Mientras la nación en pleno aguarda su próximo cambio de opinión, Sánchez ha iniciado la cuenta atrás para reconocer el estado de Palestina y abundar en el destrozo que provocó su viaje a Oriente Medio, en el que ejerció, todo en uno, de presidente de la unión, presidente de España y ministro de exteriores. Albares es solo un muchacho de los recados, como se ha demostrado en todas las crisis que ha provocado el sultán, con su afición a ser canciller, conducator y líder máximo, nuestro Gran Timonel.
¿Recuerdan la que lio en el Sáhara? España dio cobijo y atención a un líder polisario sin advertir a Marruecos, lo que provocó el enfado máximo de Rabat, que amagó con una invasión de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Luego vino el incidente de Pegasus y el teléfono de Sánchez y el de su mujer. Y unas semanas después el sultán envió una carta al rey Mohammed para entregarle el Sáhara con sus dunas, sus colinas y sus fosfatos y sus ciudadanos saharauis de nuevo abandonados a la codicia territorial marroquí. De aquella carta el ministerio de exteriores se enteró por la prensa, y el parlamento de la nación también. Aquella carta dio un giro radical a la política exterior de España, un giro que nadie debatió, y del que la nación entera supo gracias a que el palacio de Rabat nos pasó el texto por las narices para que supiéramos las novedades. Una humillación inolvidable que al sátrapa no le costó ni un voto.
Así que no descarten ustedes que si Israel sabe algo del contenido del móvil de Sánchez ese secreto se convierta en un reconocimiento por carta del derecho a poder instalar más asentamientos, más incluso de los que a Netanyahu le parecerían razonables. De momento el movimiento de Sánchez nos ha dejado como los parias de la unión europea, a un paso de ser considerados como parte de la lista que integran Venezuela, Nicaragua, Cuba e Irán. Y debilita las relaciones con Marruecos, que es, de entre los países árabes, el más cercano a Israel.
Sánchez se fue a Oriente Medio con cuatro ayudantes del palacio de La Moncloa. No había entre ellos ninguno que supiera manejar las sutilezas que exige el lenguaje diplomático. Toda la política exterior, dirigida por el sultán, se ha convertido en un caos que nos ha enfrentado no solo con Tel Aviv sino con Europa, donde ya empiezan a darse cuenta de quién es Sánchez. La amnistía y el apoyo a Hamás, tratado no como organización terrorista sino como un estado a la par de Israel, permiten a los europeos hacerse una idea clara y distinta de quién gobierna España, sobre todo porque la aspiración máxima de nuestro presidente del gobierno es la de presidir algún día la comisión europea. Ir a Israel a decirle al gobierno de Tel Aviv que debe tratar a Hamás como el gobierno de Sánchez ha tratado a la ETA de Otegui es una barbaridad tan bruta que solo se le puede ocurrir a un atolondrado cuya formación intelectual consiste en haber plagiado una tesis para obtener un título de doctor en fraudes.
Mientras, la nación aguarda y espera que el PP de Feijoo aclare cual va a ser su forma y estilo de hacer oposición. El presidente del partido ha empezado a mover algunas sillas, sin hacer demasiado ruido en la sala, para que nadie se enfade. Pero inquieta la idea que circula entre sus próximos de que va a ofrecer al PSOE una serie de pactos de Estado. Sigue Feijoo con su idea de que la mejor forma de derrotar al socialismo en las urnas es mimetizarse con él, vestirse de socialdemócrata y demostrar a quienes añoran aquel viejo socialismo de Leguina y Redondo Terreros, o de Guerra y Felipe, que ese espíritu se ha reencarnado en el Partido Popular de esta hora, un PP que ha dejado atrás el liberalismo, y que ejerce una forma de oposición asténica, aburrida, y sin vigor. A Feijóo este estilo no le ha dado ningún resultado positivo, pero su naturaleza le lleva a insistir en la maniobra, por alejarse de Vox, y por pasar ante la opinión pública como un chico formal, previsible, moderado, planchado y aseado. No creo que sea lo que necesitamos en esta hora.
Al PP habría que decirle aquello de si camina como un pato, vuela como un pato y nada como un pato, es un pato. ¿Es el PP de Feijoo un partido socialista? ¿Se trata de un partido que ha venido a imponernos reglas morales y modos de comportamiento? ¿Estamos ante un partido que no da valor a la libertad de las personas y prefiere imponer lo que cada adulto debe hacer con su vida? Porque para eso ya tenemos a Sánchez, que lo hace muy bien, y que es capaz de pintar en ese eslogan de España avanza una bandera española, pintada en la A de Avanza, como si fuera la estela que deja el socialismo futurista mientras corre hacia el desastre. Por la vía de la imitación, el PSOE de Sánchez se ha convertido en el nuevo Podemos. Si el PP de Feijoo se dedica a mimetizarse con el socialismo, solo podremos aspirar a un cambio de personas, que no de políticas, solo tendremos, en lugar de un pícaro sin escrúpulos, a un tipo aburrido y soso que en medio del incendio nos ilustra sobre la sexualidad de los caracoles.
Ofrecerle a Sánchez pactos d estado es como meter a un violador en una prisión de mujeres, posibilidad que se convirtió en un hecho con las leyes de Irene Montero. Por esa vía, Feijoo solo será un apéndice de Sánchez, una herramienta que solo se acepta cuando se necesita. Por la vía de los pactos y de los acuerdos entre el viejo bipartidismo tenemos hoy un tribunal constitucional muy adecuado para hacer pasar el camello de la amnistía por el ojo de la aguja de la ley.
Y menos mal que no se pactó una renovación del Consejo del Poder judicial en la mesa camilla en la que se sentaban los socialistas y los populares, porque en ese caso, hoy, los jueces a los que se va a juzgar por eso que llaman el lawfare estarían desprotegidos, y los tribunales serían, ahora sí, una prolongación del poder ejecutivo, Cuando decimos lawfare conviene siempre traducir el término. De lo contrario, muchos caerán fascinados por ese término que tiene una apariencia moderna, un aire de nuevo descubrimiento. Lawfare es el uso de las leyes con fines políticos. Por ejemplo, lo que han hecho siempre los regímenes comunistas, donde la letra de la ley garantizaba unos derechos muy lustrosos, pero luego esa ley se utilizaba para apalizar, ajusticiar, y torturar a todo el que llevara la contraria al poder. Lawfare es un término comunista, una cuña que meten en el lenguaje para meterle una carga de dinamita a la ley. Porque una vez depurados los jueces, metidos en un campo de reeducación a través de trabajos forzados, que es la única forma en la que aprenden quién manda, una vez barridos de la magistratura, llegará la hora de ponerse a trabajar las leyes.
El último que se ha abonado a la teoría del uso político de las leyes y el derecho practicado por algunos jueces ha sido Óscar Puente, que es ministro de transportes, pero se mete en el resto de ministerios, sin que nadie le pare los pies. Después de comparar la amnistía con una novia embarazada que pide matrimonio, Puente ha salido por la tele diciendo que claro que sí, que hay mucho juez político, como es evidente. No ha sido capaz de detallar ningún caso de esa evidencia que dice Puente, porque él no está para detalles, el está para las grandes ideas, para las grandes obras, para los grandes momentos, para cortar cintas, y para pasar unas vacaciones en un velero, con los gastos pagados por algún adjudicatario. Eso Puente ya lo practicó en Valladolid. Ahora Sánchez le ha puesto en un ministerio que adjudica grandes obras. Y ponerle ahí ha sido como meter a la zorra en el gallinero.
El otro asunto que ha despertado interés entre el público ha sido la intervención de la reina Ortiz en la clausura de un seminario de lengua y periodismo. Ahí la hemos visto apasionada por las teorías que proponen el decrecimiento económico con argumentos apocalípticos. Si seguimos creciendo, dicen algunos economistas, el mundo colapsará. Llevamos escuchando lo el colapso del mundo desde el informe del club de Roma, cuando todavía vestíamos pantalones cortes, y el mundo sigue a su aire. Pero a mi personalmente me ha inquietado más ese momento en el que la alteza que clausuraba el seminario dijo, en referencia a Greta Thunberg «Cuando los medios cogen a una persona, pongamos Greta, y la manosean con insistencia, llegan a distorsionar su razón, una razón y un criterio que compartimos todos«. No sé quien ha manoseado a quien. Creo que a Greta no la ha manoseado nadie. Más bien ella se ha dedicado a manosearnos mañana tarde y noche con sus alimentos veganos y sus histerias. Pero decir que todos compartimos el criterio de Greta es, querida Letizia, ir demasiado lejos. Es llevar las cosas a ese punto en el que la tiranía del tofu y la leche de soja nos la meten por la boca, quieras o no. Compadezco al rey, por las charlas ilustradas que tendrá que aguantar. Tiene majestad, mi simpatía, mi lealtad, y mi piadosa comprensión. Y lamento que el día que le obliguen a firmar la amnistía, el almuerzo consista en unos brotes de alfalfa
Esto ha sido buenos días España, en Estudio Radio, la radio global en español