‘Burning’, la enorme virtud de hacernos dudar

Burning es una película que te rompe los esquemas. Alejada del cine convencional, con un ritmo lento pero decidido, con personajes muy bien estructurados, nos habla de diferencia de clases, de jóvenes algo a la deriva y de escritores que quizá tienen que crearse sus propias historias para escribir una novela.

¿Qué ha pasado en estas dos horas de película?

Lo mejor que te puede pasar con Burning es que te acerques a la película sin conocer demasiado sobre ella, porque es entonces cuando te vas a ver totalmente sorprendido.

Pensarás, como yo, que esto va de rollo romanticista de jóvenes millenial surcoreanos, y luego te darás cuenta de que hay mucho más.

Uno se aproxima a Burning un poco sin saber qué se va a encontrar, y terminará liado hasta tal punto de que te hará dudar de la realidad. Es decir, ¿lo que he visto ha pasado? o ¿todo este rato de película ha sido un sueño?

Con un final de impacto, una segunda parte en la que de repente, tras una llamada de teléfono móvil, todo empieza a cambiar, Burning crece y se instala como una gran obra de cine moderno.

Triángulo amistoso desigual

Son dos chicos y una chica. Uno se llama Ben. Es de la clase alta y no se sabe bien por qué motivo. El dice que se dedica a quemar invernaderos abandonados. ¡Ya ves tú! Una afición como otra cualquiera, ¿verdad? Solo que esta afición te hace tener un Porsche 911 (igual que el que tenía Elvis Presley en los años 70), una casa de auténtico lujo, unos amigos muy modernos, y encima, encontrarse en África con una compatriota, surcoreana, excéntrica, llamada Hae-Mi.

El trío de protagonistas: Ben, Hae-mi y Lee-jong Su

Esta chica ha nacido en el mismo barrio que Lee-jong-Su, el otro chico en cuestión, que digamos es el protagonista, y que es más pobre. Lo único que pasa es que Lee-Jong es la clave de la historia, hasta el punto que puede ser que todo esté en su mente.

De un rollo de amor juvenil a una investigación tipo detective

Una vez que el trío se hace dueño de la escena, especialmente en esa en la que Hae-mi baila desnuda, ante los dos hombres, al ritmo de la música en la casa de Lee-Jong en Paju, todo parece estar asentado cuando se fuman un canuto de marihuana. Y hemos pasado así de un “rollete” juvenil entre chico y chica a un trío en el que interviene Ben, que luego descubrimos que está casado.

También es cierto que todos nos estamos preguntando qué va a pasar ahora con ese trío. Y lo que pasa es lo que eleva esta película a la categoría de obra de cine singular y única. 

Hae-Mi

De repente, después de una llamada, Hae-mi, la chica, no contesta. Tampoco contesta Ben, el joven rico que se ha encontrado en África. Ante eso, Lee-Jong empieza a correr buscando invernaderos que puedan ser quemados, gatos llamados Caldera que puedan o no existir y relojes que le tocaron en la tienda en la que trabajó la joven. Se acercará varias veces a Ben para recibir noticias de Hae-mi y nada a la vista.

Un apoteósico final del que es mejor no decir demasiado

Sentadas estas bases, en la última media hora, se produce el desenlace. Del que sólo voy a decir que es magistral porque dudas si después de él, no te vas a encontrar a Hae-mi en la puerta de la casa ganadera de nuestro idealista escritor de “escritura creativa” Lee-Jong.

Porque realmente no sabemos, quizá nunca lo sepamos, si todo ha sido real, un sueño o un delirio de Lee-Jong. Aunque eso sí, vemos objetos ardiendo y no precisamente invernaderos.

Conclusiones de ‘Burning’

Burning es un ejercicio de estilo, cine de autor del bueno, por el giro que toma la película hacia la segunda mitad.

El premio recibido en Cannes por este film de Chang-dong Lee, su participación en el Festival de cine de Sitges y otras cosas más, lo avalan como gran revelación del cine del 2018.

¡No os lo perdáis!

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