‘Equus’: los ojos de los jóvenes deben sonreír

En el programa de mano de Equus, la directora Carolina Africa, nos reta a hacer un viaje catártico hacia nosotros mismos. Es la mejor opción que tiene el espectador. Dejemos a un lado al juez que habita en nosotros y tomemos como compañeras de viaje a la empatía y a la reflexión.

De la mano y así como lo hace  el psiquiatra Martin Dysart, nos veremos envueltos en una trama psicoanalítica, en la que al igual que él, también nos enfrentaremos a la parte oscura de la caverna. Maravillosas reflexiones nos hace el Doctor Martins, el que tendrá que luchar contra sus propios demonios, de una manera sincera y valiente.

Equus tiene, entre otros, tres componentes que maravillan: un buen texto, un buen reparto con buenos actores que hacen más grande al texto, y una situación que es capaz de sacarte de la zona de confort como espectador, y dejarte inmóvil en la butaca durante una hora y cuarenta minutos.

Salvación

Esta obra, que está en estos momentos en la cartelera madrileña en el magnífico Teatro Infanta Isabel, nos cuenta la historia de un joven, Alan Strang, encarnado de manera sobresaliente por Alex Villazán. Este joven ha cometido un acto atroz, del que todo el mundo retira su mirada, y que sólo, según la jueza, hay un hombre que pueda hacer el trabajo de “salvarlo”. La cuestión importante es que significa exactamente “salvar”

¿Qué o quién es Equus? Mucho más que un caballo que engloba a todos los caballos del mundo. Quizá, todo un universo en la cabeza de un joven, un dios liberador. ¿De qué? ¿De quién? Quizá también, la caverna oscura del subconsciente. Sea lo que sea, Martins, interpretado maravillosamente por Roberto Álvarez, nos dice, que es el propio equus el que nos preguntará a nosotros. 

La falta de libertad se nos presenta en la obra por varias vías y nos hace pensar en los traumas humanos. ¿Se pueden poner en tela de juicio las normas y los acontecimientos que nos van esclavizando desde que nacemos?

¿Son los padres determinantes en la personalidad de un hijo? Decía Bernabé Tierno en su libro “La educación inteligente” que podemos resumir casi todo en algo muy sencillo: Lo único que necesita el ser humano es que sus padres le amen, le quieran, le respeten y le reconozcan, y con eso será feliz. Quizá esa falta, sea la razón del trauma, o…no. Quizá de aquí vengan los males de Allan, o quizá simplemente es que él, sea así.

Una frase para enmarcar: Podemos aniquilar la pasión, pero no podemos crearla. Esto es lo que me llevo de esta obra, para reflexionar. Crear sin pasión, amar sin pasión, vivir sin pasión, no es vida.

Lleguemos a la conclusión que lleguemos, lo importante es que nos conmueva, para que todos los que salgan del teatro cavilen y rumien algo en su interior.

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