La actualidad literaria manda y en ella encontramos lo último de uno de esos autores cuya vida es más azarosa que su obra. Hablamos de la nueva novela del, (para algunos), interesante, (para otros), charlatán extravagante, Miguel de Cervantes.
Aventurero, soldado y escritor envuelto en un halo místico. Esquivo con los medios. Dado a la desaparición y al aislamiento en la línea de un Salinger vestido con chaleco de camuflaje. Anacrónico escandaloso. Aún lejos de los círculos literarios a los que lleva años intentando pertenecer. Sobre él corre por las redes sociales, entornos en los que el magnífico Lope de Vega, con sus miles de seguidores, se mueve como pez en el agua, el rumor de un pasado algo turbio: antecedentes, alistamiento en misiones no muy diplomáticas en Oriente Medio, llegando incluso a ser herido en la mano, defecto que exhibe con orgullo cuando se deja fotografiar o el secuestro que sufrió en los 70 a manos de cierto grupo terrorista con raíces númidas, convencidos de haber capturado a un importante espía.
Tras una carrera algo exigua con la pluma, “La Galatea”, (Ed. Catedra) y una estancia en la cárcel en los 90 por meter la mano en la alcancía cuando ejerció, -muchos tildan aquello de tapadera, lo que contribuye a nublar más su figura-, como cobrador de impuestos, a sus cincuenta y largos años presenta, (entre muchas otras editoriales, Penguin Clásicos, 1200 págs.), “Don Quijote de la Mancha”.
Es curioso que, con la cantidad de buenos escritores que hay en nuestro país: Pérez-Reverte, Elvira Lindo, Millás… a ciertas luminarias les dé por hacer sonar a un artista más célebre por su carácter, que por sus escritos. Porque cuando acabas su nueva novela, solo piensas en aquellos cuentos infantiles tan populares. Historias que todos hemos y nos han leído, pero cuyo autor casi nadie conoce. Otra clase de fama. La playa con o sin tortilla. Y sí, esto es una crítica y la crítica es lo que tiene, que es crítica y no elogio, lo que hace que los méritos de la obra apenas sean mencionados, y la opinión se confunde con el desconocimiento, aceptando el mantra: “es más fácil destruir que…”
Llegará un momento en el que alguien crea que, en realidad, Cervantes es el personaje principal de una novela escrita por Don Quijote de la Mancha.
Pero Cervantes es “ese tipo” que, no se sabe bien el motivo, se conoce desde hace tiempo y que en algunos foros se admira, entrelazando, cruzando, conectando y uniendo persona con labor artística. ¿Por qué? Pues porque pocas cosas nos gustan más que aparejar las cualidades de una creación cultural, con la conducta o las virtudes de la opinión particular sobre esto o aquello del humano que la ha parido, como si cualquiera de sus palabras fuera a misa.
La trama, sin hacer spoiler y en la que él mismo roza el cameo, -no se sienta mal si sospecha como yo que gran parte se basa en sus propias vivencias-, se encuadra en lo que sus acólitos han bautizado como “novela de caballerías” o lo que a él más le gusta decir, “novela bizantina”, un revoltillo de picaresca sátira, género que, con el reclamo de haber sido pergeñada en la cárcel, -cuánta cárcel le debemos a la literatura y viceversa-, pretende revitalizar, en una suerte de parodia con ínfulas y que cuenta la historia de un “caballero andante” muy pobre, cuyo verdadero nombre no voy a desvelar, residente en algún lugar de La Mancha, que pierde la razón por su adicción a la literatura medieval y que va por ahí creyéndose un justiciero callejero. Una identidad desdichada, pero genial, según el fan. Un perroflauta madurito sin oficio ni beneficio según otros. Y, para mí, un friki que ha visto demasiadas películas de superhéroes.
Según Cervantes, es una historia sencilla y un homenaje a la libertad con un solo objetivo en su mensaje y en su estilo, decapitar, (dixit). lo que él considera que manda hoy en día: la pedantería, lo artificial, la falsedad, la cobardía. Lo efímero en la red. La muerte de la imaginación. Casi el mandamiento de un Unabomber cultural. Escrita en un lenguaje arcaico, para parecer más rara y singular, como su “impresionista” autor, se está viralizando que su original estructura, su sano idealismo, el aterrador número de ingenios, la sabiduría que destilan sus páginas y el carisma de su protagonista, influirán en las generaciones literarias futuras, todo bajo el manto romántico que ha sabido darle. En una sociedad gulosa cuando se trata de consumir mitos, hay algo mejor que ser un buen escritor y es ser un buen vendedor.
Pienso que para él ya ha sonado la campana. Que su hidalgo será pronto olvidado, como una frikada más. Y que lo que sí va a quedar el día de mañana es la manera en la que su nombre será ocultado por las estrellas de su más reciente trabajo y llegará un momento en el que alguien crea que, en realidad, Cervantes es el personaje principal de una novela escrita por Don Quijote de la Mancha.
Agustín Serrano
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