Buenos días, España. 27 de noviembre

En tan solo unas horas, Sánchez ha pasado de recoger los elogios encendidos de Hamás, que agradecía sus palabras, a decirle a su partido que hay que resistir a toda costa. Ha cambiado Ferraz por Ifema, y eso ya nos indica que van a convertir la feria de Madrid en un fortín de resistencia. Montan en la feria lo que no pueden montar en Ferraz, donde la protesta ya organiza barbacoas y la policía reparte leña a mujeres y a ancianos, que es la mejor forma de que el pueblo que defiende la nación regrese cada noche. Vuelven a comprobar si a la policía le ha entrado el sentido común o sigue perdida.

En el mitin de este domingo Sánchez se dirigió a sus feligreses como si fuera el general Custer rodeado por los indios de Caballo Loco. La retórica era algo más reciente, porque tiró de frases de la Segunda guerra mundial, pero buscaba el mismo efecto: decirle a los más cafeteros del partido, esos que piensan que no decir la verdad no es lo mismo que mentir, que hay que seguir cambiando de opinión cada día para que la bicicleta del poder no pierda el equilibrio. Es su manera de sostenerse.

Sánchez compartió con los suyos su manual de resistencia, que es el programa único de un partido que ya no sabe qué es ni qué ideas defiende, si es que defiende alguna, más allá de soportar la resistencia de su líder después de levantar el muro que anunció como programa de gobierno antes de la risa loca, del relincho de cuadrúpedo que soltó en la cámara. La risa le vino en el momento de afirmar que él y solo él está legitimado para gobernar, y que, por tanto, para evitar que gobierne el que en su opinión no tiene ningún derecho, hay que armar un muro sólido e indestructible que sea la expresión arquitectónica de esa legitimidad. Hay gobernantes que tienden puentes, otros solo son capaces de levantar muros. Lo preocupante ya no es solo Sánchez, sino esos miles de militantes que sacaron cientos de banderas de España, una nación que han vendido por siete votos. Agitaban las banderas como si fuera la última vez que lo hacen.

A veces a los partidos les ocurre eso, que se convierten en un búnker habitado por seres delirantes que confunden la realidad con la ficción que emana de su amado líder. El acto parecía un partido de homenaje, con viejas glorias como Zapatero, el autor de la ruina más reciente que hemos tenido, antes de la actual. El fin de semana ha tenido sesión doble para algunas socialistas, porque el sábado las veíamos desfilar, junto al feminismo clásico, por la Gran Vía, anunciando el fin de la prostitución. No es probable que aludieran a la practica el secretario del partido, que ha cambiado una amnistía y quince mil millones por siete votos para la investidura. La puta de Babilonia a la que alude el apocalipsis era mucho más casta y recatada en sus comercios.  

Venía Sánchez de Oriente Medio. Su último acto fue montar una rueda de prensa, acompañado del primer ministro belga, justo en el punto donde iban a ser entregados, horas después, los rehenes secuestrados por los terroristas de Hamás. Y esto a muchos israelíes y a otros muchos que no lo son les ha parecido un acto de infamia, porque la escena venía a decir que el mérito de la tregua y de las entregas de uno y otro bando era suyo. Sánchez ha pasado por la región del mundo más delicada como un mulo en estampida en un mercadillo de Navidad. El destrozo ha provocado un incidente diplomático muy serio entre Israel y la Unión Europea, y por supuesto entre Israel y España. El gobierno israelí se ha tomado muy mal que vaya de España su presidente a decirles lo que tienen que hacer y cómo lo tienen que hacer, después incluso de haber visto veinte minutos de atrocidades cometidas por los terroristas de Hamás. A Sánchez el Hamás le piensa dedicar un túnel, por su contribución, no a la paz, sino a la impunidad terrorista. Por sus declaraciones y por haber hecho ministros a dos eurodiputados que no condenaron las matanzas del 7 de octubre. Son Urtasun y Sira Rego, el uno de cultura y la otra de infancia y juventud. Lo de unos jóvenes asesinados mientras asistían a un acto tan cultural como un concierto por la paz no les pareció suficiente para levantar el dedo y darle al botón de la condena en la sesión del parlamento.

Mientras Sánchez arengaba a los suyos como si estuvieran en el Alamo en lugar de en Ifema, El Yoyas, aquel sujeto que se hizo famoso por tener la mano larga con las chicas reclamaba al presidente una amnistía y el perdón de sus deudas con hacienda. El Yoyas está en busca y captura, y ahora lo que quiere es que lo encuentren, hacerse una foto con Yolanda, darse un abrazo con Santos Cerdán en el caso de que lo pueda abarcar, y volver a la luz pública libre de delitos y de faltas, limpio y con historial de colegio de los jesuitas.

El muchacho tiene todo el derecho a ser incluido en la lista de los salvados. Quiere estar nominado en ese elenco del privilegio. Y en su caso, oyentes, creo que está más que justificado que le metan ahí, aunque sea de matute, porque El Yoyas, una vez pacificado, arrancado de la selva en la que habita, refugiado entre la maleza como un Rambo, ese Yoyas amnistiado será un monumento a la convivencia, un aleluya por la paz, un tipo al que habría que cambiarle el nombre para llamarle el Caridad, siempre que le den el título de exculpado. Quizá hasta pase por la ducha.

¿Qué más queremos para convivir en armonía? Sánchez podría exhibir a El Yoyas en una rueda de prensa en el palacio de la Moncloa, esta vez con preguntas. Porque Puigdemont no se va a prestar a ese teatro, pero el muchacho de la mano larga estará encantado de hacer de ejemplo, él que en otro tiempo fue todo un ejemplar. Al Psoe le vendría muy bien exhibir un triunfo, un éxito tan pedagógico, tan ilustrado, tan efectivo.

Por otra parte El Yoyas ya no es más que Óscar Puente, que ha llegado a ministro. Como dice Alejandro Fernández, no conviene meterse mucho con Óscar, no sea que se calle. Es mejor dejarle hablar. Desmiente cualquier frase de propaganda de esas que se le ocurran a Sánchez. Por la mañana el presidente habla de convivencia, y por la tarde Puente dice que si no fuera por los siete votos no habrían comerciado con la amnistía.

Por la mañana salen las ministras a dar su homilía feminista, y por la tarde Puente afirma que lo de la amnistía es como la novia embarazada con la que te tienes que casar. Solo le falta el palillo en la boca, el carajillo en la mano, y la mirada vidriosa. El socialismo y lo progre se han convertido en los nuevos dictadores de la moral, y como en todo sancionador de usos y costumbres, los hay finos y persuasivos, y los hay brutos y soeces que arruinan en dos palabras toda una campaña de trolas.

Pero no pasa nada, porque en la nueva religión nacional, lo que se promociona es la máxima de Pachi López, aquello del a ti qué más te da. Comparados con Sira Rego, con Urtasun, con Pachi López y con Óscar Puente, el Yoyas nos parece un liberal ilustrado, uno que al menos tiene la conciencia cierta de que un ciudadano de una democracia liberal debe tener los mismos derechos que otro que tenga las mismas condiciones básicas. El Yoyas sabe que no hay derecho a verse marginado de la amnistía, del perdón de las deudas y de los pecados, aunque los suyos no sean políticos y no se hayan cometido en favor de la república catalana. El Yoyas sabe más de nación que Sánchez. Es verdad que un día tuvo la mano larga con las señoras, pero a estas alturas uno está seguro de que ya habrá cambiado de opinión.

Esto ha sido Buenos días España en Estudio Radio, la radio global en español.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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