Quan escoltis aquesta cançó. Lola Lafon. Més Llibres. Traducción de Mercè Ubach
‘Cuando escuches esta canción’ de Lola Lafon es una novela que surge de la estancia de una noche en el museo Ana Frank de Ámsterdam de la autora, una exitosa escritora francesa que vivió su infancia en Sofía y Bucarest.
Un libro que, con su investigación, con las entrevistas a personas que conocieron a los Frank, al director del museo Ana Frank, nos va mostrando la cotidianidad del terrible régimen nazi, de lo que suponía para las personas, los pequeños detalles que hacen que una bola de nieve comience a bajar por la montaña hasta convertirse en un alud que lo destruye todo. Se empieza con pequeñas prohibiciones absurdas que algunos intentan justificar con extrañas razones y al final se acaba en un genocidio épico. La libertad no es negociable.
Un libro emocionante. La autora es judía y eso hace que nosotros sintamos que se identifica de forma más estrecha con Ana Frank y de ese modo hace que la historia nos golpee con mayor fuerza. Un libro sobre lo que significa ser víctima, como este papel, esta función, se pasa de padres a hijos, y de las pocas opciones que hay para enfrentarse a ella. Una lucha suicida o una huida hacia el desierto. Un tema que sirve a la autora para realizar un análisis de cómo ha vivido su judeidad. La autora nos cuenta sobre sus antepasados judíos y sobre su suerte durante la época nazi y aquí estremece el ver que, frente a lo mucho que se ha llegado a saber de Ana Frank y las personas que había a su alrededor, esta escritora sabe tan poco de sus seres queridos.
Resulta impresionante comprobar los esfuerzos inmensos que se han hecho por recuperar todo lo concerniente a la memoria de Ana Frank. Detalles como el papel que había en las paredes, no del piso donde estaban refugiados sino del piso donde habían vivido con anterioridad, y que tenía cuatro capas de papel encima. Todo ello frente al horroroso silencio de millones de personas que perecieron en los campos de concentración y de los que no se sabe absolutamente nada y nadie nunca va a preocuparse por saber nada.
Es importante destacar que lo que acabo produciéndose no fue fruto de un proceso planificado ilícito. Visto con el paso de los tiempos uno puede no darse cuenta de ello. Fueron un conjunto de medidas fomentadas desde el odio lo que condujo a una situación que llevó a que se tomase la decisión de proceder a realizar un genocidio. El odio les había llevado a una situación sin salida. Queda claro leyendo este libro que la capacidad del ser humano para hacer el mal es infinita y profundamente imaginativa y, en este sentido, las pequeñas heridas, las pequeñas infamias, tienen más de este elemento imaginativo que los grandes daños. El libro hace hincapié en la extrema dificultad que es explicar todos los matices de la maldad sobrehumana que supuso lo que se ha venido a llamar genocidio, desde sus primeros actos infames hasta su finalización con la liberación de los campos. Y es que para entender según qué maldades es necesario haberlas padecido.
Un libro que, curiosamente, en toda esta tarea investigadora en relación a Ana Frank, también es un análisis literario y una crítica literaria del famoso Diario de Ana Frank. El Diario de Ana Frank sufrió una serie de problemas derivados del hecho que la autora no pudiese intervenir en su edición, de modo que se mezclan los textos de una primera versión con una reescritura y todo ello va originando cierta confusión sobre el tono y el contenido del trabajo de Ana Frank, incluso sobre su edad, porque muchas de las ediciones ponen fotografías de una Ana Frank mucho más joven de lo que era cuando comenzó a escribir su dietario.
El negacionismo como actitud
En este proceso de investigación que está compuesto por múltiples historias que investigan los distintos aspectos relacionados con Ana Frank y su dietario una de las partes del libro está dedicada a cómo ha ido llegando este libro a los distintos países. En este sentido, las primeras adaptaciones teatrales y cinematográficas del dietario son una clara traición al sentido del diario, presentándola como una historia de adolescentes, de amor y de esperanza, y eludiendo la persecución y la muerte. Los negacionistas han negado la existencia de Ana Frank o, al menos, han negado la autenticidad del diario. A ello no ayuda el hecho de que las primeras ediciones hubiesen sido recortadas y cundió la idea de que el texto partía de un original que había sido modificado, ampliado, revisado por el padre.
En esta crónica de los hechos, en esta historia, aparecen cosas curiosas como el hecho que antes de que se creara el museo había gente que quería ver las habitaciones donde se habían escondido los Frank, y, en la medida que el padre estaba vivo y seguía con el negocio anterior, les permitía visitar el anexo y podía escuchar a través de las paredes los lloros de estas personas. Otra de las cosas curiosas es que la persona que detuvo a los habitantes del anexo fue detenido gracias a las acciones de Simón Wiesenthal, sin embargo, se consideró que había actuado en el ejercicio de su deber y no se le consideró un criminal de guerra a pesar de haber mandado a la muerte a sabiendas a centenares de personas.
En esta historia, de un modo un tanto extraño, hacia el final del libro, aparecen una serie de capítulos en los que se nos cuenta una historia sobre un joven al que supuestamente conoce la autora y que acabará sus días en la Camboya genocida. Una historia ficticia basada en hechos reales (así se expresa en el epílogo), pues la fecha del encuentro con el joven y la edad que se manifiesta en la narración no coinciden con la edad de la autora. Una historia que es sobre una ausencia y eso es lo que la liga a Ana Frank, y que es el motivo del título, puesto que él, en su última carta, dice que cuando escuche esta canción, que piense en él (I started a joke -Bee Gees). Porque lo único que podemos hacer por los que se han ido es recordar.
Es un libro técnicamente muy bien escrito, con todo tipo de recursos estilísticos utilizados con precisión al servicio de la historia y sus finalidades. Como dice Lafon: «Escribir es un gesto de esperanza tozuda, la prueba de una esperanza fuera de medida».