Desaparecidos. Tim Gautreaux. Traducción de José Gabriel Rodríguez Pazos. La Huerta Grande
Sam Simoneaux es un soldado arrojado en las costas de la Francia de la Primera Guerra Mundial el mismo día que las potencias en conflicto anuncian el armisticio. Privado de combates, su unidad recibe el encargo de limpiar de minas y obuses un territorio sembrado de explosivos. En esas maniobras, un tiro de cañón inoportuno hiere a una niña, única superviviente de un bombardeo en el que ha perdido a su familia. Ese acontecimiento resuena en la vida de Simoneaux, revive la muerte de su hijo a una temprana edad, y marca su historia y la novela, que desarrolla el tema central de la culpa, el mal que nuestra vida provoca, la pérdida, y la venganza. Gautreaux construye una novela de profunda resonancia, escrita con un estilo sencillo, de una naturalidad sedosa, que hace que el lector se sumerja en el relato con una facilidad magistral.
Sam Simoneaux regresa a Estados Unidos. Es un bayou, un americano que ha crecido en la lengua francesa de sus padres, de sus abuelos. Se alegra de no haber matado a nadie en la guerra. Vuelve consciente de que el mundo es un lugar mucho más peligroso y hostil de lo que parece. Su primer empleo como encargado de seguridad en los almacenes Krine’s, termina cuando una niña es secuestrada. El gerente le despide con la promesa de que no podrá volver a su puesto de trabajo hasta que no encuentra a la pequeña.
Sam prueba como guardia de seguridad de un banco. Estamos en los años veinte y los atracos a mano armada se suceden. A Sam no le gusta disparar. Los barcos de recreo que navegan por el Mississippi son su nueva oportunidad. Paran en los pueblos y ciudades de la ribera, ofrecen espectáculos musicales. El jazz está naciendo. Hombres y mujeres blancos bailan la música que tocan los negros. Con más o menos reticencia. El racismo es el ritmo del río. La recreación de aquellos años, de aquel ambiente de alcohol, violencia, brutalidad y vidas al límite es viva y precisa.
La pérdida
Sam se encuentra en el barco donde va a trabajar como encargado de seguridad con los padres de la niña. Son músicos y cantantes, y viajan con su segundo hijo, siempre con la esperanza de encontrar en algún puerto noticias de la pequeña desaparecida. Y Sam se entrega a la tarea de buscar algún indicio. En esa continua indagación hay un viaje de Sam al pasado, a las brumas que envuelven su propia historia, la de su familia masacrada a tiros. ¿Por quién? No lo sabe. A Sam lo crió su tío, hermano de su padre. Su tragedia despierta en otros un afán de venganza que Sam se resiste a seguir.
No contemos más detalles. Desaparecidos es una indagación sobre la pérdida, la culpa y la venganza. En la novela abunda el mal, la brutalidad, la violencia, pero también los destellos de humanidad. Los personajes no son planos, no obedecen a un solo impulso, a una sola idea. Cambian de forma de pensar, giran en sus emociones, empujados por otras nuevas desagracias que parecen sembrar su estpíritu de fatalidad. Y la peripecia está cargada de una dosis suficiente de intriga para formar, en conjunto, una gran novela, una de esas novelas que sin tener una prosa genial, dejan una larga y profunda resonancia, por la humanidad carnal y espiritual que tienen sus personajes.
Tim Gautreaux es un autor que vive en el sur de los Estados Unidos. Pero su obra no se enmarca en la tradición de los Faulkner, O’Connor o Thomas Wolfe. Nacido en Luisiana en 1947, es autor de varios libros y de tres novelas. Ha publicado trabajos en The New Yorker, The Best American Short Stories, The Atlantic, Harper’s y GQ. Y ha recibido premios como el John Dos Passos Book Prize o el SEBA Book Award. La Huerta Grande ha publicado su segundo libro de relatos, Todo lo que vale, y su segunda novela, Luisiana, 1923