Horizon, una miniserie, confusa y plana, y el tinte de Kevin Costner

Horizon es una del oeste, una nueva historia de la colonización de una tierra de promisión, vendida por lotes, a los colonos que habían poblado el este de los Estados Unidos y buscaran un nuevo horizonte. Las tensiones, guerra y violencia, que provocó esa irrupción con los indígenas, Apaches en este caso, es el hilo conductor de una serie de historias que tienen la virtud de mantener la tensión durante tres horas. Al espectador el tiempo se le pasa volando. Pero la película, capítulo primero, termina como esas miniseries que para engancharte te anuncian lo que verás en el siguiente capítulo. Y eso deja una sensación de historia sin cerrar, más televisión que cine.

Kevin Costner busca siempre los grandes espacios, las grandes escalas, la amplitud, los cielos. Su imagen la tenemos asociada a las grandes llanuras, los búfalos corriendo en estampida en su debut como director en Bailando con lobos. En Horizon repite esa estética. Se trata de la primera de una miniserie de cuatro capítulos. Al menos es lo que se ha propuesto. Dos ya están filmados y financiados en parte por Costner, que ha puesto 38 millones de dólares en la empresa. Ha hipotecado sus casas, lo que dice mucho sobre su devoción por el cine y su fe en esta historia, que, después de ver el primer capítulo, pensamos que le va a costar vender.

La primera entrega de Horizon se dedica a poner en marcha, a dar cuerda a la narrativa. Hay al menos cinco historias que corren paralelas y que están cortadas, en su contrapunto, con la estética de la televisión. Pasamos de una historia a otra sin transición. El evento clave que desencadena la serie es una incursión de los apaches en una aldea de colonos que pone en marcha tres tramas: un romance entre la madre soltera Frances (Sienna Miller) y el primer teniente Trent Gephardt (Sam Worthington); una intrigante historia de venganza que involucra a un niño huérfano, Russel (Etienne Kellici), y un grupo de mercenarios (liderados por Jeff Fahey, de Lost) que cazan a los apaches por dinero; y otro centrado en la tribu de los nativos americanos, donde un guerrero impetuoso se ha cansado de la actitud pacífica de sus padres.

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Mientras tanto, en una parte del mundo más nevada, se desarrolla otra película: esta se centra en Hayes Ellison (Costner), un viejo pistolero, y Marigold (Abbey Lee), que se encuentran en el lado equivocado de los perversos hermanos Sykes (Jon Beavers y Jamie Campbell Bower). Por último, al menos por ahora, asistimos al viaje de una caravana liderada por Matthew Van Weyden (Luke Wilson), que tiene problemas para mantener la paz entre una elegante pareja británica y los miembros más rudos de la comitiva. Es, como habrás adivinado, mucho que asimilar. Al espectados le cuesta pasar de una historia a otra y recordar los múltiples detalles y personajes de esta saga. Horizon es una historia ambiciosa que quiere meter en una sola película toda la historia del oeste.

Horizon busca la épica, pero la quiere encontrar en la cantidad, y no en la calidad. En las secuencias más espectaculares de Bailando con lobos, Costner dejó al personaje completamente solo en la llanura, empequeñecido por el paisaje y cada vez más consciente de su propio lugar. Horizon, en cambio, rara vez se toma ese tiempo para pensar. También hay una clara falta de urgencia cinematográfica, la sensación de que, independientemente de la duración, hay algún lugar al que la película debe llegar. Y en la primera entrega, esto no se ve. La impresión es que el espectador asiste a una producción televisiva, proyectada en el cine. Y esto no quita para que, tomados de forma aislada, algunos de los capítulos de esta colosal saga tengan fuerza dramática suficiente como para conmover al espectador, y ritmo para hacerle aguantar las tres horas sin mirar el reloj. Y eso a pesar de que la historia está hilvanada con los grandes tópicos de las historias del western.

Costner no ha olvidado hacia dónde apuntar una cámara, y más allá de todo el montaje, Horizon tiene momentos grandes que nos asombran. (La incursión inicial, por ejemplo, culmina en una persecución nocturna sin aliento). Un rodaje en exteriores (montañas que parecen Apalaches aquí; un valle en el sur de Utah allá) otorga incluso a los momentos más irrelevantes de la película una especie de amplitud y grandeza a la que nos hemos acostumbrado. El hecho de que la banda sonora de John Debney suba y baje exactamente donde uno esperaría que lo hiciera no le resta mucho poder de persuasión. Y Costner reserva su elección más loca para el final: un corte espectacular de lo que parece ser el Capítulo 2 que se reproduce no después, sino antes de que aparezcan los créditos.

Kevin Costner es el de siempre, con la condición de que no se quite el sombrero. Cuando lo hace, casi al final de esta primera entrega, revela un teñido capilar que provocó un bajón de moral en las señoras que asistían a la sesión, expresado en suspiros, alguna palabra gruesa de decepción, y risas que apuntaban al ridículo. Espero que no vuelva a quitarse el sombrero en toda la serie. Con la cabeza de Kevin cubierta, Horizon se parece a un western. Con el pelo al aire, sostenido por la laca y en un contraluz que subraya el tono rojizo de la tintura, se aleja de un género en el que toda simulación suele acabar en tragedia.

Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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