Árbol desnudo. Chotaro Kawasaki. Fulgencio Pimentel. Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés
Árbol desnudo, de Chotaro Kawasaki es el retrato de la obsesión del autor por una geisha, pero también es el relato de una obsesión por la escritura, por la memoria y la verdad, y el resultado es una obra de una belleza singular. Viene a ser algo así como una especie de Variaciones Goldberg literarias. Una escritura siempre delicada y profundo psicológicamente sobre la concepción japonesa de las geishas.

Chotaro Kawasaki (1901-1985) fue un escritor de extracción humilde que se dedicó a la escritura del yo retratando las clases humildes. Su gran éxito fue una recopilación de cuentos que hablaban sobre el barrio de las prostitutas de Tokio. Kawasaki es considerado por los propios escritores japoneses uno de los grandes de la literatura nipona.
Árbol desnudo es un libro compuesto por 10 relatos, nueve de ellos escritos entre 1934 y 1939, y el décimo en 1952. El noveno, que cierra de algún modo las variaciones de la historia hasta la conclusión final de quince años después, es el más largo de todos y su título es el que da nombre a la selección de textos. A pesar de ser un conjunto de relatos seleccionados por los traductores, se lee como una novela. Retrata a una geisha, Kimiyo, y junto a ella aparecen como personajes esenciales las figuras del propio autor y del cineasta Yasujirö Ozu.
En la vida de Kimiyo hay cuatro hombres que marcan su existencia: el hombre que se tenía que casar con ella y que la dejó embarazada y que no se casó por presiones familiares, el escritor Kawasaki, el cineasta Ozu y un patrón anciano que cuidará de ella.
A través de cada uno de los cuentos se nos permite ver la historia desde diferentes perspectivas y vemos como avanza cronológicamente y como se nos añade información que previamente nos había sido hurtada. Estos elementos relativos a la fragmentación e incomplitud de la información que se nos facilita son dos características propias del espíritu de nuestro tiempo y que, por tanto, hacen de Árbol desnudo, una obra absolutamente moderna. Se trata de trasponer el arte japonés del kinsutgi a la literatura, en la medida que el objeto cerámico hecho pedazos y reconstruido, aunque fragmentado y con vacíos, no deja de dar una imagen de plenitud del conjunto
En los distintos relatos de Árbol desnudo se nos describe el duro mundo de las geishas, mujeres muy jóvenes que con apenas 20 años ya están totalmente obsesionadas por el hecho de querer casarse y formar una familia, abandonadas o vendidas por sus padres de niñas, con deudas que no dejan de crecer con sus matronas, la exigencia de que tuviesen alguna aptitud artística, el hecho de utilizar la quema de barritas de incienso como modo de contar el paso del tiempo, unas mujeres que padecen un cúmulo de desgracias sin fin y que, parece que hagan lo que hagan, nunca van a poder vencer.
La escritura de Kawasaki encuadrada en la denominada escritura del yo es de una extraña pulcritud, claridad y precisión. Con un aire muy occidental que emparenta con el realismo sucio americano retrata con minuciosidad las relaciones entre hombres y mujeres a la vez que es capaz de crear imágenes de una inusitada delicadeza.
A continuación, me permito reproducir algunas frases del libro: «Beber sake contigo para celebrar el Año Nuevo también se convertirá en un recuerdo» o «quien no abre nunca su corazón, quien no manifiesta ninguna debilidad, se convierte en alguien con quien resulta casi imposible reconocerse» o «seguía considerándose a sí mismo un ser incapaz de responder a la pregunta de por qué había nacido» o «cuando muera recuerda esa sombra de los dos juntos esta noche» o «no se casó con él y, tras un año de relación, a sus pies terminaron por crecer las malas hierbas» o «para destacar en un arte hay que realizar un esfuerzo sobrehumano» o «se había transformado en ese tipo de persona que, como el sol en el ocaso, lanza un último resplandor antes de ocultarse» o «el arte te hace infeliz y al mismo tiempo te salva» o «empezaron a pasear juntos por la playa a la luz de las estrellas, a pisar la sombra de la luna en el recinto del castillo» o «no me case porque estaba enamorado de ti».
Probablemente el mejor libro de la literatura japonesa que he leído y de algún modo, pese a ser profundamente japonés, es a la vez profundamente occidental y universal. Una obra maestra, moderna y atemporal. Una recomendación sin paliativos.
A continuación, un reportaje sobre el cineasta Yasujirö Ozu.