Corridos tumbados, o la potencia cultural mexicana

Corridos tumbados. Bélicos ya somos, bélicos morimos. José Manuel Valenzuela Arce. Prólogo de Juan Carlos Ramírez Pimienta. Epílogo de Christian Fernández. Ned Ediciones

En el verano de 2023, según cifras de la plataforma Spotify, Peso Pluma tenía más de cincuenta millones de oyentes al mes. En Tijuana y Mexicali, dos ciudades de frontera del norte de México, las alcaldesas intentaban prohibir la música de Peso Pluma, por hacer apología del delito. Al mismo tiempo, al otro lado de la frontera, la disputa por conseguir una entrada para sus conciertos era frenética. Los corridos tumbados son un fenómeno sociocultural. Combinan la tradición de la música regional y la tradición del corrido mexicano con influencias contemporáneas como el rap y el trap. Sonoridad y narrativa contracultural, son los dos elementos que han hecho de los corridos tumbados un fenómeno viral.

corridos tumbados

Corridos tumbados analiza la cultura que cuaja en una música popular de enorme éxito, y los elementos culturales y sociales que explican su nacimiento, la historia de las fusiones musicales que confluyen en el género, y los cambios sociales y demográficos que permiten explicarlo y acotarlo. El corrido, música tradicional mexicana, música de relatos, lejos de morir como algunos vaticinaban, vive en un momento de enorme ampliación. El éxito de raperos, traperos y cantantes de tumbados “termina siendo el catalizador de las esperanzas de millones de jóvenes, que piensan: “Sí se puede”.

El término tumbado viene de la evocación de cuatro acepciones de la palabra en el español de México: corridos inscritos en los entramados del delirio de las drogas, “creaciones lentas, bajitas, como sinónimo de cholo, y como producciones arregladas, aliñadas, bien hechas, bien tumbadas”. Andar bien tumbado, por ejemplo, proviene del habla de los pachucos y significa ir muy arreglado a la usanza chola, ponerse las garras firmes y quedar bien cholo, bien pachuco o bien tumbado. A su lado, los corridos bélicos son corridos de guerra, de combate, “composiciones laudatorias de la lucha armada”. Elogian el combate, la ejecución anticipada, la violencia, la tortura y el exterminio de grupos rivales, o “el caer tumbado en el intento”.

Entre las figuras más señaladas de los corridos tumbados están Hassan Emilio Kabande (Peso Pluma) o Natanael Cano (en la foto de portada) El corrido es cosa de jóvenes. Es un género que “visibiliza la fuerza social de la narcocultura, definida por la incorporación del narcomundo como referente central en la construcción de sentido y significado de la vida y de la muerte”, como señala Juan Carlos Pimienta en el prólogo de la obra. Son narrativas que forman una escalera al cielo desde lo cotidiano precario, desde ambientes sociales de inmovilidad.

La mujer y los corridos

El circuito de corridos tumbados ha incorporado también a las mujeres. Como ejemplo, Ivonne Galaz, oriunda de Ciudad Obregón, que compuso una canción con sentido solidario, dedicada a Vanessa Guillén, la soldado texana de origen mexicano que fue asesinada por un sargento después de sufrir acoso. En la lista de mujeres del corrido tumbado figura también Tania Domínguez, de Carolina del Norte, y Lluvia Arámbula, de Oklahoma. Lluvia habla de los barrios, de la pobreza, “evocaciones de infancia marcadas y enmarcadas por la precariedad, las drogas circundantes en barrios y familias, madres que trabajan sin límite ni descanso o que sucumben a las drogas, padres que venden droga”. Lluvia reivindica la solidaridad del barrio, la protección que ofrece.

El libro analiza también la conexión con la  mística popular. Los corridos tumbados incorporan religiosidades, mitos santificados o bandidos sociales convertidos en héroes. También aparecen en los corridos algunas figuras de la tradición santera, la religión que trajeron los africanos esclavizados y que luego se fusionó con el cristianismo en un sincretismo que formó en Cuba la religión yoruba. Solo algunos de los intérpretes tienen fe y conocimientos de esta religión, en especial Padrinito Toys, un joven avezado en la santería, nacido en Arizona, de familia originaria de Sinaloa, en México.

Sorprende la lectura política que el autor hace del corrido tumbado. Lo atribuye a una respuesta estratégica a la “bionecropolítica” de las derechas latinoamericanas, “que precarizan la vida y bañan de sangre la región”. A esa ecuación le falta la misma atribución a las izquierdas que bañan de sangre y someten a la opresión en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela. Lo cierto es que esta realidad se expresa en un presentismo intenso, “pues la meta es vivir al límite, meter el acelerador, asumir los riesgos que se requieran”. En los corridos tumbados la vida se vive a velocidad extrema, con mucho desparpajo. Frente a la ausencia de condiciones para desarrollar proyectos vitales viables, la opción es esa intensidad del presentismo, que se manifiesta también en la narcocultura, el consumo de drogas y de alcohol.

Esto conduce, entre otros destinos, a una identificación casi orgánica con el grupo criminal de Sinaloa, que según el autor, merece “una reflexión más amplia y profunda que la mera descalificación”. Es la vieja tradición, señalada en el libro, que empuja a la identificación del pueblo con los ejércitos campesinos, con figuras emblemáticas como Emiliano Zapata y Pancho Villa. El riesgo como forma de vida ante la ausencia de otras vías para crear proyectos vivibles. El libro se cierra con un pequeño diccionario, un glosario tumbado, que viene a ser un elenco de palabras útiles para entender el español del México de la frontera. La fuerza del idioma, su potencia cultural, nos lleva a pensar que el español que va a predominar en el mundo hispánico, si no lo hace ya, es el de México, mucho más que el de España.

Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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