Más joven que Sánchez, que tiene 51 años y parecen muchos más, el Juli se retira con 40, después de 25 años toreando desde que recibió la alternativa: Le han sacado a hombros en su última faena en Madrid, con el público encandilado.
En plenitud, se retira para cuidar de sus hijos, después de haber logrado una carrera fulminante, y mucho antes de que empiece a decaer. Sabe retirarse a tiempo, sin dar lástima, sin arrastrarse por las plazas pidiendo que le comprendan, por haber cambiado de opinión, con su toreo certero de siempre. Pero en plenitud.
Otros podrían aprender a retirarse así de la vida pública, cuando su estilo de gobernar resulta enmarañado, en manos de los demás, renunciando a tantas cosas que le parecían inamovibles hasta que vió los cuernos al toro, pasando demsiado cerca, a punto de empitonarle unos y otros, si no les complace en sus demandas, aunque resulten excesivas.
No es una cuestión de edad. Hay políticos mucho mayores, que tienen claridad en las ideas para resolver los asuntos públicos y que saben dar la cara sin ocultarse, sin enviar a un mandado para que diga lo que él no se atreve, por temor a que le empitonen, cuando ya se le ha pasado aquella flexibilidad que le permitía quedar siempre por encima de los suyos, aunque no siempre por encima de los demás. Que ejemplo el de El Juli para medir bien las fuerzas cuando todavía se tienen y saber marcharse con dignidad.