Fe, esperanza y carnicería. Nick Cave y Seán O’Hagan. Traducción de Eduardo Rabasa. Editorial Sexto Piso
‘Fe, esperanza y carnicería’ es un libro de entrevistas del periodista irlandés Seán O’Hagan al músico australiano Nick Cave (1957), un hombre polifacético que ha incursionado en otros ámbitos artísticos.
El libro comienza con una serie de exposiciones sobre cómo funciona el proceso creativo de Nick Cave, un proceso creativo que es a la vez intuición y a la vez control. Un proceso que exige tomar riesgos y que parte de la idea que se aprende a hacer las cosas haciéndolas, porque ningún plan es válido al ciento por ciento. Un proceso creativo en que se destaca la importancia de la religión, de la Biblia, de la figura de Cristo, del poder extraordinario de la fe en la obra de Nick Cave. Su forma de creación intuitiva hace que algunas de sus canciones funcionen como premonición de hechos que posteriormente ocurren en su vida.
Y aparece un elemento que cruza todo el libro, que es la idea del duelo por la muerte de su hijo Arthur en un accidente y la creación de pensamiento mágico para aliviar el dolor. Nos habla de la relación con su madre que fallece durante el proceso de la entrevista y surgen detalles de su vida de joven como cuando vivía en una casa ocupada en Londres.
Cave nos habla de sus problemas de adicción a las drogas, pero también de una infancia idílica y libre de un pequeño pueblo australiano que se le hizo pequeño muy pronto, motivo por el cual fue enviado a una escuela en Melbourne. En el libro se comenta a menudo la divergencia entre lo que siente el autor y lo que percibe el mundo o los fans, de cuán injustos por poco profundos son los titulares de prensa, porque la vida de ninguna persona puede encajonarse en una frase. El libro hace un repaso a algunos hechos de su vida curiosos, como por ejemplo el único concierto que ha suspendido en 55 años de carrera musical, que fue en Nueva York porque había estado actuando en Islandia donde no pudo comprar heroína y cuando llegó a Nueva York lo primero que hizo fue ir a comprar heroína y acabó detenido en un calabozo.
Nick Cave se manifiesta poco deseoso de hablar sobre sobre su pasado en la medida en que considera que todo aquello que ocurriera antes de la muerte de su hijo Arthur de algún modo es algo que él considera totalmente superado y que si constituye la base de algo está tan profundamente interiorizado que no es capaz de ver cual pueda ser el valor de ese pasado, un pasado que, como él mismo dice, parece haber sido vivido por otra persona.
Nos habla de su proceso creativo en el cual no va acumulando ideas para el siguiente disco, sino que cuando decide que va iniciar un nuevo disco, es solamente a partir de entonces que comienza con una libreta en blanco sin ideas preconcebidas. Eso le crea un alto grado de ansiedad a pesar de los muchos años que lleva escribiendo canciones y de la experiencia acumulada en este periodo, pero, en definitiva, ese es su modo de crear su música. Dice que una de las ideas que tenía al escribir este último disco fue la de un gigante de hielo que iba derritiéndose y creo que no existe una metáfora más exacta de lo que es la vida. Es decir, su proceso creativo parte de imágenes primarias y, a partir de ellas, busca las palabras adecuadas. A partir de ahí se va construyendo, se van tomando notas, se van escribiendo palabras. Es una situación bastante caótica por más ordenada que sea en que se produce un altísimo grado de ansiedad hasta poder romper ese elemento inicial entre la chispa inicial que fue fuego y el momento en el que la ola solo puede dirigirse a la costa. Es algo que creo que cualquier creador conoce.
Cave habla también sobre la giras y, así como se queja de las entrevistas, de la monotonía y de la tontería que es responder una entrevista detrás de otra diciendo cosas que a uno no le interesan, con el tema giras y de viajar por el mundo sin poderlo ver, sin embargo, sí que indica que son momentos productivos y ahí destaca que siempre aprovecha esos viajes para trabajar y, por ejemplo, nos habla de que ahí escribió ‘La muerte de Bonnie Monroe’ o ‘La canción de la bolsa para el mareo’ que considera que es un libro del que se siente muy orgulloso.
Nick Cave nos dice que cuando sale al escenario no es que sea un personaje, que cree un personaje, sino que es un individuo que está dentro de él distinto del que actúa en otro tipo de circunstancias, alguien que para él es alguien más esencialmente él mismo. Para Cave las ideas de las canciones llegan a su plenitud y establecen su sentido final cuando son tocadas delante del público, que esa unión con el público es lo que acaba cerrando el círculo. En este sentido, la música no es un mero entretenimiento, sino que es una forma de ayudar a los demás.
Y luego cuenta su experiencia con The red hand files, página web donde intercambia puntos de vista con personas que han perdido a familiares queridos. La sensación de que ese intercambio no solamente le ayuda a él sino que ayuda a otros. Cave nos cuenta de como para superar el duelo se sumergió en el trabajo, sin embargo, de esa época prácticamente no recuerda nada. Era algo así como un zombi o un hombre en modo automático. La sensación que a pesar de del arte no hay palabras para explicar lo que uno siente en una situación de duelo, que no es posible encontrar las palabras que sean justas para explicar como uno se siente. Lo único positivo de todo ello es la certeza que es necesario vivir la vida porque esta es tremendamente frágil y, por tanto, superar el duelo supone vivir la vida de un modo distinto.
Finalmente, el libro termina con su experiencia con la cerámica y como esta le ha ayudado a llegar a un nivel de concentración superior. Un libro que es como el manual de teología personal de Nick Cave, una religiosidad que impulsa su vida y su creatividad personal.