoproclamación de Hitler como führer no tendrá lugar hasta el 2 de agosto de 1934, el «acto de fe» de la quema de libros simboliza el final del período de la República de Weimar y el comienzo de la barbarie del totalitarismo que llevará a Alemania, a Europa y al mundo a la Segunda Guerra Mundial y al Holocausto.
El mundo de hoy: un presente incierto
Revisar el pasado es útil para observar el presente con mayor profundidad. En este sentido, volver a la República de Weimar es una manera de entender nuestro hoy.
Un siglo después, aún resuenan algunas de las tensiones y transformaciones vividas entonces. El nuestro es un período de transición hacia un mundo nuevo que también cuestiona conceptos e instituciones como la familia, la economía, el arte o el futuro. Hemos sido testigos y partícipes de avances sociales y tecnológicos, así como de la consecución de nuevas libertades políticas y creativas, pero el nuevo paradigma también hace aflorar incertidumbre, malestar y miedo.
A pesar de todo, nuestro presente pone de manifiesto que tenemos un reto: aprender a lidiar con la incertidumbre, ya que, si bien genera oportunidades, también es fuente de desazón y angustia. Para conseguirlo, la reflexión, la escucha, el debate y la participación son fundamentales.