Feminismo e islam. Una ecuación imposible. Waleed Saleh. Con prólogo de Francisco Delgado y epílogo de Lidia Falcón. Editorial El Paseo.
¿Es posible un feminismo dentro del islam? Si miramos la composición de las manifestaciones del 8 de marzo, veremos grupos de mujeres que se dicen feministas y que viven en la regla del Corán sin conflicto. Es más, proclaman que el libro dictado por el profeta y la lectura de los hadices, que son la recopilación de sus consejos, constituyen un programa de igualdad y de protección de las mujeres, que vivirían, de ser cierto, en el mejor de los mundos. La izquierda las admite con comodidad en sus manifestaciones. Son las consecuencias del culturalismo, esa doctrina que asegura que toda norma es válida dentro de un contexto cultural. No hay formas de vida superiores a otras, todas las culturas tienen el mismo valor, todas deben ser aceptadas sin conflicto, sin propósito de cambio. No está bien que les digamos a las mujeres árabes que deben rechazar la poligamia, la sumisión de la mujer a los hombres, el desprecio de sus sentimientos y el uso y abuso de la condición femenina como mero pretexto de placer. Waleed Saleh sostiene que el feminismo es imposible dentro del islam, y lo sostiene con rigor y con fuerza.
Lo primero que hace Waleed Saleh en Feminismo e islam, una ecuación imposible, es ir a los textos clásicos, es decir al Corán, a la Sunna, que es la trayectoria del profeta, y también a las escuelas jurídicas. El islam tiene una historia, pero también unos códigos civiles y penales que se aplican a la vida de los países en los que la sharía es fuente de derecho. Saleh busca aquí la situación de la mujer en el islam.
Y en los textos clásicos lo que encontramos es una clara preferencia de Alá por el hombre. La mujer es secundaria, el Profeta la desdeña, el paso de una mujer ante el hombre que reza invalida su oración. Solo tres seres vivos tienen ese «privilegio»: el asno, el perro y la mujer. La mujer rebajada a la condición de animal impuro. Si esto fuera una excepción podríamos argumentar un mal momento del Profeta, pero se trata de una constante en el Corán.
La lista de agravios, de desprecios, de muros contra la igualdad en los textos sagrados es demasiado larga como para repetirla aquí. Saleh la detalla. Se sirve de entrecomillados a los que no priva del contexto, para anticiparse a la réplica. La mujer puede ser repudiada, su testimonio no tiene valor, si se queda viuda verá cómo su economía es intervenida con el pretexto de que un familiar debe velar por los hijos menores. La mujer puede ser casada a la fuerza por el padre, que tiene esa potestad.
La edad a la que se puede entregar en matrimonio ronda los nueve años. El Profeta ya dio ejemplo de pederastia cuando se casó con Aisha. La niña había cumplido siete. No copuló con ella hasta la edad de nueve. Todo un detalle que para el islam, en muchos de los países donde se practica, lo consideran un ejemplo a seguir. Es más, algunos tienen códigos que establecen el nivel de placer y las formas lícitas de obtenerlo cuando se trata de niñas lactantes.
Matrimonios forzados, el caso de España
Para los interesados en los matrimonios forzados, incorporamos el podcast que grabamos con Hannan Serroukh, la voz más firme en España contra esa práctica que rompe todos los derechos de la mujer. Ella misma escapó de un matrimonio concertado por su padrastro y aceptado por su madre.
El islam vive en el Corán, que es como si el Cristianismo viviera en la Biblia, con sus usos y costumbres. Así por ejemplo podemos escuchar a una ministra iraquí del gobierno de Al Maliki, que en 2010 afirmó «no creer en la igualdad entre hombres y mujeres, que el hombre, en su opinión, es superior a la mujer y tiene preferencia sobre ella, porque así lo sugiere el Corán, y que ella misma, siendo ministra, no sale de casa sin pedir permiso a su esposo».
La actualidad nos brinda también los llamados matrimonios temporales o de placer, una forma de prostitución encubierta. Es una práctica animada por el imán Jomeini y que hoy en Irán es común. Los clérigos administran unos documentos en los que se puede contraer un matrimonio temporal, que puede durar desde cinco minutos a 90 años. Provista de ese salvoconducto, la pareja puede alquilar una habitación sin que nadie levante la voz. Los que más utilizan esta prebenda, son precisamente los clérigos.
Saleh insiste en su tesis: el islam es incompatible con el feminismo; en el islam no es posible la igualdad de derechos. Las feministas que lo han intentado se han dado de bruces contra la pared de la desigualdad. No sirve de nada decir que hasta ahora se han hecho interpretaciones machistas del Corán y de la Sunna. NO es posible hacer otras. Resulta muy interesante el debate que abre con Sirin Adlbi Sibai, autora de La cárcel del feminismo. Adlbi argumenta que el feminismo occidental es hegemónico e intenta colonizar el feminismo islámico. Añade Adlbi que el islam es igualitario y toda interpretación del Corán en sentido contrario es sexista, colonial, islamófoba y patriarcal.
Apunta también que lo grave y preocupante, «y a la vez doloroso es que, en Europa, que casi siempre ha enarbolado la bandera de la laicidad, está tomando un rumbo arriesgado por su complicidad con el fundamentalismo islámico, para diferenciarse de la extrema derecha». Islam significa sometimiento. La mujer en el islam tiene un doble sometimiento, a una religión cuyo discurso de fondo dice que Alá prefiere a los hombres, y a los hombres que la practican. A la izquierda le encanta el islam. Por eso nunca verán críticas contra la práctica de la ablación, contra los matrimonios por la fuerza, contra la ausencia de derechos de la mujer en los países islámicos. Y si alguien critica, lo resuelven con la palabra mágica: islamofobia. Es el islam el que tiene fobia a las mujeres.