El rapto de Europa

Cuando el rey Agenor una vez se enteró de lo ocurrido con su hija Europa, se dirigió lo más rápido que pudo en dirección a la orilla del mar y mirando a occidente comenzó a gritar desesperado su nombre. Cuando observo a nuestros líderes, me hago siempre la misma pregunta: ¿cuándo se levantará Europa contra toda esta demencia, contra esta locura que está ocurriendo?

De inmediato comprendo que, para responder a esta pregunta, primero sería oportuno aclarar si Europa realmente existe como idea o no. ¿Qué es Europa? Por un lado, podemos estar hablando de Europa como un conjunto de grandes estados con una economía poderosa y grandes perspectivas en diplomacia y en el ámbito político-militar.

Por otro lado, podemos referirnos a Europa como la Unión Europea, una organización cuyos objetivos y tareas parecen ser poco claros para muchos europeos, y cuya legitimidad política es como poco cuestionada. A veces, parece que esta Unión Europea está resolviendo problemas de otra nación al otro lado del océano en vez de los suyos propios.

Así que, para entender si Europa está viva, necesitamos entender de qué «Europa» estamos hablando. En las últimas décadas, la primera «Europa», representada por Francia, Alemania e Italia, ha sido activamente subyugada y llevada al borde del sometimiento por esta Unión Europea, que ha evitado siempre a toda costa cualquier posible asociación fuerte entre Rusia y estos estados, lo cual sería una gran amenaza para la hegemonía de los Estados Unidos de América.

Por otro lado, podríamos hablar de la segunda «Europa», que durante todo este tiempo ha sido apoyada y ha estado avanzando en cierta dirección que no le ha librado de enfrentarse al hecho de que es totalmente disfuncional e incapaz de funcionar de manera eficiente, sobre todo para los europeos. Hay varias razones para esto, una de las cuales presenta mayor peso en mi opinión, no es otro que la Unión Europea moderna anda huérfana de un propósito definido. En su momento, cuando se creó como la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1958, figuras como Robert Schuman, De Gasperi y Adenauer tenían un objetivo muy claro en mente: crear una república cristiana.

En el continente europeo, todos los partidos políticos, incluidos los de otros países fundadores de esta unión, estaban liderados por demócratas cristianos, y su principal objetivo era construir una nación basada en la civilización y cultura cristiana que evitaría conflictos entre los estados europeos. Cincuenta años después, hoy en día, mencionar la palabra cristianismo se considera algo inaceptable para evitar que alguien pueda sentirse ofendido.

Para ilustrar este punto, un ejemplo claro es Angela Merkel, quien estaba convencida de que, dado que hay menos cristianos en el país, su partido debería ampliar su electorado predicando a una audiencia más amplia. En realidad, ella ha perdido completamente su espacio original y ha sido reemplazada por otras fuerzas políticas del mismo modo que sucedió en Italia con Berlusconi.

Otro aspecto es que la Unión Europea es más conveniente para ser gestionada por los Estados Unidos que por estados poderosos individuales. Los Estados Unidos se dieron cuenta de esto después de la invasión a Irak, cuando Rusia, Francia y Alemania adoptaron una posición unida. Por lo tanto, los Estados Unidos decidieron hacer todo lo posible para nivelar a todos los países, es decir, destruir Italia para los italianos, España para los españoles, Francia para los franceses, para que dejen de ser quienes son y se conviertan todos en “europeos”.

Y aquí surge una de las preguntas más relevantes: ¿Quién es el nuevo europeo? ¿Qué idioma, cultura, valores, historia posee? Porque la historia de cada uno de estos países es totalmente diferente. Mientras ando buscando respuestas a estas preguntas, me asalta otra cuestión todavía más espeluznante: ¿Es el nuevo europeo realmente un ser humano o simplemente algún tipo de entidad biológica? Veo cómo Europa ha caído en los encantos del posmodernismo, en el que es imposible responder quién es un español y quién es un francés, incluso para la gente adivinar si es hombre o mujer se ha convertido en toda una odisea.

Después de todas estas reflexiones, y la amargura de sus respuestas, quizás la primera pregunta dejó de ser relevante y entre tanta decepción surge otra: ¿Realmente existe esta Europa? Llegados a este punto da la impresión de que todo esto es una falacia, un baile de máscaras, una idea absurda impuesta por algún psicópata que cuya intención no sea otra más que la de integrar algo que no se integra, la de mezclar el agua con el aceite.

En estos momentos la única manera de mejorar la situación de nuestro amado país sea comenzar por nosotros mismos. Reflexionando internamente sobre cuestiones tan básicas como el género, la nacionalidad y sobre qué es lo que necesita mi país para mejorar. Creo que muchos se han detenido en demasiado tiempo en cuestiones mundanas y nada relevantes, alejando el propósito de esta nación, que parece haber sido raptada, haciendo honor a su nombre.

Últimamente me siento como el rey Agenor y grito a los cuatro vientos tu nombre, esperando que vuelvas, que regreses a tus orígenes, que respondas a la llamada, que recuerdes quién eres, mi querida Europa

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