Buenos días, España. 16 de noviembre

En la primera jornada de su sesión de coronación el tirano subió a la tribuna, levantó un muro y se echó a reír. La combinación de esas dos actividades nos revela un desequilibrio mental preocupante, porque a la actividad racional de poner ladrillos para separar España en dos se le suma la carcajada irracional con la despreció a Feijoo. La risa del diablo. Solo un alma diabólica se puede reír de quien dice que no todo vale, que no se puede pagar cualquier precio, y menos el que se ha pagado, por el poder.

Esto a Sánchez le da risa, una risa floja e incontenible porque el Mefistófeles de Waterloo le puso a él el poder en bandeja, y Sánchez se lanzó a disfrutarlo como un adicto. Todo esto será tuyo, le prometió Carles. ¿Cómo iba a rechazar esa oferta? Si hubiera sido Feijoo el que se lo ofrecía le habría dicho lo mismo. Un oído atento y sutil, una oreja bella y femenina me advirtió este miércoles del momento más revelador de la intervención sanchista. Es cuando le dice a Feijoo que si el PP le hubiera regalado esos siete votos no habría tenido que vender a España y humillarla. A él. Al ególatra, al único que puede ser presidente, como sea, al precio que sea. Entre los pliegues de su discurso asomó la verdad con una claridad deslumbrante. Fue como decir, “si He vendido a España, ¿y qué? La he humillado, ¿pasa algo?”

Estamos tratando, oyentes, con un tipo muy peligroso, con un verdadero psicópata, un bicho que miente muerde, siembra la discordia, insulta, babea, se traba, trepa como un mono, y se ríe desde la copa del árbol. Un tipo que no está solo, que tiene a todo un partido detrás, y al que protege hasta la presidenta del Congreso de los diputados, que ahora se encarga de establecer lo que se puede y no se puede decir en la cámara. Un sujeto que tiene atrapado a su partido en la nave de los locos, un capitán Ahab que nos lleva a las fauces del Leviatán, un obseso, un desequilibrado. Por eso el discurso más cretino que escuchamos ayer lleva la firma de Pachi López, que subió a la tribuna a defender el honor de Sánchez, como si al propio Sánchez le preocupara su honor, como si alguna vez se hubiera preocupado de cuidarlo, como si fuera el otro lado del muro el que cuestionara su honorabilidad.

No, no fue la oposición la que destripó el honor del postulante, sino sus propios socios. Fueron los de la bancada secesionista los únicos que le quitaron la risa de la jeta y le pusieron a temblar cuando le dijeron que le van a exigir el pago de lo firmado, todos y cada uno de los días. Fue Juntos por Cataluña quien le advirtió de que no lo tiene ganado, que le quieren en la tribuna con un discurso más firme, más convencido, más convincente, que tiene demostrar entusiasmo en la amnistía y jovialidad con el referéndum.

NI sus propios socios, que tienen muy claro dónde van, se fían de su palabra. ¿Cómo se iban a fiar si ha engañado a todos todo el tiempo? Y sospecho que Sánchez está convencido de que también a engañado a los secesionistas. Fue muy tierno y hasta piadoso, escuchar a la portavoz del golpismo catalán decir que ellos no han entrado en el redil constitucional, que nunca van a estar ahí, ni ahora ni nunca. Hace tan solo unos días habíamos escuchado un editorial de Ángeles Barceló en la cadena Ser, un editorial muy comprensivo y edulcorante, en el que decía cosas que ni siquiera Sánchez se ha atrevido a decir. Decía por ejemplo que la amnistía es imprescindible, y que a partir de ahora todo será, como suele decir Otegui, un mundo y una vida de colores.

Decía Ángeles, tan seráfica, que los secesionistas habían vuelto al paraíso constitucional. Pues bien, en la sesión de este miércoles, toda la secesión catalana le dijo a Sánchez y a su esclava Barceló que no, que de eso nada, que siguen en la ruptura, ahora con más motivo, porque ahora han humillado a la nación española y tienen a su presidente rehén de sus pactos, esclavo de sus palabras, genuflexo ante sus caprichos. Rufián trató al postulante como trata una banda de camellos a un yonqui que no paga las dosis, como trata una banda de mafiosos a un tendero de vino y aceitunas que no paga la cuota de protección. Fueron los únicos que convirtieron la risa loca de Sánchez en una mueca de disgusto, cuando le enseñaron que tiene que seguir pagando, que nosotros, oyentes, tenemos que seguir pagando para que este sicópata siga en la Moncloa.

No es que la secesión acepte la igualdad de todos ante la ley que establece la constitución del 78, es que el PSOE ha salido de ese pacto para formar otro con los comunistas, con los republicanos, con los secesionistas y con la ETA, representada en el Congreso por la franquicia Bildu. Y todavía nos queda por conocer el pacto que firmaron con los socialistas de Pachi López, el que llevaba féretros de sus compañeros de partido y luego se da de abrazos con sus asesinos. Hemos visto en las redes un video grabado por Otegui y Junqueras en una fraternidad conmovedora. Un video en el que Otegui, con serias dificultades de expresión e inteligencia, dice que el sábado saldrán a la calle los antifascistas para conseguir una vida de colores. No es broma: búsquenlo, véanlo. Es la confirmación de la vieja teoría que trazaba una connivencia íntima entre los pistoleros y todos los que quieren convertir España en una nación fragmentada. Ahí están, con su retórica balbuceante y sus metáforas cursis, porque el terrorismo, oyentes, cuando deja las pistolas y se quita las capuchas es cursi, cursi como un aizkolari vestido de bailarinas con tules y lazos.

NO es por tanto que el nacionalismo racista, xenófobo y excluyente se haya convertido a esa regla binaria de la convivencia que se fundamenta en la igualdad de todos y el respeto a la ley, es que el PSOE se ha disuelto en el ácido corrosivo de la discordia y nos quiere convencer de que se trata de una maniobra por la convivencia. Sánchez no se reía de Feijóo, oyentes, su risa fue una forma de exteriorizar las ganas que tiene de reírse de si mismo por las trolas colosales que nos intenta colar. Porque desde hace mucho tiempo uno se pregunta cómo son capaces de aguantar las ganas de reír. ¿Cómo aguanta la portavoz del gobierno la carcajada cuando nos dice que la historia está ahí para cumplir en el futuro la palabra clarividente del candidato? ¿Cómo sostienen la mandíbula cuando afirman que esto lo hacen por la convivencia y por la serenidad? ¿Cómo no se desbarata de la risa la ministra de hacienda cuando asegura que la amnistía que propuso el golpismo catalán no cabe en la constitución pero la amnistía socialista si? ¿Cómo no se descompone Pachi López cuando afirma campanudo la honorabilidad de Sánchez?

Bueno, para esta última si hay respuesta, porque Pachi López no lleva nada dentro, tan solo la perpleja ignorancia de quien ya no sabe quién es, un virus que ha conseguido difundir entre toda la bancada socialista. Hace unas semanas vimos a todo el grupo socialista en pie aplaudiendo a su amado líder cuando dijo que nunca habría una amnistía en España. Ayer los vimos aplaudir, en idéntica posición, cuando dijo todo lo contrario.

Un muro y una carcajada. Eso es lo que queda de la sesión de este miércoles. Y un candidato al que le piden el pago por darle el poder, por ayudarle a levantar este muro en el que ha conseguido dividir España en dos y sembrar la discordia. La sesión del miércoles estuvo blindada por la policía. Pero el tirano se encontró con que la calle le tiene mucho más respeto que él al parlamento, que ya es solo una cámara de resonancia de su risa loca, de su juego de joker, de sus obsesiones, de su ambición de poder a cualquier precio. Llegamos a la sesión de investidura preocupados, y lo que vimos en la primera jornada nos dejó mucho más inquietos. Y todo indica que la de hoy no será una jornada mejor.

Esto ha sido buenos días España, en Estudio Radio, la radio global en español.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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