‘Una vaga sensación de pérdida’, el viaje al pasado íntimo de Stasiuk

Una vaga sensación de pérdida. Andrzej Stasiuk. Ilustraciones de Kamil Targosz. Traducción de Alfonso Cazenave. Editorial Acantilado

Cuatro historias, cuatro evocaciones líricas, componen este Una vaga sensación de pérdida. La primera de ellas, «La abuela y los espíritus», tiene un valor fundacional: la abuela es la mujer de la que el autor aprendió el valor de las historias, la percepción de lo metafísico, el significado de las cosas más allá de su realidad física. «Augustyn» cuenta el declive de un escritor al que Stasiuk descubre en un relato, presentado a concurso en una revista literaria. «La perra» cuenta el declive de un animal doméstico al que se observa como va perdiendo la vitalidad, cómo se apaga antes de desaparecer. Y en «Grochów» asistimos a la evocación de los viajes y la complicidad de un amigo al que se acaba de perder, convertido en cenizas y humo en un rito funerario de incineración.

una vaga sensación de pérdida

Una vaga sensación de pérdida es un viaje al pasado, no al pasado de la historia compartida sino al propio. En un párrafo de La abuela y los espíritus, Stasiuk se pregunta a dónde quiere llegar con el recuerdo de la mujer que le enseñó a contar historias, a ver espíritus: «pronto morirán las últimas abuelas que vieron con sus propios ojos el mundo de los espíritus. Lo vieron con fe y serenidad y, por supuesto, también con miedo. Una realidad sobrenatural viva y palpable se irán con ellas. Descontando la rara experiencia mística de algunos elegidos, nos veremos abocados a una confianza difícil y llena de esfuerzo en la existencia de lo desconocido».

Sin duda. La familiaridad con lo sobrenatural ha desaparecido con la muerte de la generación anterior a la de Stasiuk, que es la mía propia. Y con ella, una forma de habitar en la historias, de reconocer la fuerza simbólica de los relatos: «mi abuela se sentaba al borde de la cama y contaba historias. Lo hacía desinteresadamente, sin ningún fin en concreto. La normalidad de los sucesos anormales les confería credibilidad». La muerte de la abuela le enseñó a Stasiuk la primacía de lo simbólico sobre la realidad, cuando vio ondear en la fachada de la casa familiar un pendón negro con una cruz plateada agitado por el viento.

Grochów es el relato más largo de este libro lírico, todo él de una delicadeza tibia y melancólica. Lleva el nombre del barrio donde creció el autor. Un barrio de periferia, en el que se mezclan los bloque de viviendas con las casas de campo, los huertos. Un barrio muy parecido al de muchos de nuestra generación, que crecimos donde las ciudades iban ampliando su trama urbana a costa del campo, los porches emparrados, y los regadíos. La descripción establece la frontera: «la ciudad se detenía en mitad de un paso, como al borde de un acantilado, como si perdiera el aliento o se quedara estupefacta al ver aquel espacio de chabolas de barro».

Dedicado a Olek, Stasiuk se dirige al amigo al que incineran tras su muerte: «mientras te estaban metiendo en el horno crematorio ya sabía que querría describir todo esto». Y todo esto es la geografía de los chicos de un barrio «críos del mísero Grochów, hijos de un país asfixiante del que no había salida ni escapatoria, pues a un lado teníamos Rusolandia y al otro Alemania».

Stasiuk describe los viajes en coche a Lubliana, a Bucarest, en busca del horizonte al que apuntan las vías del tren que cruzan por su barrio. Viajes para escapar de un fraude, el que sufrían sus padres: «salían de madrugada y volvían cada año más decaídos, más abatidos. Eso nos parecía. Que estaban atrapados en su propia vida como insectos en ámbar». A los chicos, con intención didáctica, les ponían películas de Al Pacino: Pánico en Niddle Park. todo eran yonquis: «nosotros, sin embargo, envidiábamos e los yonquis, porque se pinchaban en Nueva York». A ese mundo que se va, que se pierde, está dedicada esta colección de relatos, que son como el polvo de la cremación que entra en el ojo para provocar una última lágrima.

Stasiuk es un autor frecuente en Acantilado. Desde sus inicios, la editorial ha tenido una mirada hacia el este. Jaume Vallcorba la convirtió en el faro que nos descubrió la nueva literatura de los países al otro lado del telón de acero. Andrzej Stasiuk (Varsovia, 1960) es novelista, poeta y crítico literario. Su talento lírico hace de Stasiuk uno de los referentes de la literatura polaca. Entre sus obras destacan, además de las novelas El mundo detrás de Dukla (2003), Nueve (2004) y Taksim (2015), el ensayo Mi Europa (2005), la crónica De camino a Babadag (2008) y los libros de relatos Cuentos de Galitzia (2010) y ahora  Una vaga sensación de pérdida (2022), todos publicados en Acantilado.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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