Tras largos años de enfermedad, Eikoh Hosoe murió a la edad de 91 años el 16 de septiembre en Tokio. Su obra, tan formal, tan frontal, tan sensual, deja el retrato de un Japón atormentado, cuya belleza está anclada en sus vivas tradiciones, su realidad trastornada y su vanguardia acérrima.
La imagen más famosa de Eikoh Hosoe, figura tutelar de la fotografía japonesa, es sin duda su retrato de Mishima, de mirada guerrera y boca llena de rosas. Su primer encuentro se produjo a través del mundo de la danza. En 1959, este apasionado fotógrafo, admirador de Edward Weston, asistió a la primera y única representación del espectáculo Kinjiki del bailarín y coreógrafo Tatsumi Hijikata, basado en un texto de Mishima, Colores o amores prohibidos, cuyo título es una metáfora de la homosexualidad. Cuenta la leyenda que Mishima exclamó en voz alta su satisfacción ante este espectáculo. Fue al descubrir posteriormente las fotografías de Tatsumi Hijikata de Eikoh Hosoe que el escritor le invitó a hacer su retrato publicitario.
“Hosoe encuentra al escritor en su fantástica casa en el corazón de Tokio y, al ver en medio de su jardín pavimentado un vasto mosaico circular que representa los doce signos del zodíaco, tiene la idea de una colaboración más lograda. Así nació esta importante obra publicada por Shueisha bajo el título Barakei (Le Supplice par les roses o Ordeal by Roses) en 1963”, escribe el galerista Jean-Kenta Gauthier. “Este álbum de fotografías que presentan a Yukio Mishima en poses y situaciones totalmente teñidas de un espíritu barroco, mitológico y homoerótico, constituirá una de las iconografías más legendarias del escritor que se suicidó en 1970, en circunstancias espectaculares».
Nacido en marzo de 1933 en Yonezawa, provincia de Yamagata, en la región norte de Tohoku, Eikoh Hosoe se graduó en la Facultad de Fotografía de Tokio en 1954, se convirtió en fotógrafo independiente y emergió dentro del movimiento artístico experimental posterior a la Segunda Guerra Mundial. Nacido como Toshihiro Hosoe, cambió su nombre y adoptó al final de la guerra el seudónimo de Eikoh Hosoe, más adaptado al mundo moderno y abierto a Occidente, Eikoh significa “el gran hombre inglés”, explica su biografía.
Nacido de padre monje budista y madre ama de casa, Eikoh Hosoe pasó su infancia en Tokio, donde vivió su familia después de su nacimiento. Durante la guerra, Tokio fue objeto de repetidos bombardeos, desde el primer ataque estadounidense en abril de 1942 hasta la tragedia de la noche del 9 al 10 de marzo de 1945: la Operación Meetinghouse, dirigida por la fuerza aérea estadounidense, que se saldó con cerca de 100.000 bajas civiles. El exilio forzoso que siguió, el recuerdo de esta evacuación y la angustia de saberse alejado de los horrores del conflicto serán el fermento de una de las obras maestras de Eikoh Hosoe, Kamaitachi, publicada en 1969.
Otra gran fuente de inspiración es el butoh, esta “danza de la oscuridad” introspectiva y vanguardista nacida en el Japón de la posguerra, a partir del rechazo al conservadurismo ambiental. “La etimología japonesa de la palabra “butô” significa la acción de golpear el suelo mientras se baila y designa danzas extranjeras importadas a Japón desde el siglo XIX. Pero este Kinjiki designa esta forma artística definida por los bailarines y coreógrafos Tatsumi Hijikata y luego Kazuo Ôno”, explica Jean-Kenta Gauthier.
De este encuentro nació en 1959-1960 el primer gran trabajo entre fotografía y coreografía de Eikoh Hosoe, Hombre y Mujer, bailarines magníficamente expresionistas con cuerpos desnudos o vestidos sobre fondo negro, de descarado erotismo.
“Siempre me ha fascinado la belleza radical y el poder oscuro de las fotografías de Eikoh Hosoe, que a menudo ahondan en imágenes psicológicas y surrealistas, explorando el cuerpo humano, la mitología y el erotismo”, nos dice Priska Pasquer, galerista de Colonia y París. “Esto me llevó a organizar la primera exposición individual de Eikoh Hosoe en Alemania en 2002, que probablemente también fue su primera exposición individual en Europa. Nuestra exposición destacó la serie Ordeal by Roses, en la que el escritor Yukio Mishima juega un papel central. Para mí esta serie es una obra maestra. La capacidad de Hosoe para unir mito y realidad, vida y muerte, lo físico y lo espiritual en sus imágenes es profundamente impresionante. Doce años después, en 2014, tuve el honor de conocer a Eikoh Hosoe por primera vez en Tokio. Me sorprendió descubrir a un hombre lleno de humor, vivacidad y entusiasmo, con un brillo en los ojos, tan diferente de la naturaleza profunda y contemplativa de sus fotografías, que capturan tan profundamente la condición humana”.
“Eikoh Hosoe fue el “Sensei”, el maestro de su generación de fotógrafos en Japón. Luego, los que les sucedieron, tanto por su trabajo pionero de vanguardia en los años 1960 y 1970 como por su apoyo a los jóvenes fotógrafos, hasta su muerte”, confirma el británico Simon Baker, director de la MEP (Casa Europea de la Fotografía) y un gran entusiasta de Japón. “Lo esencial y único en su trabajo es su intenso interés por la performance y los intérpretes: desde el gran escritor Yukio Mishima hasta Tatsumi Hijikata, el fundador del Butoh, y el artista contemporáneo (del japonés Fluxus) Yayoi Kusama”. También fue un maestro en la colaboración con estos grandes talentos, cruzando disciplinas y medios. Su obra maestra, Kamaitachi, producida con Hijikata, sigue siendo una de las raras series fotográficas en las que tanto el fotógrafo como el intérprete son citados como autores.