Cuando algún suceso se convierte en noticia nos da la oportunidad de tomar conciencia de una situación o realidad, crear opinión, provocar debate y en ocasiones animar a la movilización social que exige respuesta y reacción a los dirigentes políticos. No todos los sucesos tiene el mismo trato mediático ni la misma reacción social. Ejemplo de ello son los casos donde menores de apenas pocos meses de vida son víctimas de terribles malos tratos y negligencias de sus padres en ocasiones llegando a perder la vida. O que una joven al cumplir los dieciocho años y salir del centro de menores pasa su primera noche en la calle, el caso más reciente y terrible es el de la menor de quince años tutelada y que gracias a la rápida actuación policial pudo salvar la vida.
Sabemos de estas dramáticas realidades por los informativos en nuestra sociedad en los casos más extremos donde menores de pocos meses de vida mueren en manos de sus padres. Pero estas noticias no consiguen despertar nuestras conciencias. No provocan movilizaciones ni nadie se pregunta si tenemos mecanismo de prevención. Tampoco si nuestro sistema de protección de los menores funciona.
¿Alguien nos puede hacer la fotografía real de la situación de la infancia en nuestro país? ¿Cuántos expedientes tenemos abiertos en servicios sociales? ¿Cuántos menores están a la espera de tener una plaza en un centro de protección? Y al cumplir los dieciocho años ¿de qué recursos disponen? ¿Continúan recibiendo el tratamiento terapéutico necesario para recuperarse de las secuelas?
Por lo que estamos viendo, nuestros menores y jóvenes están totalmente abandonados ante un sistema arcaico y cruel, y ante la indiferencia social
En la Cumbre mundial a favor de la Infancia en 1990 se declaró «No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien depende la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana «. Entonces ¿qué estamos haciendo nosotros como país con nuestra infancia? ¿qué sabemos de su realidad?. No diré que el sistema esta fracasado pero está claro que no funciona.
La externalizacion de la protección de los menores y que ciertas organizaciones, fundaciones han creado auténtico mercado del sector social llegando a manejar presuntos millonarios nos pone ante una gran pregunta. ¿Es ético tener beneficios económicos? cuando la realidad de nuestra infancia muestra que esta extrema vulnerabilidad, el coste que supone a las arcas públicas está dando el resultado esperado.
Mientras tengamos casos de niños en lista de espera para ser protegidos, mientras sepamos de muertes violentas de bebés o que cuando un adolescente cumple dieciocho años se vea durmiendo en la calle nada será ético nada será aceptable, me pregunto dónde están todos los que abanderan los derechos del menor cuando se habla de ciertos colectivos politizados. ¿Dónde están cuando una adolescente como I. Alberto termina durmiendo en la calle porque las secuelas del maltrato que sufrió de menor le dificulta seguir una disciplina?. Dónde están cuando niña de apenas dieciocho años se encuentra explotada sexualmente. Para estas organizaciones le es fácil presentarse como las salvadores y portavoces del colectivo politizado como instrumento de presión, pero son pocos por no decir nadie los que realmente nos avisan y advierten del desastroso estado de nuestra infancia.
Uno de los máximos expertos y referentes en el trabajo con menores maltratados y la recuperación del trauma es el neurosiquiatra Boris Cyrulnik explica que la mencionada «locura « en el ámbito de un posible trastorno, inestabilidad emocional o dificultades medicas-psicológicas, es muy a menudo provocada por problemas sociales, y en particular por el abandono de los sistemas de protección educativos. Por lo que estamos, viendo nuestros menores y jóvenes están totalmente abandonados ante un sistema totalmente arcaico y cruel ante la indiferencia social.
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