Coordinadas por Berta González de Vega y Yaiza Santos, diez mujeres se han unido en este tomo de Ladera Norte para agrupar temas que tienen que ver con el feminismo, y en defensa de unos valores que sienten que están en peligro. «España es uno de los mejores países del mundo para nacer mujer. Sin embargo, un feminismo irracional, revanchista y de trincheras, que se ha constituido en hegemónico, quiere imponer un relato tenebroso y maniqueo, de mujeres víctimas eternas, infantiloides, que necesitan ser tuteladas desde el poder», escriben González de Vega y Santos en el preámbulo de este tomo. Desde esa posición hegemónica, se impone una ideología de tintes totalitarios.
Hace muy bien Miriam Tey en recordar en la apertura de su artículo, «Aceptar nuestras propias sombras», la persecución a dentelladas que se organizó contra ella como editora de un libro titulado Todas putas, de Hernán Migoya. Fue el primer episodio de persecución censora, moralista y reaccionaria en nuestra democracia. Hasta entonces, las censuras solían venir desde el poder.
La sufrieron algunos poetas, como Irigoyen, por su poemario Los abanicos del caudillo, y algún número de revistas que mezclaban investigación con carne femenina fresca. Pero lo de Todos putas lo organizó la izquierda y supuso una lapidación mediática dirigida contra Tey y contra el autor, para conseguir no solo la cancelación sino la muerte civil.
Fue un episodio fundacional de un modo de ser totalitario. Su éxito animó al movimiento a continuar. Y hasta hoy sigue vigente. Lo llaman libertad, pero no es sino una forma de tiranía basada en la manipulación grosera de la masa. Tey recuerda que las mujeres, como el resto de los eslabones más débiles de la sociedad, han sido «víctimas de lapidaciones y linchamientos con la finalidad correctiva de indicarnos cuál era nuestro papel y cuál la única forma de ser mujer». Y propone una vía para transitar por la igualdad que parte de algo hoy tan poco frecuente como la aceptación de lo real: «la igualdad deseada, que a mi entender debe residier fundamentalmente en una igualdad ante la ley y en una igualdad ante las posibilidades de desarrollar los propios tanlentos y de abordar el propio destino, aceptando la realidad». El feminismo sectario, añade, no ha querido aceptar el dolor que conlleva la mera existencia, ha preferido elegir y señalar al «hombre como el único culpable».
Una maternidad natural
En el capítulo que firma, que sirve al propósito de hacer de pórtico para el resto de los ensayos, Tey advierte que «si nos limitamos a replicar un talante frentista, excluyente y abusivo con el control del poder, no habrá avances, ni en la posición de la mujer en el mundo, ni en el logro de los propios sueños, e incluso empañaremos las relaciones afectivas, sexuales, amorosas o familiares hasta desvirtuarlas». La advertencia quizá llega tarde, porque ese feminismo frentista ya ha conseguido criminalizar las relaciones familiares y las sexuales.
Indomables, a pesar de su brevedad, está lleno de ideas interesantes y ensayos que son una sacudida. Como el de Guadalupe Sánchez, que planta en su primer párrafo la certeza de que el «arte del populismo consiste en evitar que la verdad comprometa la ideología». Sánchez advierte de los riesgos inherentes a las leyes que se han aprobado al calor de esta nueva corriente delirante. Rebeca Agudo detalla las estafas que se producen en los llamados «cursos de género». Paula Fraga detalla las traiciones de la nueva izquierda al feminismo. Marta Martín Llaguno se detiene en otro fraude, que es el de los partidos políticos y sus hipócritas lavados de imagen. Y María Calvo Charro hace una razonada defensa de la maternidad: «para recomponer la familia necesitamos, en primer lugar, darle al hombre, al varón, al padre, el lugar y la importancia que le corresponde», y también una sociedad orgullosa de sus madres, «pero también, en general, debemos ser capaces de devolver la ternura a este mundo deshumanizado». Nada de esto es posible si el hombre es visto tan solo como el enemigo.
El lector de un trabajo como este que nos presenta Ladera Norte se pregunta cómo es posible que el ruido, las alaracas, las amenazas, las cancelaciones, las persecuciones, hayan sido capaces de poner sordina a aportaciones intelectuales tan bien razonadas, tan sensatas, tan constructivas, tan capaces de sostener un bien común. ¿Cómo nos hemos dejado conquistas y ocupar la esfera pública y la Universidad, por el grito y la imposición? Esta pregunta se la hará cualquier lector sensato que acceda a este libro. Si al leerlo sufre usted convulsiones, es que está en el lado de la dictadura.