Filmin ha programado la última de Michel Houellebecq, una broma ácida del escritor, de paseo por los mundos de lo woke, de la corrección política, de las patochadas ideológicas, de ese parque temático de la estupidez en el que se ha convertido el mundo socialdemócrata del occidente. En la piel de Blanche Houellebecq es la tercera entrega de la trilogía filmada por Guillaume Nicloux. Las primeras fueron El secuestro de Michel Houellebecq (2014) y Thalasso (2019). En esta tercera comparte protagonismo con Blanche Gardi, que se convierte en guía de Houellebecq por la isla de Guadalupe, en las Antillas.
Houellebecq va a las Antillas a presentar su último libro. Le acompaña su guardaespaldas. El escritor se lo toma como unos días de descanso, para escapar de las polémicas que le acosan en la Francia metropolitana, donde sus opiniones y provocaciones le han ganado unos cuantos enemigos. La película tiene el tono y las formas de un documental. Houellebecq hace de sí mismo, lo cual no es mucho para una película, porque el escritor apenas habla, pone cara de que nada de lo que ocurre alrededor le interesa y que es como un Jacques Tati sin gracia, un alucinado en un tiempo que ni entiende ni le interesa comprender.
El director de la película dice que ha buscado la espontaneidad de los «actores», la improvisación. No le importan los errores, y asegura haber animado la fantasía de los que participan en la película. Lo cierto es que la espontaneidad, considerada como un valor, es lo contrario del arte (artefacto) Esa forma de trabajar no contribuye al buen resultado, y En la piel de Blanche Houellebecq es una historia que no tiene gracia, en la que no te ríes, y en la que el escritor ofrece una imagen piadosamente deplorable, de sujeto que ante el woke se toma unas pastillas o se coloca con setas alucinógenas.
Mientras desfila por la película vestido con un albornoz estridente o asiste a un concurso de imitadores o dobles de Michel Houellebecq resuena en la película la cita de la escritora antillana Maryse Condé con la que se abre la historia: » La risa es el primer paso hacia la liberación. Se empieza por reír. Reímos, y por tanto nos liberamos. Nos liberamos, y por tanto podemos combatir». El espectador espera la risa, pero esta no llega. ¿De qué nos podemos reír? ¿De lo cutre del concurso? ¿Nos podemos reír de un enredo banal en el que Blanche y Michel acaban esposados? ¿O nos reímos de que los descendientes de esclavos se niegan a llamarles esclavos y prefieren el alambicado termino de «personas que fueron forzadas a la esclavitud»? E
En la piel de Blanche Houellebecq es una parodia sin gracia, sin sentido, sin ingenio y sin talento. Houellebecq parece querer llevar a la pantalla su éxito literario, y el resultado es que el espectador que ve estas cosas que hace llega a la conclusión de que su talento para las letras no tiene justificación. Es cierto que la primera condición del humor es la capacidad de reírse de si mismo, pero aquí esto no sucede: Houellebecq es un simple espectador de una realidad ante la que no tiene ya nada que decir. De ahí que su estado general en la película sea el silencio, la indiferencia o una buena dosis de setas alucinógenas para colocarse.