El primer proyecto del Espacio Canogar reúne 26 pinturas y tres esculturas en lo que se ha llamado La construcción de un lenguaje. Es la primera muestra de un espacio, instalado en el que fue el taller del escultor Victorio Macho, que pretende enhebrar en el tiempo un conjunto de exposiciones que abarquen la vasta trayectoria de un pintor que ha marcado la evolución del arte español en los últimos sesenta años, desde el temprano informalismo de los años cincuenta y sesenta hasta las pinturas esenciales de los últimos años. Canogar inició en la pandemia un trabajo sobre metacrilato al que ha llamado Renacido, y que es la expresión de una vitalidad soprendente.
Abre la muestra el Paisaje de Toledo que Canogar pintara en 1953. No figura en el catálogo de la exposición, pero funciona como santo y seña de un arraigo y del nacimiento de su pintura, como un ancla. No hay en esta primera muestra cuadros del primer informalismo, sí del giro que en los años setenta da Canogar hacia una pintura más realista, con implicaciones políticas y sociales: El caminante, de 1973, escultura que se asoma desde un voladizo sobre el vacío que termina en el Tajo, o la fotografía arrugada de 1975. También la Pintura de ese mismo año en la que ropa usada forma un panel del que emerge una figura descabezada y con las manos en la espalda.
La muestra abarca los años que van desde 1973 hasta este 2024. Canogar siempre ha repetido que su obra, variada de caminos y propuestas, asendereada por las vanguardias del arte, siempre ha tenido una unidad, y ha compuesto en el tiempo un collar de cuentas coherente. Aquí se puede apreciar su camino constante hacia un esencialismo en el que color y materia se repiten como cuestiones esenciales de la pintura. La materia pictórica pero también los materiales que se toman de una realidad y a la que sirven como signo. Baste apuntar esas chaquetas que asoman arrugadas en Frontera (2003), la conjunción de dos paneles, uno negro y otro dorado. Son la piel que se dejan los emigrantes entre el mundo de la miseria y el Dorado que buscan en su viaje.
Es una pintura que se va haciendo poética y que se fija con placer en la textura de los materiales. En Cortinal (1999), Canogar ha fabricado el papel con el que compone esta obra que rompe los límites del marco, que incorpora una abertura hacia el espacio trasero, y que se compone de una serie de paneles, una superposición de capas, unas geométricas, otras de bordes caóticos. Pintura esencial como en Verano, o Primavera, las dos de 2011. La primavera de un amarillo chillón, y el verano rojo fuego, interrumpidos por unos trazos de colores diversos que parecen emerger desde el fondo de la tela.
Llegamos así a las últimas obras, creadas en pandemia. Sorprende el color, lírico e intenso, de tonos predominantemente claros. Y el material: un metacrilato en el que se pinta el fondo y el frontal, lo que le permite al artista componer en dos planos, e incorporar incluso el reflejo de lo que sucede frente a la obra, como un contenido azaroso que se integra en la forma y en los campos de color de su pintura. Es el pintor creando belleza.