Tala. Thomas Bernhard. Quid Pro Quo Edicions. Traducción de Clara Formosa Plans
Thomas Bernhard es uno de los más grandes escritores de la literatura universal y en esta novela de su última época nos narra una reunión, una cena, en la que el narrador critica el ambiente artístico de Viena y la sociedad austríaca.
El narrador es alguien que hace muchos años que no frecuenta al matrimonio que lo ha invitado y no lo ha hecho porque se siente muy incómodo con ellos y con lo que representan y, de hecho, él hace tiempo que decidió ir a vivir a Londres. Pero coincidieron por la calle, por esas calles de Viena que él no desea transitar, pero que en el fondo le gustan si no fuese porque se encuentra con las personas que no desearía encontrar, y, entonces, le preguntaron por una amiga que había aparecido colgada de una viga. El día de la cena es precisamente el día del funeral, de modo que todos los asistentes aún llevan la ropa de duelo durante la cena.
Una cena a la que acuden una veintena de personas (aunque solo intervienen media docena) y que el narrador la describe (en dos tercios de la novela) desde su puesto de observación y pensamiento en una butaca en el vestíbulo sin que los asistentes a la cena parezcan darse cuenta de su presencia. El narrador, sentado en su butaca de orejas, donde quedará dormido antes de entrar a cenar, piensa en la amiga fallecida, en las cosas que habían compartido y se da cuenta que la cena, quizá, más que una cena en honor al famoso actor que están esperando y esperando hasta pasada la medianoche, es quizá un banquete fúnebre. Y, cuando finalmente llega el actor, Bernhard le da voz a través del narrador que nos cuenta la historia. Y lo hace para mostrarnos un personaje narcisista y pagado de sí mismo que no deja de hablar y hablar sobre él. La gran diferencia entre ambos personajes es que el uno tiene una visión crítica del mundo, el otro una visión complaciente de sí mismo. Es decir, uno quiere cambiar el mundo, el otro quiere continuar en su mundo.
El actor invitado a la cena está triunfando con una obra de Ibsen: ‘El pato salvaje’, una obra en que precisamente se dirime si debe buscarse la verdad a toda costa, aunque está destruya tu vida. Curiosamente, el escritor noruego Dag Solstad escribió diez años después de la novela de Bernhard, ‘Pudor y dignidad’, una novela en que un profesor de secundaria hace un análisis detallado, precisamente, de ‘El pato salvaje’. Y es que a la pregunta de qué es la literatura, muchas veces podríamos contestar que trozos de literatura.
Sentido del humor
Los análisis del narrador son hiperbólicos, pero extraordinariamente certeros, en el sentido de ver aquello que es obvio y que, sin embargo, es infravalorado. Su actitud hiperbólica y de injuria tiene un cierto tono humorístico, aunque uno nunca sabe dónde termina la crítica y dónde empieza el divertimento. Un sentido del humor siempre hiperbólico, como, por ejemplo, cuando uno de los personajes de la novela se saca su dentadura postiza para hacer un pequeño monólogo a la manera de Hamlet.
Un libro sin un solo punto y aparte, con los diálogos y los pensamientos integrados en la voz del narrador. En comparación con otros de sus libros, aunque ciertamente insiste en los temas y va repitiendo algunos latiguillos, es un libro en que Bernhard realiza un esfuerzo mayor por hacer un discurso narrativo, por ir contando hechos y no solamente centrarse en la crítica, en las ideas. Por otra parte, la línea temporal que es la de la cena se mantiene, pero hay continuos saltos adelante y atrás, repeticiones en relación a los personajes, en relación a lo ocurrido en los últimos días.
En la novela hay algunos elementos autobiográficos que son prestados al narrador: como la enfermedad pulmonar, como la cuestión de decidirse por el mundo artístico, como la edad aproximada, como la propia actitud vertida en sus textos autobiográficos y en sus manifestaciones públicas en relación al mundo artístico. Pero estas coincidencias con lo real no se limitan al narrador, como veremos más adelante.
En ‘Tala’ la crítica de Bernhard es aún más dura de lo habitual porque nos presenta a los personajes injuriándolos claramente, pero a la vez nos describe algunos de los elementos de su de su carrera profesional y de sus actividades, de sus características como individuos, lo cual pone de manifiesto que son personas con un cierto valor y en eso creo radica la especial dureza de sus palabras, porque viene a decirnos que todos podemos ser objeto de una radical deconstrucción. Y, de hecho, el narrador manifiesta que, durante muchísimo tiempo aquellas personas habían sido amigos íntimos, y, ciertamente, su actitud no deja de ser ambivalente, como lo puede ser la de muchos de nosotros en relación a las personas con las que frecuentamos.
En este libro la crítica de Bernhard es como más sutil y mucho más honrada porque lo que hace es poner de manifiesto que unos mismos hechos pueden ser juzgados como lo más criminal y lo más elogioso y ambos tener razón y ambos estar equivocados y eso es algo que en general no aceptamos.
El narrador vive en una situación extraña que puede dar lugar a tener una visión y un análisis certero de las cosas porque, no solamente sus anfitriones son personas con las que había tenido una gran relación hacía treinta años sino también el resto de invitados, es decir, es un poco como si de repente, cuando uno está ya en su madurez, se reuniese con sus antiguos compañeros de la escuela secundaria. Eso siempre es un shock. Nos obliga a enfrentarnos con nuestro propio juicio de valor sobre nuestras vidas.
La actitud crítica de Bernhard lo es en relación al mundo artístico, pero lo es en relación a todas las modalidades artísticas y contra aquellos que forman parte, de algún modo, de la élite cultural de un país. Se suele decir que el largo monólogo del narrador en esta novela es una crítica al mundo cultural de Viena, pero no es sólo eso, porque las críticas no tienen que ver solamente con lo cultural o con aquello que de algún modo puede estar ligado a lo cultural, como puede ser el narcisismo del actor, sino que algunos otros elementos son una crítica simplemente al ser humano. Como por ejemplo cuando retrata el alcoholismo o el maltrato en el ámbito de la pareja. Una historia ambientada en Austria pero que sin duda puede aplicarse aquí, y no solo al mundo de los artistas. Cuando critica el ambiente del arte y de las subvenciones, los enchufes, lo puedes aplicar no solamente a instituciones culturales sino a empresas más o menos grandes o a ayuntamientos, etcétera, porque de lo que trata es de elementos que tienen que ver con la naturaleza humana, si uno quiere, efectivamente ligado a una cultura, la cultura alemana, y a un país, Austria, con sus pequeñas especificidades, pero básicamente una cuestión universal.
Una dura diatriba contra el Burgtheather y los actores que allí interpretan. No hay que olvidar que Bernhard estableció en sus disposiciones testamentarias que prohibía de forma absoluta que sus obras fuesen representadas en su país natal. Ni qué decir tiene que no le han hecho ni caso.
Para entender a Thomas Bernhard creo que es importante conocer su biografía. Sin el profundo dolor que supuso una vida marcada por la enfermedad no es posible interpretar su obra. Un autor que, al haberse enfrentado a la muerte, muestra un grado sumo de lucidez, un sentimiento de que puede decir lo que quiera, porque al final, cuando ya no estemos aquí, poco importará lo que nos hayamos callado.
El libro creo que se puede considerar que la idea final que puede entenderse es fruto de la época y se ve en los existencialistas y en el propio Beckett, en la medida en que de lo que se trata es de ir por el camino de la verdad, aunque se sepa que se va a fracasar. Este es el único camino posible, aunque se den vueltas y vueltas, aunque uno se equivoque y cambie de camino, pero la dirección final debe ser esta, a pesar de fracasar. Porque lo otro es todo aquello que se critica en el libro.
La novela fue retirada de la venta al público en Austria a causa de una demanda interpuesta por el compositor Lampersberg y su esposa, que supuestamente aparecen representados en el texto como el matrimonio Auersberger, los anfitriones de la cena. Con posterioridad la prohibición fue levantada tras un acuerdo entre las partes.